Jorge Vilches

Frankenstein en Castilla y León

La implantación de Frankenstein en Castilla y León solo se puede salvar a estas horas si Vox complementa lo que saque el PP

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el candidato del PSOE a la Presidencia de la Junta, Luis Tudanca
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el candidato del PSOE a la Presidencia de la Junta, Luis TudancaTomás AlonsoEuropa Press

Sí, puede ocurrir. La única posibilidad de que la izquierda gobierne en Castilla y León es que el PSOE pacte con todos menos con el PP y Vox. Esto es probable. Es un error pensar que todo el pescado está vendido, porque si la suma de las derechas no da absoluta, el resto se unirá para formar Gobierno.

El poder del sanchismo para ganarse a los pequeños partidos regionales y personalistas es muy superior al del PP. No hay nada como tener el cajero automático de la Moncloa. Lo deslizó Sánchez hace unos días: dará 1.000 millones de euros y lo que haga falta para comprar la voluntad de los “españoles vaciados”.

No sería una novedad. Pasó en las Islas Baleares, donde pactaron cinco formaciones para dejar fuera al PP, y ahí siguen. Fundaron la fórmula en el año 2000, y la repitieron en 2007, 2015 y 2019 uniendo partidos de ideologías distintas, pero que coincidían en ambición y a la hora de señalar al enemigo. No hace falta más.

La implantación de Frankenstein en Castilla y León solo se puede salvar a estas horas si Vox complementa lo que saque el PP. Esta es la nueva realidad que tiene que asumir Génova. No hay que olvidar que sobrevive el que se adapta, y que las elecciones sirven para contrastar estrategias.

Si Vox es necesario, el PP tiene que tratarlo con naturalidad, y hablar a sus electores, no a su dirección. Rajoy hablaba a Rivera, y eso facilitó que Cs estuviera a punto de sustituir al PP como alternativa al PSOE. Casado hizo lo contrario con Cs y funcionó, pero eso es el pasado y no es preciso seguir la fórmula. De las elecciones en Castilla y León, se gobierne o no, hay que sacar una enseñanza: al PP le toca ahora ganar al votante que está a su derecha.

Cs y Vox no son lo mismo. No obstante, hay leyes universales que no pueden obviarse. Nunca hay que olvidar que la solidez de una formación política que vende virtud y principios desaparece cuando tiene que repartir cargos y presupuestos entre sus miembros. Eso pasará con Vox cuando llegue al poder, aunque sea en coalición, como ya pasó con Cs. Cada persona se impone los galones de una guerra ganada, la de mandar, y quiere su parte del botín. Es muy humano. Por eso es preciso tener calma y aprovechar la jerarquía que otorgan la estructura y la tradición.

Vox ya ha anunciado que quiere entrar en el gobierno si obtiene más de 10 escaños, lo que según los sondeos está hecho. Es la demostración de que Vox comienza una nueva etapa, en la que Madrid es una excepción, quizá por la personalidad de Rocío Monasterio. Su ambición allí donde el PP es gobierno o puede serlo será formar coalición. Esto se debe a que desde esa posición la confrontación con la izquierda, que es su motor, será más plena.

Este panorama, sin embargo, será el mejor para el PP porque significará que mantiene el gobierno de Castilla y León. En su mano está el aprovecharlo para mejorar la estrategia o sucumbir. Tiene que transmitir que al otro lado, enfrente, siempre está Frankenstein; es decir, un sanchismo con chequera que compra formaciones para sumar mayorías.

El tinglado de la España Vaciada facilita la estrategia de Sánchez porque está en la Moncloa repartiendo el dinero europeo y satisfaciendo el ego de los nuevos caciques. El discurso lo tiene hecho: asistir a los pobres ciudadanos que están aislados en su pueblo por culpa de gobiernos sin conciencia social ni regional. De esta manera, Sánchez presenta una nueva dicotomía: el PP vacía, y su PSOE llena.

Frankenstein, por tanto, puede llegar a Castilla y León, donde consolidará una estructura regional y provincial que pronto se hará fuerte en los municipios. Esto es posible. Basta con que la derecha baje un 3 % el 13-F.