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¿Sigue teniendo sentido pensar en los términos de ‘Misión’ y ‘Visión’ para una empresa hoy?
Tras tener un gran auge en los años 2000, parece que ahora han caído en desuso… ¿O quizá son más necesarios que nunca?
Misión y Visión. Cuántas páginas web corporativas presentan estas dos propuestas que ahora no pueden dejarnos de sonar algo trasnochadas.
¿Alguna vez te has detenido a leer la declaración de misión y visión de una empresa al visitar su sitio web? Si eres como la mayoría, probablemente has pasado de largo, pensando que se trata de meras formalidades sin sustancia.
Esta percepción generalizada nos lleva a cuestionar: ¿Tienen realmente algún valor estas declaraciones o son solo adornos corporativos destinados a llenar espacio en sus portales?
Sin embargo, al adentrarnos en el mundo de las estrategias empresariales, nos encontramos con una realidad con matices. A pesar del escepticismo inicial, investigaciones y estudios, como el realizado por Bain and Company en 2013, revelan que las organizaciones con declaraciones de misión y visión claramente definidas y alineadas estratégicamente no solo añaden valor, sino que superan significativamente a las que no las tienen.
¿Podría ser que hemos subestimado su verdadero potencial?
El dilema de las declaraciones de Misión y Visión
A primera vista, las declaraciones de misión y visión pueden parecer ejercicios de futilidad, especialmente cuando están plagadas de jerga corporativa y generalidades que poco dicen sobre la verdadera esencia de una empresa.
La crítica inicial es feroz: se consideran piezas de texto que, lejos de ofrecer una visión genuina, parecen ser más bien un ejercicio de relaciones públicas sin mucha substancia detrás.
Sin embargo, cuando profundizamos en la materia, descubrimos que la realidad es mucho más compleja y potencialmente valiosa de lo que parece. El estudio de Bain and Company no solo desafía nuestra comprensión inicial, sino que también nos obliga a reconsiderar el papel que estas declaraciones juegan dentro del ecosistema corporativo.
Resulta que, lejos de ser meros adornos, podrían funcionar como brújulas estratégicas que guían a las organizaciones hacia el éxito.
No son solo palabras (si les das el valor que merecen)
No basta con tener una declaración de misión y visión; su verdadero valor reside en cómo se integran y se viven dentro de la empresa. En la encuesta la mayoría de profesioanles preguntados comentaban que realmente cumplan su propósito, deben evitar la vaguedad y la retórica vacía, estar íntimamente ligadas a la estrategia global de la compañía, y ser un reflejo auténtico de sus valores y objetivos.
Solo bajo estas condiciones, las declaraciones de misión y visión trascienden su existencia textual para convertirse en herramientas de cambio y foco organizacional.
¿De dónde viene el origen de la Misión y Visión de las empresas
A veces cuesta diferenciarlas y no vamos a negar que traen cola. Entonces: ¿de dónde vienen?
La “misión” de una empresa se refiere a su propósito fundamental, la razón de ser de la organización. Describe lo que la empresa hace, para quién lo hace y cómo se distingue de sus competidores.
Por otro lado, la “visión” de una empresa es una declaración aspiracional que define lo que la organización desea lograr o convertirse en el futuro. Es una guía que orienta las decisiones estratégicas y motiva a la organización a avanzar hacia un objetivo común.
El concepto de misión empresarial tiene sus raíces en la era industrial, cuando las organizaciones comenzaron a darse cuenta de la importancia de definir claramente su propósito para diferenciarse en un mercado cada vez más competitivo.
No obstante, no fue sino hasta la década de 1970 que el término “misión” se popularizó en el ámbito de la gestión estratégica. Uno de los pioneros en enfatizar la importancia de la misión fue Peter Drucker, considerado por muchos como el padre de la administración moderna. En su libro The Practice of Management (1954), Drucker destacó la necesidad de que las organizaciones comprendieran y declararan su “propósito básico”.
En cuanto a la visión, aunque las empresas siempre han tenido aspiraciones de futuro, el uso formal del término “visión” en el contexto empresarial ganó prominencia en los años ochenta. Los trabajos de Tom Peters y Robert H. Waterman en In Search of Excellence (1982) contribuyeron a popularizar la idea de que una visión clara y convincente era crucial para el éxito empresarial a largo plazo.
Repetimos la pregunta: ¿Entonces hoy tiene sentido? Quizá no de forma tan explícita, pero está claro que tener un rumbo claro puede ayudar mucho. Solo el tiempo y las prácticas empresariales futuras lo dirán.
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