Energía
El cierre nuclear dejará a Cataluña a oscuras y más dependiente que nunca
Nadie habla de ello en campaña, pero el cierre de los tres reactores en 2035, el 60% de la energía, fuerza a una inversión renovable de más de 10.000 millones y a sembrar de paneles cuatro veces Barcelona
Año 2035, cierra el último reactor nuclear en Cataluña, Valdellós II. Antes, se desenchufaron los dos de Ascó, en 2030 y 2032, dejando a la región al borde de los apagones en cadena y con la mayor dependencia de su historia del suministro eléctrico del resto de España y de las importaciones francesas, generadas en un 70% por nuclear.
El apagón nuclear convertirá a España de exportador neto de energía, como Francia, en importador neto -de nuclear francesa- como Alemania, que acaba de desmantelar sus nucleares.
En el caso de Cataluña la situación será aún más grave, un “sinsentido” económico y medioambiental, según asegura a este diario Marc Altés, cofundador de Econucleares, la primera organización ecologista española favorable a la energía nuclear.
“Hay que revertir los mitos y miedos, y sobre todo la imagen distorsionada que ofrece el ecologismo. No tiene sentido ni económico ni medioambiental, ese calendario de cierre, vamos a contracorriente entre las grandes economías productivas. Más aún en Cataluña, una de las regiones con menor penetración renovable y con casi un 60% de la generación eléctrica de origen nuclear, compatible con las renovables, ya que no emite CO2”, indica Altés, ingeniero nuclear especializado en gestión de residuos y desmantelamiento de centrales.
¿Qué hace entonces un experto en cerrar nucleares defendiendo que se mantengan abiertas? “Defendemos un “mix” energético renovable y nuclear porque no hay capacidad de almacenamiento, y cerrar las nucleares implicará quemar más gas”, explica.
Las renovables generaron apenas un 6,4% del suministro total de energía y un 5,9% del consumo total en Cataluña, según el Instituto Catalán de Energía.
Aquí todo el mundo quiere ser sostenible, pero nadie quiere molinos ni placas solares
Respecto a la producción eléctrica, más del 84% de la generación fue “no renovable”, con una cuota de más del 57% para la nuclear y de más del 18% para el gas (ciclos combinados).
Del apenas 15% de producción bruta renovable, el 6,8% fue hidroeléctrica, superando a la eólica y triplicando a la fotovoltaica, según la misma fuente. El problema es que, además, Cataluña lleva lustros en situación de estrés hídrico por las sequías.
“Aquí todo el mundo quiere ser sostenible, pero nadie quiere molinos ni placas solares. No se implementan las renovables por el impacto visual y sobre el terreno. En 2034 ya no habrá marcha atrás y el enorme hueco nuclear no se cubrirá con fuentes renovables. Lo hemos hablado con los partidos políticos para que tomen conciencia, pero al final lo que se nos transmite es que esto ya se sabe, pero nadie quiere abrir el debate porque no da votos. Así, lo que acabará ocurriendo es que perderemos capacidad eléctrica y habrá que suplirlo con redes de alta tensión con entrada eléctrica del resto de España”, subraya Altés.
Sin debate electoral
Sin embargo, el debate electoral en Cataluña esquiva los problemas que para los catalanes y su industria generará el apagón nuclear. Particularmente, los partidos secesionistas, que siguen apostando por el cierre nuclear. “No tiene sentido desde su óptica, porque están perdiendo independencia energética. Tendré poca libertad de movimientos con el apagón nuclear”.
La radiografía es nítida. Los tres reactores, localizadas en la provincia de Tarragona, generaron 23.984,9 gigavatios de electricidad en 2023, representando un 57,6% de la generación total de Cataluña (41.620,2 GWh), según Red Eléctrica. Esta producción nuclear supuso más de la mitad (53,4%) del consumo eléctrico de la comunidad autónoma (44.894,2 GWh) en 2022.
Con la clausura, la red de generación catalana perderá sus 3.033 MW de potencia instalada y su sustitución por renovables supondría un ejercicio casi irrealizable antes del cierre. En Cataluña, una instalación fotovoltaica genera de media 1,3 GWh/año por cada MW instalado. En 2022, sus 298 MW instalados de esta fuente energética generaron 384,7 MWh. Mientras, Ascó I, Ascó II y Vandellós II, con sus 3.033 MW instalados, han generado 23.984,9 GWh. Es decir, que generaron 7,9 GWh de media por cada MW instalado, lo que supone un rendimiento seis veces superior al de las plantas fotovoltaicas.
Inviable despligue solar
Se necesitarían, por tanto, 18.450 MW de potencia instalada de paneles solares para compensar el cierre de las tres centrales nucleares, algo que supondría tener que multiplicar por 62 las instalaciones actuales de Cataluña a un coste brutal.
Extrapolando las cifras que maneja la actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) -una inversión de 18.182 millones de euros para añadir 32.100 MW de nueva potencia fotovoltaica en el conjunto de España-, la inversión necesaria para construir 18.450 MW fotovoltaicos más en Cataluña ascendería a 10.258 millones de euros.
Un desarrollo que impactaría, además, en el entorno porque para disponer de un MW de potencia eléctrica en una fotovoltaica se necesitan dos hectáreas de terreno, por lo que sería necesario construir placas en 36.900 hectáreas del territorio catalán para compensar el cierre nuclear, lo que supondría casi cuatro veces la superficie total de la ciudad de Barcelona o el 6,4% de la provincia de Tarragona.
El elevado esfuerzo inversor choca con las trabas burocráticas y sociales a las renovables en Cataluña. Según datos de Red Eléctrica, desde 2015 sólo se han puesto en operación 38 MW de fotovoltaica, con una potencia instalada 305 MW. La evolución de la energía eólica ha corrido una suerte parecida, al crecer en solo 107 MW, hasta los 1.376 MW.
“Es imposible a nivel económico y tecnológico meter renovables para suplir el 56% de la nuclear, pero, aunque se hiciera, no sería suficiente porque necesitas almacenamiento para acumular tal cantidad de energía. El cierre es papel mojado, aunque vende muy bien. La realidad es que cuando llegue el apagón, tendremos una red muy inestable con solo una fuente de energía de soporte, el gas”, concluye Altés.