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Alarma electoral en Ferraz

Una demoledora encuesta interna realizada tras la debacle andaluza apunta a que los socialistas solo podrían mantener el poder en Castilla- La Mancha a partir de mayo.

Atril de la sede del Partido Socialista en Madrid
Atril de la sede del Partido Socialista en Madridlarazon

Una demoledora encuesta interna realizada tras la debacle andaluza apunta a que los socialistas solo podrían mantener el poder en Castilla- La Mancha a partir de mayo.

Fue bonito mientras duró. La sangría de votos ha disparado todas las alarmas. Pedro Sánchez recibió semanas atrás los resultados de una encuesta interna demoledora que circula ya como una losa entre los principales dirigentes afines al presidente. Nada que ver con el paradisiaco CIS de José Félix Tezanos. Los datos demoscópicos, al poco de terminar las elecciones en Andalucía saldadas con una debacle sin precedentes del antaño todopoderoso socialismo andaluz, ya fueron digeridos «con prudencia» por la Ejecutiva Federal y se extendió una sensación de fin de fiesta en la cúpula del PSOE.

Según ese sondeo, que se trata de mantener dentro de la mayor discreción posible al margen del sanedrín de Ferraz, el paso por las urnas el 26-M les traerá a los socialistas muy malas noticias. Próximos al presidente aseguran que él está convencido de que el Partido Socialista ganará las municipales y europeas –que serán la lista más votada en muchas comunidades autónomas– pero también sabe que, enfrentado a la aritmética de representantes, la alternativa post-electoral de PP, Cs y Vox podría dejarlo sin apenas poder territorial. Sería en realidad una especie de «pago con la misma moneda», ya que hay que recordar que en 2015 el PP fue el partido más votado en diversas comunidades si bien fue desalojado sobre todo por la pinza entre PSOE y Podemos.

Y es que el descalabro de Podemos corroído por su escisión en Madrid y sus guerras abiertas a lo largo y ancho de la geografía española, y la entrada en escena de los de Santiago Abascal con una fuerza inédita en un partido tan joven, logrando representantes aquí y allá, le han dado la vuelta al paisaje político con tal fuerza que, de creer a quienes llegaron a ver la mencionada encuesta (encargada, insisto, al calor del seísmo andaluz del 2 de diciembre), únicamente Emiliano García-Page tendría la capacidad de retener Castilla-La Mancha frente a un hipotético acuerdo del centro-derecha. El resto de sus presidentes autonómicos correrían el riesgo de ser descabalgados. Ni siquiera el transversal Guillermo Fernández Vara amarraría el sillón de Extremadura, amenazado por la lista de José Antonio Monago y el apoyo que pueda recibir de «naranjas» y «verdes».

Sobre ese telón de fondo, que Pedro Sánchez se presente como único depositario del voto útil contra el «pacto de las derechas» se antoja una política «de vuelo corto» con el que perderse con facilidad en la polvareda electoral. Casi tan cuestionable como el llamamiento al miedo de que «viene la derecha» que ha comenzado a enarbolar machaconamente Pablo Iglesias. De hecho, para los barones socialistas, se impone la estrategia de acercarse a Ciudadanos ahí donde sea posible, y así han comenzado a hacerlo algunos ya de los que ven sus cargos peligrar. Por mucho que exista ahora la orden en contra desde Ferraz. Desde luego, en Aragón, Javier Lambán habla abiertamente hace tiempo de una posible alianza con los naranjas. Diga lo que diga el presidente del Gobierno.

A esos candidatos socialistas autonómicos, y probablemente a muchos otros en los municipios, no les quedará más remedio que apostar por campañas muy personales que intenten contrarrestar el desgaste del sanchismo. Porque las barbas «cortadas» del susanismo han puesto en este sentido otras muchas barbas regionales y locales «a remojar». Quienes se juegan su futuro dentro de cuatro meses buscarán, qué duda cabe, ir por libre y fiarse de su fuerza para alejarse de los estragos de las políticas del Gobierno. Y, sobre todo, del efecto pernicioso que entre sus votantes han tenido los coqueteos con el independentismo catalán. Para más inri, se quejan líderes regionales socialistas, a cambio de nada ya que Quim Torra no se ha avenido a regresar a la senda de la legalidad y la Constitución. Son los mismos dirigentes –barones autonómicos y aspirantes a muchas alcaldías- que admiten, casi sin tapujos, que «el momento actual para el PSOE es pésimo». Les toca neutralizar en campaña la larga y pesada figura de Pedro Sánchez. Y eso, además, en un PSOE, el sanchista, con tan pocos contrapesos al poder que emana desde La Moncloa. Total, nada.