Opinión
Intereses o el que avisa no es traidor
El BCE no se anda por las ramas y vuelve a insistir en que los tipos de interés seguirán al alza de forma contundente al menos a medio plazo
Nouriel Roubini, el economista también conocido como el Dr. Catástrofe y que predijo la Gran Recesión, se ha paseado por Madrid y Barcelona para promocionar su nuevo libro, también algo apocalíptico: «Megamenazas» (Deusto). El gurú tildado de lúgubre, que se define como realista y que quizá esté algo superado por su propio personaje, hace honor a su propia leyenda y advierte de que estamos peor que en 2008, aunque rechaza que sea pesimista y recuerda algunos de sus pronósticos, también cumplidos, más halagüeños que los de algunos colegas. Roubini, no obstante, dice que no hay que lanzar las campanas al vuelo por los éxitos de los últimos meses contra la inflación, porque esa era la parte fácil, y que ahora queda la difícil, que es hacer que pase de alrededor del 6% al 2%, que es el que desean en teoría los dos grandes bancos centrales, la Reserva Federal Americana (FED), que capitanea Jerome Powell, y el Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde.
Los mercados esperaban el jueves el dato de la inflación en Estados Unidos, que se ha quedado en el 6,5% y eso da, en teoría, un respiro. Los tipos de interés al otro lado del Atlántico seguirán al alza, pero quizá con algo menos de brusquedad. El ciclo económico en Europa, en la Eurozona, va algo más retrasado y también el dinero es todavía más barato. Sin embargo, nadie debe hacerse ilusiones. La alemana Isabel Schnabel, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, ha sido contundente esta misma semana: «Consideramos que los tipos de interés aún tendrán que subir significativamente a un ritmo constante y ser lo suficientemente restrictivos» para asegurar que la inflación vuelve al 2%.
Unas palabras casi idénticas a las que pronunció en Madrid el miércoles, en el foro del Spain Investors Day, Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España y miembro también del Consejo del BCE: «Prevemos seguir incrementando significativamente los tipos de interés en las próximas reuniones, a un ritmo sostenido, hasta alcanzar niveles lo suficientemente restrictivos para asegurar que la inflación vuelva a situarse en el objetivo del 2% a medio plazo». Más claro, agua, y la única duda es hasta dónde puede extenderse ese «medio plazo», que bien podría ser todo este año 2023. Por lo tanto, nadie, sobre todo empresas, pero también familias, que piense o tenga necesidad de endeudarse, puede esperar que los tipos de interés vayan a bajar y, por lo tanto, deberán hacer sus cuentas con esa previsión. El BCE lo ha advertido y lo advierte con reiteración, entre otros motivos, porque no pretende pillar a nadie desprevenido, sino todo lo contrario y se aplica el refrán de que «el que avisa no es traidor».
Los expertos –y también el BCE– coinciden en que la economía volverá a desacelerarse en el primer trimestre del año, por lo menos. Sin embargo, como también afirmó Hernández de Cos, «si se produjera una recesión en el área del euro, sería relativamente corta y poco profunda». Un factor más para olvidarse de una relajación monetaria, es decir, tipos de interés a la baja.
España, también según los gurús, eludirá casi con toda seguridad la recesión técnica –dos trimestres seguidos con descenso del PIB–, pero mantendrá un crecimiento raquítico, en un año repleto de incertidumbres, entre las que destacan las elecciones generales, en teoría para el final del ejercicio, salvo sorpresa mayúscula y que el presidente Pedro Sánchez las adelantara. Los que quieren ver la botella medio llena, con el Gobierno y la vicepresidenta Nadia Calviño a la cabeza, alardean de que la economía española es la que más crece de la Eurozona y que puede mantenerse en esa vanguardia en 2023. Los que ven la botella medio vacía recuerdan que todavía no se ha recuperado el PIB de antes de la pandemia y que con los bajos crecimientos previstos para los próximos meses no se eludirá la crisis, ni mucho menos. No obstante, el que se eluda o no la recesión por unas décimas es como discutir sobre el sexo de los ángeles, que en este caso sería el sexo de la recesión. No hay mucha diferencia para la actividad económica en que el PIB retroceda un 0,1% o avance un 0,1%, salvo que esa situación se pueda definir como recesión.
En España, además, el Gobierno, porque es año electoral, está decidido a inyectar todo el dinero que sea posible, lo que significa más gasto y que quizá a partir de ahora ya no se puedan obtener resultados tan espectaculares en la lucha contra la inflación como los de los últimos meses, basados además en el mantenimiento de unos precios dopados a la baja. Y, por supuesto, ahí está el problema de la deuda, en España y en todas partes, que puede empezar a ser incontrolable como también dice Roubini.
La batalla contra las eléctricas y la pseudonacionalización de un sector
Las compañías eléctricas y la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, siguen a la greña y la bronca va a más. El Gobierno ha enviado a Bruselas una propuesta de reforma del mercado eléctrico que supone un intervencionismo radical y un sistema de contratos fijos que incidirá en la línea de flotación de los beneficios de las compañías eléctricas que, claro, advierten que pueden poner en peligro futuras inversiones. No es una nacionalización del sector, pero en parte se le parece.
Revolución interna y el final de la fusión con Bankia
CaixaBank, la entidad que preside José Ignacio Goirigolzarri, con Gonzalo Gortázar de primer ejecutivo, ha protagonizado una pequeña revolución al reorganizar su comité de dirección, con la salida de Juan Antonio Alcaraz, hasta ahora número tres de la entidad, y su sustitución por tres personas –Jaume Masana, María Vicens y Jordi Nicolau–, que elevan a 16 el número de miembros del organismo. Supone también la culminación de la fusión con Bankia, ya muy diluida en el nuevo banco.