Análisis

El capitalismo impulsa el progreso, no el socialismo

El PIB per cápita de los países con economías más libres ronda los 50.000 dólares, frente a menos de 10.000 en las economías cerradas e intervenidas. España es el peor país de la UE desde 2019 en indicadores económicos

Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro SánchezAlberto R. RoldánLa Razón

No importa lo que diga la propaganda política: si revisamos los datos, resulta evidente que la vida de las personas es mucho mejor allí donde hay capitalismo y mucho peor cuando impera el socialismo. El Instituto Juan de Mariana (IJM) demostró con su Indicador de Gestión Económica que España es el país con peores resultados de la Unión Europea para el periodo 2019-2023 en aspectos como el crecimiento, el empleo, la renta, la deuda o los impuestos, mientras que Irlanda ocupa la mejor posición de la tabla. Hay ejemplos aún más extremos. A nadie escapa que la población de Corea del Sur vive mejor que la de Corea del Norte, que a los chilenos les ha ido mejor que a los argentinos a lo largo de las últimas décadas o que el Muro de Berlín se levantó para evitar que la gente emigrase de Este a Oeste y no al revés. De la misma manera, las reformas de mercado de dirigentes democráticos como Margaret Thatcher y Ronald Reagan o líderes autocráticos como Deng Xiaoping han puesto de manifiesto que abrir la economía británica, estadounidense y china tuvo un impacto muy positivo en el bienestar de la población.

Podemos discutir hasta la extenuación sobre los méritos teóricos del socialismo y el capitalismo pero me parece más inteligente tomar un enfoque práctico y determinar qué sistemas funcionan mejor en la práctica. En todo el mundo encontramos ejemplos de uno y otro tipo de política económica, de modo que los resultados de seguir un camino u otro nos permiten sacar conclusiones. Eso es lo que hago en mi libro «En defensa del libre mercado», que concluye la superioridad del capitalismo frente a las distintas formas de intervencionismo en la producción. Si nos fijamos en el informe Libertad Económica en el Mundo, que divulga el IJM, las economías más abiertas del mundo son Singapur, China, Suiza, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Irlanda, Dinamarca, Australia, Reino Unido y Canadá. También figuran en el top 10 otros países como Taiwán, Estonia, Lituania, Islandia, Luxemburgo, Mauricio, Chequia, Finlandia, Suecia y Japón. En las 30 primeras posiciones también están Costa Rica, Países Bajos, Alemania, Malta, Georgia, Letonia, Rumanía, Austria, Noruega y Chile. En cambio, las posiciones de cola son para Venezuela, Zimbabue, Siria, Sudán, Yemen, Irán, Libia, Argentina o Argelia, y solamente en el caso argentino se aprecian signos de mejora.

Los países que han avanzado su libertad económica a lo largo de los años han progresado de manera notable. El caso de Vietnam es llamativo, puesto que en su día fue un bastión antiamericano adherido a la corriente comunista. La pobreza generalizada que trajo esta apuesta obligó a sus líderes a impulsar en 1986 las reformas Doi Moi, término que apela a la «innovación» y «renovación» de la economía del país. Vietnam ya está en el número 106 del ranking, con una nota de 6,26 puntos, y aunque esta posición no es brillante, lo importante aquí es que su calificación era abismal hace apenas tres décadas. Otro país que ha liberalizado su economía de forma rápida y continuada es Polonia, que se ha convertido en una de las antiguas repúblicas soviéticas que más hábilmente ha sabido lograr la transición al mercado.

Es imposible medir la libertad económica en base a solo dos o tres indicadores. Por ejemplo, Suecia ocupa la posición 17 en dicho ranking, pero si solamente nos fijásemos en su modelo impositivo o sus niveles de gasto encontraríamos al país escandinavo en un lugar mucho más discreto. Esto nos recuerda que la libertad económica también depende de cuestiones como los derechos de propiedad, la seguridad jurídica, la ausencia de corrupción, la flexibilidad laboral, la libertad de empresa, la estabilidad monetaria, la apertura comercial, la facilidad para la inversión, la solvencia financiera, etc.

El PIB per cápita de los países con economías más libres ronda los 50.000 dólares, mientras que los modelos de economía cerrada e intervenida arrojan una renta por habitante inferior a los 10.000 dólares. Ocurre lo mismo con la tasa de pobreza de las economías en vías de desarrollo, que es cuatro veces menor en aquellas economías con más libertad que en los países donde se siguen ensayando las viejas y caducas recetas socialistas.

De hecho, si nos fijamos en la renta de los más pobres, en los indicadores de salud y educación o en las métricas referidas a la protección medioambiental, encontramos que todos estos indicadores de progreso son mucho mayores allí donde hay más libertad económica.

Rainer Zitelmann es uno de los analistas económicos más influyentes de Alemania