Tour de Francia
Se cumplen treinta años del triunfo de Perico en el Tour
Bahamontes y Ocaña eran hasta entonces los únicos ganadores españoles de la carrera francesa. El acontecimiento convirtió a Delgado en uno de los deportistas del momento.
Bahamontes y Ocaña eran hasta entonces los únicos ganadores españoles de la carrera francesa. El acontecimiento convirtió a Delgado en uno de los deportistas del momento.
Los autógrafos han dejado paso al «selfie», pero Pedro Delgado sigue siendo uno de los personajes más demandados por los aficionados en las salidas de la Vuelta. El motivo hay que buscarlo en las tardes de verano de hace 30 años, cuando sólo había dos canales de televisión en España y uno de ellos dedicaba la sobremesa al Tour. Rozó el triunfo en el 87 y remató en el 88, una hazaña que le convirtió para siempre en ídolo del deporte español.
«Hay dos momentos que recuerdo especialmente, el día de Alpe d'huez y la llegada a París», recuerda Perico a LA RAZÓN. En Alpe d'huez ya se había vestido de amarillo el año anterior, pero una pájara en los últimos tres kilometros permitió que Stephen Roche, que llegó asfixiado a meta y necesitó la ayuda de oxígeno externo, le recortara unos segundos decisivos para el triunfo del irlandés en París.
Pero aquel día, Pedro no estaba dispuesto a que sucediera lo mismo. «Me sentía el patrón de la carrera, como Froome ahora. Ataco aquí, organizo el equipo de esta manera...». Y así, con la ayuda de su equipo, consiguió vestirse el maillot amarillo que ya no abandonaría hasta París. «Arroyo iba calentándome la cabeza en la subida de La Madelaine, que la gente iba muerta y había que liarla», recuerda Perico. Y eso fue lo que hicieron. Indurain, que era un aprendiz, la lió bajando y cuando la carrera llegó al avituallamiento ya estaba rota. «Nos valió para limpiar la carrera», dice. En el Glandon, Jesús Rodríguez Magro y Omar Hernández se encargaban de marcar el ritmo. «Esa etapa la recuerdo con orgullo. Fui capaz de rematarla bien», afirma el tercer español capaz de ganar un Tour. «Bernard, Charly Mottet y otros favoritos desaparecieron. Me quedé con Parra, Rooks y Theunisse, pero yo era superior en montaña y en contrarreloj», recuerda. Al final, Rooks y Fabio Parra fueron sus acompañantes en el podio.
Allí, en París, Perico creía flotar. «Te sientes como una marioneta, te llevan de un lado para otro, el maillot, una entrevista, una foto... Pero en ese momento en que estás en el podio y suena el himno, levitas. Es un momento de paz interior. Me acordaba del 83, cuando soñaba que iba a ganar el Tour», rememora. «En ese momento te emocionas».
Pero antes de llegar a París tuvo que superar el golpe del falso positivo. «Fue un momento de shock, no entendía nada», afirma. La noticia de que había dado positivo por probenecide le golpeó. Pero nunca se sintió solo. Tuvo la ayuda de Luis Puig, el español que era presidente de la UCI, y de todas las autoridades españolas. Se trataba sólo de «un fallo del sistema, no un fallo de Perico». El probenecide, la sustancia por la que se anunció su positivo, estaba prohibido por el COI, pero no por la UCI. En aquel momento, los ciclistas profesionales no podían participar en los Juegos y, por tanto, el ciclismo, como tantos otros deportes, no se sometía a las reglas olímpicas. «Si ni siquiera sabía lo que era el probenecide», recuerda Pedro.
El enredo se solucionó y Delgado pudo lucir su maillot amarillo en París. Repartió todos los que había ganado entre los compañeros del Reynolds y sólo se quedó dos, aunque pronto sus recuerdos quedaron reducidos a la mitad. Uno de sus maillots desapareció en el Lido, en la fiesta en honor del ganador entre el trajín de las fotos y los homenajes. El que le queda lo enmarcó una vez, pero ahora lo tiene doblado junto a los jerseys de ganador de la Vuelta. «Siempre hay alguien que te lo pide para un reportaje o para una foto y no lo he vuelto a enmarcar», dice. Los maillots, en aquella época, eran un bien escaso. Como los leones de peluche del banco que ya entonces patrocinaba al Tour. «Ahora puedes comprarlos o pedirle al Tour los maillots, pero entonces eran únicos. Sólo había uno para el ganador». No hubo para todos, entre auxiliares y compañeros, pero Pedro guarda su maillot y su Tour, aquel que ganó cuando los españoles lo ganaban cada catorce o quince años.
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