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Vargas Llosa: «La novela salvará a la democracia o morirá con ella»

El novelista, el primer escritor en lengua española que ingresa en la Academia Francesa, defiende la importancia de los libros para la sociedad en su discurso

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Mario Vargas Llosaya es inmortal. Es el primer escritor en lengua española que ha entrado en la Academia Francesa este jueves ocupando el sillón 18 de esta institución fundada en 1635 por el cardenal Richelieu y a cuyos selectos miembros desde entonces se les conoce como «inmortales». Su caso es remarcable y desde cualquier punto de vista excepcional porque rompe reglas. A sus 86 años, también supera la barrera de 75 años que en principio tiene fijada la institución para su acceso. El hecho de no haber publicado nunca en francés o sus posiciones políticas, abiertamente liberales, también habían suscitado críticas entre algunos círculos de intelectuales franceses que lo han tachado de cercano a la extrema derecha. Pero aún con todo eso en su contra, el ser un declarado francófilo, rendido admirador de clásicos como Alexandre Dumas o Gustave Flaubert y sus múltiples ensayos y relación de ferviente amor por la cultura francesa han pesado más en la balanza. Quizás porque ha pesado lo que tenía que pesar ha ganado la excelencia, según cuentan para LA RAZON fuentes de la institución. El Nobel hispanoperuano, arropado por sus hijos y su exmujer Patricia, destacó la importancia de la novela para la salud de la vida democrática en su discurso de entrada en una concurrida ceremonia celebrada en el anfiteatro del Instituto francés a orillas del Sena, donde destacó la presencia del Rey Juan Carlos I que llegó acompañado de su hija Cristina. «La novela salvará a la democracia o morirá con ella» afirmó el hispanoperuano como idea eje de un discurso hilado en torno a los libros y su importancia para la sociedad. «La vida debería ser como los libros: plena libertad en todo y para todos, aunque los libros permitan algunos excesos en la vida serían inadmisibles, especialmente en lo referido a violación de los derechos humanos, reconocidos por los gobiernos democráticos, aunque con demasiada frecuencia como efecto anuncio». En este sentido, Vargas Llosa no ha obviado criticar regímenes autoritarios con mención especial al capítulo que marca la actualidad internacional desde hace un año: la guerra de Putin. El Nobel ha ensalzando la resistencia de Ucrania a pesar de la superioridad militar rusa. El autor de «Conversación en la Catedral» declaró su amor por Francia como patria literaria. Y situó la literatura como la más elevada de las artes narrativas. Y en especial, la francesa, de la que ha afirmado que «ha hecho soñar a la humanidad entera con otro mundo mejor». El discurso de Vargas Llosa fue también, en buena parte, un elogio al antecesor en el sillón 18 que ocupará a partir de ahora: el filósofo Michel Serres, fallecido en 2019. «Su prestigio consistía sobre todo en que era un humanista que conocía las ciencias llamadas frías y un cientiífico que se movía con desenvoltura en las humanidades» ha señalado el peruano sobre su antecesor en una especie de ritual que se repite con cada ingreso en la longeva institución
Tal y como manda la tradición, vestido con un traje de levita negro, bordado de motivos verdes de hojas de olivo, Vargas Llosa cerró en la venerable institución a orillas del Sena un círculo que empezó en 1959, cuando desembarcó en París como un joven y casi desconocido autor. Cuando estudiaba en Lima, recordó, «aspiraba secretamente en convertirme en un escritor francés. Estaba convencido de que era imposible ser escritor en Perú, un país sin editoriales y con escasas librerías».
La centenaria institución encargada de velar por la lengua de Molière lucía este jueves un dispositivo especial policial por la presencia del rey emérito. La expectación era máxima entre los periodistas y a su llegada, un sonriente don Juan Carlos afirmaba que se encontraba «muy bien», apoyado en un bastón y acompañado de su hija Cristina, antes de sentarse en una privilegiada primera fila del anfiteatro para ser testigo del acto. Al término del acto, en los corrillos con periodistas, Vargas Llosa dijo sentirse muy gratificado por la presencia del emérito lamentando que, en su opinión, España «no esté tratando del todo bien» a Don Juan Carlos. El escritor defendió tras el acto que buena parte de las libertades de las que gozamos en España se las debemos a la figura de Juan Carlos I. «Creo que había que reconocerle al rey de una manera efectiva lo reconocidos que estamos los españoles por la libertad que gozamos hoy en día», sentenció tras el acto solemne. Antes de abandonar el acto, y ya casi metido en su vehículo, don Juan Carlos ha afirmado que «seguramente» vuelva pronto a España.
El clan familiar de los Vargas Llosa al completo no quiso perderse este histórico día. Sus hijos, Álvaro, Gonzalo y Morgana, estuvieron al lado de su padre. Alguien que también estuvo muy presente, para sorpresa de todos, fue su exmujer Patricia Llosa, que viajó a la capital francesa junto al resto de la familia. Los Vargas Llosa posaron a las puertas de la Academia dejando entrever la unidad que existe entre ellos a pesar de las últimas polémicas que han salpicado al escritor en la prensa del corazón. Cosas del destino, resulta paradójico que fue en París la ciudad en la que comenzó su historia de amor hace más de seis décadas y, ahora, ocho años después de su sonada separación, la ciudad de la luz sea clave para que el ex matrimonio retome su relación.
A partir de ahora, ya en el selecto club de los inmortales, Vargas Llosa, según las reglas de la institución, se reunirá una vez por semana con ellos, cada jueves, en privado y a las 15.00 horas, y su misión será la de contribuir al perfeccionamiento de la lengua francesa y actualizar el diccionario. Algo muy parecido a la Academia española. El escritor explicó su ambición de compartir su tiempo entre la española y la francesa «Venir quince días a la Academia Francesa y luego quince días a la Española».