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El taller que indaga en la masculinidad tóxica detrás de 'Adolescencia': “Dibujan un hombre violento que no quieren ser”

Talleres de masculinidad adolescente.

Ariadna Martínez

25 de marzo de 2025 22:05 h

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–¿Cómo dirías que se siente el ser un hombre?

–Es como si quisieras pillarme. Yo qué sé.

Es parte del diálogo de una de las escenas más significativas de la serie de Netflix Adolescencia, la ficción que se ha convertido en un éxito a fuerza de dejar al público sin palabras, desconcertado. La trama sigue a Jamie Miller, un chico de 13 años acusado del asesinato de una compañera de clase, y ha disparado una reflexión acerca de si la sociedad está consiguiendo entender realmente a las nuevas generaciones, que a veces parecen inescrutables: si estamos tratando de mirar desde donde ellos miran y ver lo que ellos ven. Y lanza otra pregunta: ¿cuál es la idea de masculinidad que tienen los varones adolescentes de hoy? 

“Hay muchísimos discursos sobre la masculinidad, sobre todo en redes sociales, pero también entre tus amigos y conocidos. Salen muchísimos vídeos que tratan de decirte que tienes que ser un hombre fuerte física y mentalmente. Te hablan de que tienes que ser un hombre frío, calculador. Yo paso un poco de esos vídeos. En eso no tengo muchas dudas”, cuenta Rubén, de 16 años. 

Rubén cree que reciben muchas indicaciones –y muy precisas– sobre la masculinidad. “No es: ‘podrías ser así’, sino ‘tienes que ser de esta forma’. ‘Eres un hombre, tienes que ser fuerte, tienes que tener éxito, ser atractivo’, y yo qué sé, cada persona puede ser de la forma que quiera. Sería buena idea que, en vez de que todo el rato nos estén dando caminos fijos, nos ayudasen un poco a pensar en quiénes queremos ser, cómo queremos ser”, analiza.

Se nos dan muchas indicaciones muy, muy, precisas sobre la masculinidad. No es: ‘podrías ser así’, sino ‘tienes que ser de esta forma

La Fundación Iniciativa Social lleva años tratando de ponerse en el lugar de los adolescentes para intentar arrojar algo de luz al auge de la ‘manosfera’, un concepto que también se menciona en la serie. Jesús Moreno, psicólogo especializado en masculinidades y coordinador de proyectos de la fundación, es el responsable de unos talleres en los que, asegura, han descubierto cosas que al principio ni llegaban a imaginar.

Retrato robot de la masculinidad

Generalmente suelen ser en aulas masculinizadas, con alumnado de entre 16 y 18 años. Y sin que tengan ningún conocimiento previo de en qué consistirá el taller, les reciben con una consigna: dibujar colectivamente un hombre. “Es una herramienta muy útil. No sacas lo que tú quieres contar sobre la masculinidad, sino que ves qué modelo tiene en su imaginario colectivo el grupo”, explica Moreno.

Moreno lleva siete años realizando este taller en Andalucía, y asegura que en más del 95% de los casos sale más o menos el mismo perfil: “Es un hombre de metro noventa, muy musculado, que generalmente suele ir vestido con estilo informal, y en muchas, muchas, ocasiones, lleva armas. Suele tener algún componente de lo que ellos consideran la cultura carcelaria, como los nudillos tatuados. Siempre tiene drogas y un miembro enorme, desproporcionado. También suelen dibujarlo rodeado de fajos de dinero, de coches de lujo, prostitutas, y, cada vez más, sale un perfil que se parece al de un neonazi, incluso con esvásticas”, describe el experto. 

Una vez que cada grupo tiene su dibujo, les preguntan qué es lo que siente ese hombre. La respuesta suele girar sobre tres ejes: soledad, tristeza, o nada. Y suele expresar esos sentimientos a través de la ira, o pegándole puñetazos a la pared. ¿Y en qué piensa? “Dinero, prostitutas, drogas, fútbol, coches, motos, y para de contar. Solo a veces aparece la familia”, resume el psicólogo. Sexoafectivamente se relaciona siendo un “dominador”, “violador”, o “empotrador”. Este retrato robot del hombre resuelve sus conflictos “a hostias, a navajazos, a puñetazos, o a balazos”. Para finalizar, le preguntan a los adolescentes cómo acaba este hombre. “Asesinado”, “suicidándose” o “en la cárcel”, responden.

No quiero que se proyecte una especie de desesperanza hacia los chavales. Yo sé que este prototipo de tío sale, pero sé que los chavales no quieren ser así

Moreno destaca que todas estas respuestas de los adolescentes están muy alejadas de lo que podríamos esperar desde nuestra perspectiva adulta, y mucho menos desde la de padres. “No quiero que se proyecte una especie de desesperanza hacia los chavales. Yo sé que es significativo que este prototipo de tío sea lo primero que se les viene a la cabeza, pero sé que los chavales no quieren ser así. Ellos te están haciendo el esperpento, la parodia”, explica. Lo sabe porque la segunda parte del taller va sobre el hombre que los adolescentes desean ser. Y todos tienen claro que no es el del dibujo.

Además, está seguro de que si este ejercicio se realizase de forma individual y no por grupos, no saldrían imágenes como estas. Es precisamente ese uno de los aspectos clave: lo que buscan es sacar “ese sentimiento grupal”, ver lo mucho que se influencian entre sí. De hecho, en esos grupos de cuatro o cinco, explica Moreno, siempre hay uno o dos chicos que casi no participan.  “Adoptan una posición mucho más pasiva, casi ni se implican en el dibujo. Se nota que están pensando que ellos no querrían ni dibujar ni escribir eso. Pero es mucho más fácil dejar que aquellos que quieren cumplir la norma, explicitarla, o hacer ese engorilamiento grupal, sigan adelante antes que pararlos”, apunta.

Muchas veces llegan a reflexiones cuando están tratando de excusarse: “Esto lo he aprendido de mi padre”, “esto lo he visto en las películas”, “nosotros no tenemos la culpa de que la sociedad nos haya criado así”... Entonces Moreno se acerca a la pizarra, escribe “culpa”, lo tacha, y pone: “responsabilidad”. “Y hablamos de que no tenemos la culpa, pero sí la responsabilidad de no seguir ejerciendo estas violencias o comportamientos”. 

Cuando somos capaces de conseguir que ellos mismos sean los que tomen conciencia sobre ello, es cuando le estamos ganando a ‘la manosfera’

 “¿Vosotros queréis ser así? ¿Querríais estar cerca de este tipo de hombre? ¿Queréis ser hombres que infunden miedo?”. Las preguntas resuenan mientras las cabezas niegan casi al unísono. Pero Moreno va más allá y, para que conecten con el temor que muchas veces pueden sentir las mujeres, lanza la cuestión de si sus padres alguna vez han pegado un puñetazo en la pared, y si sintieron miedo. Ahí algunos rostros se ensombrecen o se encienden, y dan paso a lo que el psicólogo denomina fenómeno 'Eso es verdad'. Se alzan las manos, las voces. “Pues sí que es verdad que a veces nosotros nos engorilamos mucho cuando estamos delante de chicas, pero en realidad no queremos actuar así”.

Si eso pasa, Moreno sabe que el taller ha tenido éxito. Surgen reflexiones, y empiezan a comentarlas entre ellos. Se oyen frases como: ‘Tío, es verdad que no sé llorar’. “Cuando somos capaces de conseguir que ellos mismos sean los que tomen conciencia sobre ello, es cuando le estamos ganando a la manosfera”, se entusiasma el psicólogo.

Cómo sí quieren ser

Pablo, a sus 19 años, se sigue sorprendiendo con lo que ve y con que mucha gente a su alrededor “se deje influenciar por esas ideas”. Él, dice, tiene claro cómo quiere ser. Pese a ello, cree que “muchas personas pueden sentirse perdidas” por “las grandes diferencias de ideas” que les llegan a los adolescentes. Y defiende que es crucial que en casa se les ayude y guíe en ese camino.

Aquí entra otro elemento: los discursos muy divergentes que reciben los mueven entre la exigencia social hacia un lado y el contrario. “Está la parte del movimiento feminista que nos dice que hay cosas de la masculinidad que pueden ser dañinas. Ahí sí que siento más confusión”, reconoce Rubén. “En estos años he notado como cierto rechazo hacia la masculinidad. Mis compañeras del instituto, por ejemplo, siempre hablan de que todos los hombres son mentirosos, infieles, o fríos. Sí que puedo entender por qué, pero claro, sentimos este rechazo generalizado”, explica.

“Los chavales están tan perdidos como lo estábamos todos a su edad, tienen esa incertidumbre, y están verdes, no saben, pero sería interesante dejar de decirles que ‘esto es así o esto es asá’ y empezar a preguntarles: ‘¿por qué esto es así y por qué esto es asá?’, en que desarrollen el espíritu crítico”, reflexiona Moreno.

El mundo está lleno de hombres que se relacionan desde su soledad con otros hombres. No solemos tener relaciones de calidad, sino operativas y pragmáticas

Por eso, la segunda parte del taller propone también preguntas. Tras la construcción del retrato robot del hombre que creen que deben ser, los especialistas piden a los adolescentes que le den la vuelta al papel y escriban: “El hombre que quiero ser”. Y les plantean tres cuestiones: “¿qué tipo de hombre quieres ser?”, “¿cómo quieres ser recordado?” y “¿cómo quieres tratar a las personas de tu entorno?”. La imagen no puede ser más antagónica: hablan de un hombre bueno, de familia, trabajador, que quiere ser recordados “como una buena persona, como alguien gracioso, o ”por el cariño que le ha dado a los demás“.

Y a partir de ahí, abordan cómo van a conseguir ser ese hombre, qué herramientas tienen y qué compromisos van a adquirir a partir de ese día. “Esto es importante, porque si no sabemos hacer que traduzcan todo esto a experiencias cotidianas, y si no somos capaces de darles certezas para que ellos sepan a dónde caminar, es muy difícil, porque muchos no saben cómo hacerlo”. De aquí salen ideas para aplicar en el día a día: “No voy a elegir a mis compañeras las últimas en los deportes”, “no les voy a dar balonazos en el patio” o “no voy a interrumpirlas cuando están hablando”, proponen los chicos. 

Sin embargo, les cuesta aún más pensar en cómo cuidar a otros hombres, a sus compañeros. Para ello hacen un ejercicio que llaman ‘el túnel de los buenos tratos’. Todos forman un túnel y el que pase por él debe de sentirse cuidado. “Ves cómo no saben cómo tocar a sus compañeros sin agredirlos. A lo mejor les hacen una caricia en el hombro, pero que termina en una palmada” cuenta el psicólogo. 

Reflexionan, entonces, acerca de que ellos también merecen una red de cuidados sólida y afectiva, como las que suelen formar sus compañeras entre sí. “El mundo está lleno de hombres que se relacionan desde su soledad con otros hombres. No solemos tener relaciones de calidad, sino operativas y pragmáticas”, afirma Moreno.

Están “tan perdidos como lo estábamos todos a su edad”

Si fuese Jesús Moreno el que tuviese que construir un retrato de un adolescente a día de hoy, cree que pensaría “en las cosas que piensan todos los adolescentes: quién les gusta, qué va a hacer con su vida, quién va a ser, y en sus intereses, que pueden ser las redes sociales, el deporte... También piensan todo el rato en la relevancia social, en qué papel ocupa él dentro del grupo. Y también son muy nihilistas. Tienen muy pocas certezas, mucha incertidumbre”. 

“¿Estamos dispuestos a saber lo que piensan los chavales y a no seguir proyectando sobre ellos sus propias necesidades?”

“Creo que sienten mucha soledad, tristeza, frustración, y siguen guardándose mucho esas emociones, pero también son chavales, y también se divierten, tienen mucha alegría, y están súper despiertos”. No saben muy bien cómo resolver sus conflictos y, asegura, agradecen sobremanera cuando les enseñan estrategias más asertivas. 

Respecto a cómo se relacionan sexoafectivamente, Moreno cree que ahí “tenemos todavía una tarea bastante densa. Sobre todo, por la influencia de la pornografía”. Pero dibuja un horizonte esperanzador: “Yo creo que lo están intentando cambiar porque ellas han cambiado, y ellos no son tontos. Dentro de ese cambio, si les proponemos cosas, si les ayudamos, lo harán para bien. Si no, se rebotarán”. 

“Creo que los adolescentes de ahora tienen un potencial impresionante y que nos dan mil vueltas en muchas cosas. Son, por ejemplo, la generación que más crítica está siendo con el alcohol”, recuerda el psicólogo, qu, sin embargo,o cree que solo podremos avanzar si tenemos en cuenta a los jóvenes en las acciones y estrategias que realizamos para su beneficio, ya que pecamos de ser adultocentristas. “Habilitemos canales para ello. Tenemos tutorías con ellos cada semana. Lo podemos hacer”. Y arroja una pregunta: “¿Estamos dispuestos a saber lo que piensan los chavales y a no seguir proyectando sobre ellos sus propias necesidades?”.

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