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ETA
La contraseña de «Ternera»: un calendario partido
Los dos trabajadores que facilitaron a la banda terrorista la foto de Luis María Hergueta, directivo de la multinacional asesinado en 1980, identificaron a urrutikoetxea «sin ningún género de dudas» como uno de los etarras con los que se reunieron en Bayona
Los dos trabajadores que facilitaron a la banda terrorista la foto de Luis María Hergueta, directivo de la multinacional asesinado en 1980, identificaron a urrutikoetxea «sin ningún género de dudas» como uno de los etarras con los que se reunieron en Bayona
Un calendario de bolsillo partido por la mitad y un nombre, «Julián». Esa fue la «contraseña» que recibieron los dos trabajadores de la factoría de Michelín en Vitoria (Álava) el 5 de mayo de 1980 de manos de dos etarras un mes y medio antes de que la banda terrorista asesinara de dos tiros en la nuca al directivo de la multinacional Luis María Hergueta, uno de los atentados mortales por los que la Audiencia Nacional reclama a Francia la entrega de José Antonio Urrutikoetxea, «Josu Ternera», detenido en el país vecino el pasado 16 de mayo y que se encuentra en prisión a la espera de que la Justicia gala decida sobre su extradición.
En las declaraciones prestadas ante la Brigada Provincial de Información en Vitoria el 4 de abril de 1981 – a las que ha tenido acceso LA RAZÓN–, Modesto García Marañón y su esposa, Miren Edurne García Artal, que fueron condenados como colaboradores de ETA, reconocieron «sin ningún género de dudas» a «Josu Ternera» como uno de los dos terroristas con los que se reunieron y a quienes entregaron una fotografía de Hergueta, a quien la banda criminal pretendía secuestrar para «presionar» en la negociación del convenio colectivo. Cuatro días después, el 8 de abril, ambos se ratificaron ante el titular del Juzgado de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional. Y aunque en 2005, de nuevo ante el juez, sembraron dudas sobre ese reconocimiento, sus declaraciones son consideradas claves para sentar en el banquillo al ex dirigente de ETA. Hasta el punto de que forman parte de la documentación remitida por el magistrado de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, instructor del procedimiento, a las autoridades francesas para sustentar la petición de extradición del terrorista.
Según declararon entonces García Marañón y García Artal, tras entregar la foto del directivo de Michelín a «Josu Ternera» y a otro etarra que éste les presentó como «Txikierdi», a quien identificaron fotográficamente como Juan Lorenzo Lasa Mitxelena, el jefe de los «comandos» de ETA, los dos terroristas les hicieron entrega «de la contraseña, consistente en la mitad de un calendario, almanaque de bolsillo», que según recordaba era de la Caja Laboral Popular, «haciéndole saber que la otra mitad la deberían llevar las personas que se presentaran en su domicilio en Vitoria», que los dos colaboradores de la banda habían puesto a disposición de ETA, advirtiéndoles igualmente que los etarras les dirían que venían «de parte de Julián».
El matrimonio había sido captado por la banda criminal en una fecha sin precisar de febrero o marzo de 1980, cuando acompañado por el marido de una prima de su mujer, que ejerció de muñidor de la cita, García Marañón se reunió en el hospital de Bayona con «un miembro de la organización terrorista ETA que se presentó con el nombre de “Josu” y al que mediante fotografías» reconoció como Urrutikoetxea. En esa ocasión, «Josu Ternera» acudió acompañado de otro integrante de la organización «llamado Echeveste». Según consta en la declaración policial del empleado de Michelín, ambos le comentaron «la necesidad que ETA tenía de contar con un piso que sirviera de cobijo y refugio» a miembros «liberados» (fichados y a sueldo) de la organización criminal «que se trasladaran a esta capital al objeto de cometer alguna acción». García Marañón les comentó, según contó a la Policía en la sede de la Brigada Provincial de Información en Vitoria, que les explicó que «en esos momentos se encontraba cambiándose de domicilio y que cuando estuviera instalado en el nuevo ya les facilitaría la dirección para que usaran la vivienda con los fines mencionados».
«secuestrarlo para presionar»
Como en esas fechas, continúa el relato del colaborador de ETA, «estaban en curso las negociaciones del convenio colectivo de la factoría Michelín», los terroristas le pidieron «alguna fotografía del señor Hergueta», pues «al parecer era el encargado de negociar el convenio por parte de la patronal». El objetivo de la banda criminal, según le confesaron, era «secuestrarlo para así presionar dichas negociaciones».
Antes de regresar a Vitoria, explicó a los agentes, los etarras le entregaron un sobre cerrado «cuyo contenido ignora» para que se lo diera «a su primo» (en realidad el esposo de la prima de su mujer) Miguel Echevarría, que fue quien formalmente le había propuesto en febrero de 1980 que colaborase con ETA, comprometiéndose a organizarle una cita con miembros de la banda. Al entregarle ese sobre, «Josu Ternera» y su acompañante le aclararon que «no había ningún tipo de urgencia para cumplir el encargo».
Con urgencia o sin ella, la cita se repitió el 5 de mayo. En esa ocasión, García Marañón acude acompañado de su mujer. Una vez en los accesos al hospital de Bayona aparece «Josu Ternera» acompañado de «Txikierdi», que les conminan a dejar aparcado su coche y entrar en el que ellos traían, un Peugeot de matrícula francesa.
Una vez en su interior, el matrimonio entrega a los dos etarras «una revista editada por el comité de empresa de Michelín», en la que figuraban
–precisa la mujer en su declaración– «varias fotografías del sr. Hergueta» y una foto más del directivo de la multinacional «recortada asimismo de otra revista». Es entonces cuando los dos terroristas les dan el calendario de bolsillo partido por la mitad como «contraseña» para reconocer a los etarras que buscarían cobijo en lo sucesivo en su domicilio.
Cincuenta días después, tres terroristas sin identificar abordaron a Hergueta a la altura del número 40 de la calle Dato de la capital alavesa y uno de ellos le descerrajó dos disparos en la cabeza. El directivo de Michelín, que estaba a punto de cumplir 52 años, falleció cuando era trasladado al puesto de socorro. Presentaba «un orificio de entrada a nivel occipital derecho, sin orificio de salida». El proyectil «quedó alojado en el cerebro, lo que le provocó la muerte por destrucción traumática de centros vitales cerebrales». ETA asumió la «ejecución» de Hergueta en un comunicado 24 horas después y señalaron a su víctima como «organizador de los servicios de seguridad interior y máximo responsable de la represión contra los trabajadores de la empresa Safen Michelín en Gasteiz».
romper el calendario
Pasarían más de dos años hasta que, en octubre de 1982, la Audiencia Nacional condenara a García Marañón y su esposa por colaboración con banda armada por alojar «en cinco ocasiones distintas» entre agosto de 1980 y marzo de 1981 –a requerimiento de un familiar «refugiado en el sur de Francia»– a miembros de ETA «siendo conocedores de las personas por ellos alojadas», por lo que recibieron en una ocasión 30.000 pesetas
(180 euros).
Sus primeros inquilinos fueron los etarras José Manuel Aristimuño, «Pana», y Félix Alberto López de la Calle, «Mobutu». A principios de agosto de 1980 «llaman al portero automático diciendo una voz masculina que le abran que viene de parte de Julián». Permanecieron apenas media hora en la vivienda en «amigable conversación» con García Marañón.
Fue en la siguiente visita, «de dos o tres días» a finales de agosto o principios de septiembre, cuando «Pana», esta vez acompañado por Mikel Lopetegi (quien se suicidaría en prisión en 1988), traslada al matrimonio «la conveniencia de romper el calendario que servía de contraseña, puesto que en lo sucesivo –según les explicó– él sería siempre uno de los que llegaran a su domicilio». Y así sucedería, pues en los meses siguientes acudiría buscando refugio junto a los terroristas Ignacio Aracama, «Macario» y José Lorenzo Ayestarán, «Fanecas». Todos se presentaban en la vivienda, recordó la mujer, «fuertemente armados» y, entre otras cosas, se interesaban por si conocían «guardias o militares que habitaran en la vecindad» y por «sus horarios de entrada o salida de sus domicilios». Para entonces, ya no hacía falta que mostraran el calendario partido por la mitad.
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