Política
Diálogo de sordos
En los ambientes socialistas se ha producido un curioso fenómeno casi de índole psicológica, evidente consecuencia de las últimas encuestas. De pronto, se evaporaron las dudas y la batalla se da por ganada. El PSOE se ve en su mejor momento. «La suerte está echada», repiten a media voz: «Pablo Iglesias en ningún caso puede ceder»; «Sus inscritos no le pasarían por alto olvidarse del Gobierno de coalición»; «Coge el petate para la campaña»... Tal es el espíritu de las huestes de Pedro Sánchez.
La historia entre Sánchez e Iglesias parece finiquitada. Hasta el punto de que en círculos presidenciales consideran que la importancia de la «Propuesta abierta de programa común progresista» muestra que el PSOE es la única izquierda de Gobierno capaz de hacer suyas las demandas de Unidas Podemos, incorporándolos, además, a órganos e instituciones, organismos reguladores y empresas públicas. En román paladino, pretende sacudirse el estigma según el cual el presidente en funciones quiere ser investido gratis et amore.
Aun así, la escenografía montada alrededor de Pedro Sánchez para poner contra las cuerdas a Pablo Iglesias (gracias a la presión externa, pero también la interna) con su nueva oferta de cargos fuera de la estructura gubernamental deja muy atrás las otras dos propuestas realizadas antes del verano: en junio, la entrada en segundos niveles de la Administración, de secretarías de Estado para abajo; y en julio, la cesión de una vicepresidencia y tres ministerios.
La actual fórmula difícilmente ha podido pillar por sorpresa al secretario general de Podemos. Ya en su primer vis a vis en el Palacio de La Moncloa, nada más triunfar la moción de censura contra Mariano Rajoy, Sánchez puso sobre la mesa una lista de organismos en los que los morados podrían asumir responsabilidades. El recién aterrizado presidente del Gobierno buscó amarrar de esa manera a su socio, corresponsabilizándolo con la «gobernanza« desde el sector público. Aquello nunca cuajó. Y eso que, por aquel entonces, hasta Iván Redondo, todopoderoso jefe de gabinete convertido actualmente en bestia negra de Unidas Podemos, se entusiasmaba con tirar de poder como pegamento de la izquierda. Efímera unión.
El guión, en cualquier caso, promete ofrecer todavía algunos capítulos. La aspiración del núcleo duro de Sánchez ha sido atrapar a los de Iglesias en una negociación y estirarla, si fuera necesario, hasta el límite. El presidente, en esta ocasión, está decidido a anclarse en su actual trinchera. En el fondo –reconoce en privado su entorno–, tiene el convencimiento de que la única salida es una segunda vuelta a las urnas. Y para ello ha ido preparándose a conciencia.
En este momento «toca» activar la maquinaria electoral –hasta ahora a medio gas– en las convocatorias, los sábados 7 y 14 de septiembre, de sus órganos internos, el Consejo de Política Municipal y el Consejo de Política Federal, donde están representados alcaldes, concejales, y barones. En paralelo, se regatean los «sustos» de Podemos, como el de brindar la investidura a Sánchez para, a renglón seguido, sin atarse a ningún acuerdo, pasar a la oposición. En el intento de convencer a Iglesias de ese salto ha estado enfrascado durante el mes de agosto Gabriel Rufián. «Tendrías a Pedro Sánchez a tu merced», le ha venido a susurrar una y otra vez el portavoz de ERC, directamente y, sobre todo, por vía interpuesta.
Pero tal opción ya ha sido desestimada por el líder morado. Sería pan para hoy y hambre para mañana. Les abocaría, prácticamente sin cumplirse un año, a unos comicios fruto de la inestabilidad y todavía en peores condiciones. El signo de nuestros tiempos de momento parece ser votar sin fin.