Un milagro en la arena
El peligro sobrevoló la plaza de toros de Madrid en el quinto, cuando Mario Navas quedó a merced de la guadaña que el de Los Chospes llevaba en la cabeza
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El quinto fue un bicho, dubitativo en el capote, de pelea discreta en varas y avisado en banderillas, que además pasó con un molesto punteo por dentro, como buscando y finalmente encontrando el cuerpo del torero, pues volteo hasta en tres ocasiones a Mario Navas, con saña, revolviéndose sobre la arena para engancharlo de nuevo e izarlo en sus veletos y astifinos pitones mientras la plaza gritaba de terror. La primera vez fue un derrote seco, violento. La segunda fue con mala baba, haciendo por el vallisoletano cuando este intentaba afirmarse para ganarle la partida y, tras un parón, se fue al cuerpo. Y la tercera fue la más tenebrosa, soltando hachazos y enganchando al cuerpo del torero otra vez desde el suelo para volverlo a levantar. Todavía no me explico cómo el piton no hizo carne. Supongo que habrá que esperar a que se descarten posibles cornadas internas porque el novillo fue certero y cada embestidoa fue más violenta y peligrosa que la anterior. Fue un milagro en toda regla que Mario Navas, sin perder la compostura y aparentemente ileso, volviera a la cara del bicho con una dignidad tremenda, puesto de verdad, consiguiendo mandar y desengañar a veces al peligroso novillo. Cada media arrancada embarcada pesaba un quintal, de ahí el mérito de su actuación. Salir andando fue su premio. La vida.
Ya había dejado una buena imagen con el segundo (su primero), cuyas afiladas espabiladeras centraron pronto la atención en el ruedo, tan astifino y veleto, pero no había un empuje franco tras ellas que permitiera un saludo lucido de capote. Tampoco la suerte de varas , en la que soltó gañafonazos como después lo hizo en la muleta de Navas, centrado, preclaro y dispuesto. Nunca dudó el vallisoletano y ese fue su seguro de vida. El novillo lo probó no pocas veces, frenado, agazapado, mentiroso, pero Mario, sin despeinarse, siempre bien colocado y con los talones hundidos, gobernó. Por eso, al final y uno a uno, se impuso para robar cuatro muletazos, cuatro, recios, soberanos. El novillo, podido, entregó la cuchara y vino un precioso cierre de faena por bajo, torerísimo y poderoso. Pena el pinchazo, que no deslució la buena imagen del novillero.
Impresionó el primero por su seriedad, ofensivo y rematado, aunque no sorprendió. Las fotos de la novillada en la mañana ya anunciaban lo que se vería salir de chiqueros y, aunque metió la cara con clase en el capote de Sergio Rodríguez, mostró escaso celo al salir siempre contrario de los lances de recibo. Además, en el caballo sólo hizo sonar el estribo y así llegó a la muleta, descompuesto y pasador, pero sin entrega. Con cierta obediencia aprovechable, algo que vio pronto el abulense, que se lo pasó por la espalda antes de intentar fijarlo en redondo. Quiso componer Rodríguez antes que mandar y aunque el novillo acudió tan presto como deslucido, compuso un par de tandas estimables, con algún aviso por parte del novillo, que se quiso colar, precisamente por esa falta de autoridad, y la faena nunca remontó.
Otra cosa fue en el cuarto, un toro con toda la barba en apariencia que topó en el capote y se recostó en el peto sin muchas ganas de pelea. Sin embargo, se encontró con un Sergio distinto menos tenso y más centrado, que comenzó muy bien mandando por abajo en varios doblones necesarios para hacerse con la voluntad de un animal que obedeció a regañadientes, protestado y con reservas. Por eso cada muletazo nacía y moría en la intención del abulense, que ahora sí apostó. Otro torero distinto al del primero de la tarde. Y el novillo, que exigió lo suyo para entregar sus embestidas, lo agradeció con noble franqueza. Cada arrancada valía oro y el muletazo pesaba una barbaridad, todo despacio, enganchando adelante, templando por abajo, tirando del novillo y empujándolo hacia atrás con los vuelos. Así cayeron naturales, derechazos y hondísimos pases de pecho, roncos de sinceros y entregados. Buenos de verdad. Tan buenos como el fondo que escondía "Tirano". Los pinchazos y los avisos se llevaron el premio, pero el respeto, ese que se ganó con su muleta, ahí quedaron, con la ovación de todos.
Al bonito ensabanado capirote tercero le taparon la salida en el caballo y aunque hizo mejor pelea, en cuanto vio una ventana, se fue del peto. Antes había volteado a Bruno Aloi con el capote, más por haberse puesto en el camino del novillo que por que hiciese por él. Repuesto y muleta en mano, el mexicano cambió dos veces la embestida del novillo por la espalda en los medios, antes de ponerse a torear al natural, ofreciendo la larga distancia para lucir el galope alegre de "Entretenido", pero no lo hizo siempre, acortando distancias, justo lo que no quería el novillo, que además se desentendía tras el embroque. Por eso la continuidad había que construirla y en esas se las pasó el mexicano durante toda su labor, sin dar con el sitio ni las teclas necesarias. Sin embargo, salpicó su actuación con algún derechazo tan encajado como aislado.
Más armónico en su seriedad fue el sexto, que además embistió con aplomo y humillación, pero quizás sin el picante de sus hermanos de camada, por eso el mexicano tenía que poner más. Inédito con el capote, Bruno se mostró más asentado con la muleta, haciéndose con el novillo con muletazos por abajo, marcando su territorio, y tirando después de las bondadosas embestidas con seriedad, solvencia y capacidad. Y aunque consiguió momentos de interés por ambas manos, sobre todo con la derecha, su labor tuvo demasiados tiempos muertos, surgidos de su afán de ligar series de muchos muletazos y de acortar la distancia hasta ahogar a un novillo que, además, no tuvo demasiado fondo. Al final se dio una vuelta por su cuenta.
Domingo 21 de abril de 2024. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Un cuarto de entrada en tarde agradable.
Se lidiaron seis novillos de Los Chospes, serios, variopintos y bien presentados. 1º, obediente el deslucido; 2º, reservón y complicado; 3º, alegre y de escaso celo; 4º, exigente y de buen fondo; 5º, mentiroso y peligroso; y 6º, noble y bondadoso.
Sergio Rodríguez, de sangre de toro y oro, dos pinchazos, ávido, pinchazo, estocada desprendida y aviso (silencio); y dos pinchazos, aviso, cuatro pinchazos, estocada y aviso (ovación).
Mario Navas, de verde botella y oro, pinchazo y media estocada (palmas); y estocada (ovación).
Bruno Aloi, de malva y oro, pinchazo, aviso y estocada (ovación); y estocada y aviso (vuelta).
Incidencias: Bruno Aloi se presentó con "Entretenido", nº 15, ensabanado capirote y botinero de 480 kilos. Mario Navas sustituyó al herido Manolo Vázquez.