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Editorial

Ayuso, en la avanzada del cambio político

Se podrá discrepar de las formas y del tono del discurso de la líder popular, pero lo cierto es que el fondo de su alegato está anclado en los hechos,

Entrevista Isabel Diaz Ayuso. Campaña Electoral © Alberto R. Roldán / Diario La Razón Alberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS

La candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha mantenido una larga entrevista con LA RAZÓN que explica, por sí sola, el innegable honor de haberse convertido a en el enemigo a batir por los sectores más radicales de la izquierda y por unos partidos independentistas que se reconocen en la fidelidad del retrato al natural que les hace la dirigente popular madrileña. Que los socialistas participen, a veces, en la campaña de destrucción política y, también, personal de Ayuso es una anomalía, fruto de la actual aritmética parlamentaria, que el propio PSOE, a la postre, tendrá que corregir, si es que pretende ser un partido que gobierne para el interés de todos los ciudadanos.

Esto es así, porque se podrá discrepar de las formas y del tono del discurso de la líder popular, pero lo cierto es que el fondo de su alegato está anclado en unos hechos, en una realidad cotidiana, que sólo desde el miedo al futuro, de ese temor a lo que hay que hacer, se puede rebatir. Es, por supuesto, una prédica que incomoda a muchos porque pone el dedo en la llaga de la pérdida de derechos, de la discriminación y el arrinconamiento de aquellos españoles que viven en los territorios dominados por un nacionalismo rampante, pero, asimismo, porque señala a una ideología que, desde el buenismo más inicuo, está dejando inermes para encarar la vida a las nuevas generaciones, especialmente, a las más jóvenes.

Sí, Isabel Díaz Ayuso se hace muy incómoda cuando reivindica el papel de Madrid como avanzada de España, cuando recuerda las imbricaciones de todo tipo –familiares, económicas, culturales, afectivas– que los madrileños mantienen con el resto de los españoles y reclama su propia voz en el debate de los problemas del conjunto de la nación, incluso, arrostrando el coste de convertir al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su némesis.

Díaz Ayuso ha sido objeto de las acusaciones más terribles, de unas insidias políticas de baja estofa, pero, también, ha sufrido la búsqueda de su daño personal a través de su familia. Y, sin embargo, cuenta con el respaldo, el respeto y la simpatía de un amplio sector de la opinión pública, no sólo la madrileña, que se reconoce en el discurso, entre otras razones, porque pisa las mismas calles que ella y comparte una manera de entender la vida pública y las relaciones sociales que nada tiene que ver con el intrusismo de todo tipo, incluso moral, con el que la izquierda pretende meterse hasta en los propios dormitorios ajenos. Y, además, con el dinero público.

Cuando se critica que Ayuso haya llevado el actual debate local y autonómico a un plano que no corresponde se pasa por alto que nos hallamos ante un Gobierno que no ha tenido el menor empacho en emplear el doble rasero con según qué autonomías. Y eso, no lo duden, sí que es un problema de alcance nacional, es decir, de toda la Nación.