Tomás Bretón: ríete tú de Taylor Swift
Aprovechando el centenario de la muerte del compositor, se celebran dos exposiciones sobre un hombre que acaparó todos los focos a principio del siglo XX y firmó "La verbena de la Paloma"
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Centenario de la muerte de Tomás Bretón y, como era de esperar, aparecen las diferentes propuestas sobre una figura que lo fue todo en su día (1850-1923). Hoy, sin embargo, sería mejor no preguntar entre los jóvenes (y no tan jóvenes) quién fue este hombre... si uno no quiere entrar en conflictos. De nuestro tiempo son nombres anglosajones como el de Taylor Swift, estrellón mundial del que esta semana se ponían a la venta las entradas para su archiesperado concierto en el nuevo Bernabéu. Lo más de lo más para la chavalería, así que las entradas volaron pese a los precios.
Mucho más modestas, en apariencia, eran las cifras a finales del XIX cuando Bretón presentó su Verbena de la Paloma y Julián decía aquello de «que un honrado cajista, 26/ ¡maldita sea la!.../ que gana cuatro pesetas/ y no debe na,/ que se acerca a una muchacha/ que siempre fue honrá/ y se quie casar con ella,/ como es la verdad,/ tenga que tener ahora/ la boca cerrá/ y no decirla ¡tunanta,/ bribona, arrastrá!/ Esto hacerlo yo no puedo/ ni nadie lo hará». Ese «honrado cajista», que venía a ser un oficial de imprenta, mucho tendría que currar para pagar la reventa del gran éxito del compositor: 50 pesetas por una entrada de 75 céntimos. Ríete tú de la Swift. Nos llevamos las manos a la cabeza con los 6.000 euros de la venta extraoficial en el remozado Chamartín, pero la fiebre de 1894 en el Teatro Apolo no fue menor teniendo en cuenta que el salario medio en la España de 1900 era de 2,5 pesetas. Echen cuentas...
Y como las comparaciones son odiosas siempre, vayamos con los hechos, con el final de la exposición que se acaba de inaugurar en la Biblioteca Nacional para dar muestra del monumento que fue en vida Tomás Bretón. Allí, saliendo de la Sala Hipóstila, se recoge un recorte de prensa de 1923 sobre el «fallecimiento de un músico ilustre», que se lee en una fotografía del multitudinario cortejo fúnebre del compositor ante el Teatro Real.
Antes de ese punto, todo lo demás, la trayectoria de un salmantino que creció huérfano de padre en la pensión de su madre, un lugar pegado al Teatro del Circo por el que pasaban buena parte de los artistas y que significó el inicio del niño Tomás en este mundillo.
Comenzaba una historia que continuaría con un violín pagado por un vecino comerciante (también presente en esta muestra comisariada por Víctor Sánchez Sánchez) y que explotaría en Madrid, a donde se trasladó con quince años para estudiar en el conservatorio. Eran los primeros pasos de un Bretón que se iría haciendo fuerte en la escena hasta reventarlo con La verbena de la Paloma. Aunque es ésta zarzuela el hito del que se intenta escapar la muestra para abordar lo mucho que hizo más allá. Sainete lírico, por otra parte, imposible de obviar y que encuentra su respectivo acomodo en un recorrido en el que inevitablemente resuena ¿Dónde vas con mantón de Manila?.
Mientras en Madrid se inaugura esta exposición, Praga y Almagro –donde se encuentra actualmente–, ya han podido disfrutar al 100% de La verbena.... Sobre ella se ha explayado Fernando Carmena para recoger, a partir de la obra de Bretón, todo el ecosistema que envuelve a una de las fiestas más castizas de la capital –también en la actualidad–: organillo, churros, partituras, gallinejas, el descolgado de la virgen por parte de los bomberos...
La verbena de la Paloma. Culto, fiesta y zarzuela formó parte de la representación española en la Cuatrienal de Praga de Escenografía celebrada en junio y se remonta hasta 1796, a las primeras fiestas en honor a la Virgen de la Paloma. «La simple entonación de una salve la noche del 14 de agosto evoluciona progresivamente hacia una auténtica verbena que se extiende por las calles del barrio de La Latina de Madrid. Las primeras llamadas al orden público por causa del desmán de las fiestas están documentadas en 1844. En torno a estas fechas llega también a la capital una danza de incierto origen centroeuropeo, conocida como "schottisch" en la antigua Confederación Germánica y como "sotys" en Bohemia, se adopta en España como chotis». Es uno de los cartelones del recorrido por los que se desmenuza la tradición de este baile «lento y agarrado» y todo lo que lo envuelve.