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Román en su regreso: premiado, herido y exigido

Exigente, dura e interesante corrida de Luis Algarra en la Feria de San Isidro, a la que el valenciano le cortó un trofeo
Alberto R. RoldánLa Razón

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Lo de Ángel Téllez del día anterior seguía de boca en boca. Es la diferencia grande de cuando lo que ocurre tiene una dimensión extraordinaria. Y lo suyo lo fue. Madrid fue un volcán, un hervidero, era tan emocionante ver cómo un recién llegado se convertía en revelación de verdad de la buena por el camino de lo auténtico, del toreo por abajo, roto, entregado. Una locura. Una bella locura esta de la Tauromaquia.
Román volvía a Madrid después de la impresionante e inolvidable cornada de hace tres años y la plaza sigue teniendo memoria. El de Luis Algarra que abrió festejo, que eso fue lo que hizo Román, fue buen cómplice, encastado y repetidor en una muleta sincera del valenciano. A pecho descubierto, al natural, sin probaturas y apostando lo recibió. Respondió el animal. La faena de Román fue solvente y las embestidas del toro buenas, a pesar de que al final miró a tablas. Román justo antes de entrar a matar le pegó unas bernadinas ajustadas y la espada hizo el resto. Tuvo premio.
El cuarto fue un toro encastado, duro y exigente al máximo. Un toro de los que pesan en Madrid hasta el infierno. Apretaba mucho por dentro el de Luis Algarra, a media altura, inagotable, hasta que en un muletazo se metió por dentro y lo hirió en el gemelo. Román no volvió nunca la cara. Ya era mucho. Un toro así te pone con el billete de ida a ninguna parte sin regreso. Lo mató a la primera y se le pidió el trofeo como agradecimiento al esfuerzo. Nada había ocurrido en balde ahí abajo. Ni un segundo. Exigencia máxima.
El corazón se nos puso en la boca con Gonzalo Caballero. Mucho se ha dicho de la reincidencia de este torero en las cogidas. Fue una barbaridad lo que ocurrió con el segundo nada más salir. Lo estaba parando, momento de acople, de verse las caras, de ver de qué va la cosa. No hubo lugar por el pitón izquierdo se le fue derecho y lo cogió de manera fea e hizo por él en las tablas. Casi lo mete al callejón a pitonazos. Llegó al último tercio con poco poder, sin humillar y haciéndose el tonto. Gonzalo estuvo firme, serio y sincero con el animal. No era fácil, porque venía andando y con los antecedentes que había tenido había que tenerlo muy claro. Escuchó palmas de camino a la enfermería.
Salió a matar al quinto, que fue bueno, con ese punto de exigencia, que no perdonaba fallos. No los quería, pero tenía cosas buenas. La faena de Caballero tuvo firmeza, pero sin encontrar el hilo conductor. Su comienzo de tarde había sido demasiado agresivo.
David de Miranda se quedó quietísimo en los estatuarios con los que comenzó la faena al tercero, que era noble y pronto, pero no acabó de entregarse. Así la faena. La peleó hasta el final. Dio todo con un sexto franco, pero escaso de poder y emoción. Se alargó en exceso. La tarde no había sido fácil.
Ficha del festejo
LAS VENTAS (Madrid). 21ª de la Feria de San Isidro. Toros de la ganadería de Luis Algarra. El 1º, encastado y repetidor; 2º, orientado y al paso, deslucido; 3º, noble pero flojo; 4º, encastado, repetidor y muy duro; 5º, bueno con punto de exigencia; 6º, noble pero sin poder. Tres cuartos.
Román, de corinto y oro, estocada trasera, aviso, descabello (oreja); estocada (vuelta).
Gonzalo Caballero, de gris plomo y oro, estocada que hace guardia, estocada, descabello (silencio); tres pinchazos, aviso (silencio).
David de Miranda, de azul y oro, dos pinchazos, media (silencio); pinchazo, estocada, aviso (silencio).
Parte medico Román: cornada en el gemelo derecho de 15 cm. Pronóstico reservado.