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Oreja de consolación para Rufo del único "alcurrucén" con un mínimo de casta en Zaragoza

El toledano acabó cortando una oreja al sexto toro de la corrida de hoy, el único con un mínimo de casta y duración de un lote vacío que se sumó al que hasta ahora es un claro fiasco ganadero del ciclo zaragozano
Pase de pecho de Tomás Rufo en Zaragoza
Pase de pecho de Tomás Rufo en ZaragozaJavier CebolladaEFE
La Razón

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Esa oreja de poco peso específico sirvió de consolación no solo al torero sino también al siempre bonancible público de la tarde de vísperas de la fiesta grande, que, con muchas ganas de aplaudir, hasta entonces no había tenido motivos reales para solicitar los trofeos que estaban deseando conceder, como supuesto aval para presumir en las cenas de haber presenciado una "buena corrida".
Pero hoy no hubo tal, básicamente porque la muy desigual corrida de Alcurrucén, en la que pocos ejemplares, por voluminosos que fueran, estuvieron a la altura del trapío exigible en una plaza de primera, no dio juego alguno en los cinco primeros turnos, marcados por la nula raza, cuando no la mansedumbre, y una generalizada falta de fuerzas.
Uceda Leal, que sustituía a Daniel Luque, se enfrentó en primer lugar a un "zapatito" lucero y salpicado, que se tambaleó en los primeros tercios y llegó casi agonizante a la muleta del veterano espada madrileño, y apenas pudo esbozar algunos pasajes de temple con el quinto, un toro de 602 kilos, pero con escasa seriedad en su presencia.
Descoordinado en banderillas y prácticamente agotado, el simplón zambombo aún tomó los engaños en una docena de ocasiones gracias a la suavidad con que Uceda lo trató, sin exigirle apenas, pero todo quedó en un espejismo.
El segundo, otro toro también muy bajo de agujas, pero quebrado de lomo, tuvo cierta voluntad hasta el tercio de banderillas, solo que Sebastián Castella se encargó de anulársela en un inicio de faena inexplicablemente duro, con muletazos de poder que secaron y afligieron a un toro descastado con el que se alargó sin brillo alguno en la parte central de la faena. Aun así, se le aplaudió el movido "arrimón" final, ya con el toro desfondado, y un remate por manoletinas que fueron los muletazos más templados de todo su trabajo, antes de dejar a la gente con las ganas de sacar los pañuelos por su desacierto con la espada.
El quinto se lo brindó el francés a toda la cuadrilla, chóferes y apoderado incluidos, que le ha acompañado durante esta temporada de reaparición en que se ha aupado al segundo lugar del escalafón, pero no logró honrar la dedicatoria con otro vacío "alcurrucén" ante el que le faltó temple y le sobraron pausas y metraje.
Tomás Rufo pasó al tercero con ligereza muy pegado a las tablas, allí donde se acabó refugiando el manso desde que las divisó en el tercio de banderillas como camino de salida. Y, aunque le jalearon la voluntad, también los fallos con los aceros apagaron la euforia festiva de la gente. Pero, al fin, hubo un suficiente agarradero para sumar a la estadística orejera con un sexto largo de viga y aún más largo de cuello, ese que, tras protestar en banderillas y ya en el último tercio, quiso siempre descolgar a ras de arena con un mínimo de casta y mucha nobleza. A esa virtud opuso Rufo la misma voluntad, aunque no la suficiente precisión, en distancias, pulso y ajuste, para apurarla con intensidad, con muletazos de buen trazo salpicados en un conjunto poco macizo, antes de que el de Alcurrucén también empezara a aburrirse en una pelea que el toledano, ahora sí, cerró de una estocada con defecto, pero de rápido efecto para provocar la ansiosa pañolada.
Miércoles 11 de octubre de 2023. Plaza de toros de "La Misericordia", Zaragoza. Quinto festejo mayor de abono de la Feria del Pilar, con dos tercios del aforo cubiertos (unas 7.000 personas), en tarde calurosa
Toros de Alcurrucén, de muy desigual presentación, aunque todos bajos de agujas: frente a ejemplares largos y con volumen los hubo terciados y muy justos, la mayoría, además con poca seriedad en las cabezas. En cuanto a juego, solo el sexto aguantó algo más en la pelea con buen estilo y mayor entrega, ya que el resto estuvieron vacíos de raza y de fuerzas.
Uceda Leal, de nazareno y oro, que sustituía a Daniel Luque: estocada honda (silencio); estocada delantera perpendicular y seis descabellos (silencio).
Sebastián Castella, de blanco y plata: estocada trasera desprendida y descabello (ovación tras dos avisos); bajonazo (ovación).
Tomás Rufo, de tórtola y oro: estocada perpendicular atravesada y cinco descabellos (ovación tras aviso); estocada caída (oreja).
Entre las cuadrillas, José Chacón saludó tras banderillear al quinto.