Iñigo Urkullu
Iñigo Urkullu: El Jordi Pujol vasco
Con un perfil tranquilo, que sirve para dulcificar el discurso nacionalista, ha hecho valer su poder de decisión en Moncloa. Con un discurso «atrapalotodo» ha arrastrado voto incluso de PP y Ciudadanos
Solo hay un precedente en la historia reciente de España para lo que ha logrado hacer Iñigo Urkullu con el PNV en los últimos años: la Convergencia de Jordi Pujol de los años ochenta, una máquina política «atrápalo.todo» y transversal, capaz de aglutinar votos desde todos los sectores de la vida catalana. De manera análoga, este vizcaíno sin apenas estudios –es diplomado en Magisterio y experto en «gestión de ocio»– ha logrado que el su partido, al que se afilió con 16 años duplique las transferencias de votos desde el PP y Cs, es decir, de que personas que en las encuestas se declaran «más españolas que vascas». El politólogo Pablo Simón le describe en estos términos: «Urkullu no es un líder carismático pero su punto fuerte es la imagen de gestor sólido que desprende. Se ha sabido vender como un campeón regional capaz de llegar a acuerdos con todos».
«Salvo quizá el caso de Ardanza, Urkullu es el lehendakari con menos agresividad que ha habido», apunta por su parte el politólogo e historiador Jorge Vilches, que llama la atención sobre el hecho de que la política es muy diferente desde 2015 y que probablemente su perfil más moderado y tecnocrático le ha beneficiado al ser percibido como alguien capaz de llegar a pactos con todos. Señala Vilches asimismo que con Urkullu sucede «un caso curioso» en la línea del «candidato atrapalo-todo» apuntado por Simón: «El PNV no solo recibe votos del nacionalismo sino de numerosos votantes de derechas que no quieren un Gobierno de Bildu o con Bildu. Ellos quieren que las cosas se queden como estén y no tienen ningún interés en el independentismo, de hecho el secesionismo ha bajado mucho en País Vasco». Para estos votantes dejar de votar al PNV supone el riesgo de poner en peligro su bienestar, un bienestar que en vascongadas es mucho más alto que en buena parte de España y que, lo cual es muy importante, parece estar a prueba de los reveses y las crisis periódicas de la economía española. Ni que decir tiene que con el PNV también la identidad vasca están aseguradas con una manera de «disfrazar» el discurso nacionalista mucho menos agresiva que la que utilizan los partidos independentistas en Cataluña.
La historia personal de Iñigo Urkullu es la historia de un hombre de partido. Apenas cuenta con experiencia profesional fuera del PNV salvo algunos años de maestro de enseñanza. Con tal solo 25 años, fue elegido miembro del Bizkai Buru Batzar (BBB), la ejecutiva del PNV en Vizcaya, en la que permaneció durante dos períodos (1984-1987) y (1996-2000), resultando elegido presidente de la misma el año 2000. Su ascenso en las estructuras internas del nacionalismo vasco ha sido constante: fue el representante del PNV por Vizcaya en el EBB desde el año 2000 y presidente de mesa en la Asamblea Nacional del partido durante la etapa 1992-1994. Fue elegido candidato de su partido a lehendakari en julio de 2012 y seis meses después, tras las autonómicas de ese año, accedió al cargo que ostenta actualmente y en el que estará, según todos los indicios, cuatro años más.
Intentando deconstruir el perfil de Urkullu, Jorge Vilches llama la atención sobre la densa red clientelar que el PNV ha ido tejiendo en País Vasco a lo largo de sus muchos años en el poder. «Cuando tu ampliar competencias en tu Ejecutivo porque las vas arrancando del Gobierno central necesitas una estructura de empresas y particulares para ofrecer esos servicios a la ciudadanía. Para muchos de ellos no votar al PNV supone poner el peligro el bienestar personal».
Roberto Rodríguez Andrés, profesor de Comunicación Política de la Universidad Pontificia de Comillas, describe a Urkullu como «un líder tranquilo». «Ultimamente estamos empezando ya a acostumbrarnos a liderazgos enérgicos y populistas. Frente a esta tendencia, Urkullu es un hombre corriente con el que cualquiera se puede identificar», explica. Este experto en comunicación política llega incluso a decir que el líder del PNV «puede incluso definirse como un poco soso». Pero el hecho es que le beneficia ese papel que ha asumido de candidato más racional que emocional. «En el se valora una gestión y una eficacia y es un posicionamiento frío y pragmático que le funciona bien», resume.
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