Directo Black Friday
Carmen Enríquez
Felipe VI: 730 días marcados por seis meses de bloqueo político
La incertidumbre institucional tras las últimas elecciones puso a prueba su papel de moderador en la ronda de consultas con los partidos. Felipe VI ha impulsado durante estos dos años la transparencia de los gastos de la Familia Real, dando a conocer hasta los regalos que recibe
La incertidumbre institucional tras las últimas elecciones puso a prueba su papel de moderador en la ronda de consultas con los partidos. Felipe VI ha impulsado durante estos dos años la transparencia de los gastos de la Familia Real, dando a conocer hasta los regalos que recibe
Aunque nadie es capaz de predecir el futuro, el actual Rey de España se atrevió pocos años antes de llegar al trono, a aventurarse y hacer un pronóstico de cuál creía él que iba a ser el eje en torno al cual giraría su reinado. Estaba convencido de que a él, después de todo lo hecho por su padre, le iba a tocar «administrar la normalidad». Pocos meses después de convertirse en Felipe VI, el nuevo monarca reconoció ante un grupo de periodistas lo errado de su pensamiento ya que la realidad era bien distinta y mucho más complicada de cómo él la había imaginado.
Hoy, cuando se cumple el segundo aniversario de su proclamación como Jefe del Estado, es probable que Felipe VI piense que se quedó corto al comentar con ironía las dificultades que le tocó afrontar al inicio de su reinado. Aunque intuía que las elecciones del pasado 20 de diciembre iban a crear un escenario político muy diferente al existente en la actualidad, lo que no podía imaginar es que el resultado de los comicios iba a desembocar en un serio bloqueo institucional que el monarca ha manejado con gran habilidad política y en el que su capacidad de actuación ha quedado más que demostrada.
En los últimos seis meses, el Rey Felipe ha dejado claro que es una persona que sabe escuchar, que antes de tomar una decisión consulta con las personas en las que confía, que prefiere reflexionar en profundidad sobre el asunto y después es cuando decide ya con total firmeza. Así ha actuado siempre, ése es su carácter y de esa manera ha sido formado para afrontar la responsabilidad que hoy tiene entre manos: manejar con pulso firme el timón de la nave del Estado.
En este tiempo de «impasse», don Felipe ha tenido que poner también al mal tiempo buena cara al aceptar las decisiones del Gobierno de suspender varios viajes de Estado de gran calado como el programado al Reino Unido y a Japón. Dos visitas para las que buscar nuevas fechas será difícil y complicado y cuya suspensión le han privado de la repercusión internacional que hubiera tenido para el reino de España y para la pareja real esos encuentros con la Reina Isabel II –en el año apoteósico de celebración de su 90 aniversario– y con los emperadores del Japón, Akihito y Masako, que admiten pocas visitas oficiales en su exclusiva agenda institucional. El rey entendió perfectamente que estar pendiente de los avances de las negociaciones de los distintos partidos era una cuestión prioritaria para el país, y también por tanto para él, y que esa cuestión estaba por encima de cualquier otra por importante que pudiera parecer.
El problema es que la proximidad de los nuevos comicios para elegir a los representantes en el Congreso y en el Senado y los pronósticos que las distintas empresas públicas y privadas de sondeos de opinión hacen de sus resultados no parecen despejar las dudas que se plantean de cara al futuro político español.
De nuevo, a Don Felipe le va a tocar, según todas las previsiones, hacer frente a una situación complicada en la que los partidos no tendrán más remedio que pactar para que se pueda formar Gobierno y desbloquear la situación que se ha vivido durante los últimos seis meses. Una tarea que llevará a los líderes de las fuerzas políticas a pasar de nuevo por el despacho del Jefe del Estado para celebrar consultas y explicarle a quién están dispuestos a apoyar. Una ocasión en la que el monarca no podrá ir más allá de aconsejar a todos que traten de ser generosos y pongan el interés de España por encima de intereses particulares para lograr llegar a acuerdos que faciliten la formación de un gobierno.
En cualquier caso, lo cierto es que la situación política ha hecho mermar la agenda de la Familia Real de actividades oficiales, lo que ha contribuido a dar la impresión de que la presencia de los integrantes de la institución de la Corona en la vida pública eran escasa y poco relevante. No son ellos los que tienen la responsabilidad de esa situación, sino más bien los que sufren las consecuencias de la inestable actualidad política. Y a pesar de que los responsables de la Casa del Rey estén cumpliendo con las normas establecidas de dar a conocer las cuentas públicas, con abundante tipo de detalles de a dónde va a parar hasta él ultimo euro del presupuesto, o hacer pública la lista de regalos hechos a los miembros de la Familia Real a lo largo del año pasado, existe la impresión de que los Reyes tienen últimamente poca presencia social.
A ello se une la impresión generalizada de la falta de fluidez en la comunicación de los Reyes y de los responsables de la Casa del Rey con los periodistas, lo cual hace dudar de que la imprescindible política de transparencia que se anunció al inicio del reinado de Felipe VI se esté cumpliendo de forma adecuada. Las reuniones periódicas que se celebraban con los anteriores responsables de comunicación del Palacio de la Zarzuela y que se continuaron haciendo durante los primeros seis meses del reinado de Felipe VI se suspendieron de forma definitiva hace un año y medio y desde entonces la relación ha de hacerse por teléfono o bien vía mensajes sms. Algo que no se entiende demasiado bien en estos tiempos
Los retos siguen ahí, más presentes que nunca para el monarca Felipe VI cuando se cumple el segundo aniversario de su proclamación como Rey. No han desaparecido aún de la memoria de los españoles las imágenes del día en el que asumió la responsabilidad de ser el sucesor de uno de los mejores monarcas que ha tenido España. Un momento en el que afirmó que se abría el tiempo de una «monarquía renovada para un tiempo nuevo». Ese sigue siendo a día de hoy su principal reto.
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