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Congreso

Dudas en Vox ante la moción de censura: «Esta vez sí nos jugamos el crédito»

La fórmula con la que Génova quiere desactivarla pasa por ofrecer seriedad y no imitar el ataque personal de Casado a Abascal

Vox no las tiene todas consigo en la moción de censura que ayer registró en el Congreso de los Diputados. Tienen dudas, pero sometidas a la disciplina y a un silencio férreo. Los dirigentes de Vox saben que se enfrentan a un contexto totalmente distinto al de octubre de 2020, cuando defendieron su primera censura al Gobierno de Pedro Sánchez. Porque la legislatura está acabada, y esto da un tufo más instrumental a la medida, no al servicio del interés general sino del partido. Porque esta vez están más solos que nunca, al haber perdido incluso el apoyo de sus satélites externos más cercanos en la defensa de la moción. Y porque la proximidad electoral da más sentido a la acusación de que están distrayendo la atención de los debates que realmente erosionan al Gobierno de coalición.

«Se hablaría más de Tito Berni si no hubiera una moción de censura inútil, que es un señuelo durante meses para atacar al PP», sentenció ayer la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, desde Barcelona, donde participó en una conferencia en el Círculo Ecuestre.

Vox vive no sólo de atacar a Pedro Sánchez, sino también de confrontar con el PP. Pero la proximidad de las elecciones conlleva el riesgo de que una parte de sus votantes no entiendan ni esta política ni tampoco el sentido de la figura de Ramón Tamames. Abascal cede coyunturalmente su liderazgo a Tamames y al escritor y polemista Fernando Sánchez Dragó, y esto tampoco es de fácil digestión para todos sus votantes. En la dirección son plenamente conscientes de ello.

La moción de censura está diseñada como un «examen» para el PP. En la cabeza de los estrategas del partido está mucho más presente el nombre de Alberto Núñez Feijóo que el de Sánchez. Tienen testado que cuando el debate político se centra en la economía y en la gestión, la marca se diluye, mientras que cuando la política se tensa, bien por el debate territorial o ideológico, por ejemplo, ellos vuelven a ocupar más espacio.

El debate y las dudas que acompañan a esta iniciativa prueban que dentro del partido la consideran una operación arriesgada, y que esta vez entienden que sí tienen algo que perder si fallan. Está en juego su crédito, y arriesgar en credibilidad a semanas de una campaña electoral suena a jugar con fuego. Otra importante diferencia con la anterior moción es la que se deriva de la actitud del PP. En el Comité de Dirección popular concluyen que la estrategia debe centrarse en denunciar la ventaja que Vox está concediendo a Sánchez, y, cuando llegue el momento del debate, ir por el camino de ignorar a Abascal, defender la seriedad de la alternativa que ellos representan, sin entrar en el cuerpo a cuerpo ni tampoco en la política del insulto personal.

Es decir, justo lo contrario de lo que hizo Pablo Casado con la anterior moción de censura. Casado aprovechó aquella ocasión para presentarse ante la Cámara con un discurso opuesto al de Abascal, pero, sobre todo, con un duro golpe personal contra quien durante décadas militó en su partido y compartió con él una larga etapa en las Nuevas Generaciones.

La relación entre Casado y Abascal no volvió a recomponerse porque el líder de Vox, dolido, consideró que había sido casi como una puñalada por la espalda.

Este PP mira hacia otro lado. «Con Feijóo no se insulta a nadie. Ni se hace política desde el lado personal. Ahora bien, sí que vamos a denunciar el coste de esta decisión, cómo perjudica a la alternativa a Sánchez y hasta qué punto se le está haciendo el juego a los intereses del PSOE y de sus socios».

Vox quiere que el PP se retrate en el debate parlamentario, pero, al cambiar el contexto, y también la respuesta del principal partido de la oposición, esto deja muchas dudas sobre cuál puede ser el resultado final de esta iniciativa. Además, las mociones son para presentar un programa alternativo de gobierno, que, en ningún caso, ofrecerá Tamames. Un diagnóstico de la situación, que sí hará, no tiene sentido en este marco parlamentario ni aporta nada nuevo.

La izquierda está hablando para ver si es capaz de organizar un boicot a la moción de censura, con una posición común, limitando el tiempo del debate.... Moncloa, sin embargo, no está de acuerdo porque cree que es una ocasión que no puede desperdiciar para cimentar la mayoría de investidura y entronar el liderazgo de Sánchez.

Otra cosa es que Pablo Iglesias y Podemos estén dispuestos a facilitarle esa bomba de oxígeno. Moncloa quiere que se tome en serio la moción para utilizar el «teatrillo parlamentario» en favor del líder socialista, pero Podemos no tiene ningún incentivo para regalarles esta baza en un marco electoral en el que pelean por el voto con los socialistas.

Por eso el optimismo de Moncloa hay que medirlo con perspectiva porque la crisis del PSOE con Podemos, y con la vicepresidenta Yolanda Díaz, no desperdicia tampoco ninguna oportunidad para sacar a relucir los trapos sucios de la coalición.