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Todos los colores de Alma Mahler

En "Alma Mahler, la pasión", Dieter Berner adapta los escritos de Helga Berger sobre la obsesión de Oskar Kokoschka con su figura
Valentir Postlmayr da vida a Oskar Kokoschka en "Alma Mahler, la pasión"
Valentir Postlmayr da vida a Oskar Kokoschka en "Alma Mahler, la pasión"VERCINE
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

Madrid Creada:

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En un azul oscuro, como perdida entre la claridad de una luna llena y una marea revuelta, una figura se balancea sobre la nada, casi, hasta partirse en dos, una sobre el pecho de la otra. Es “La novia del viento” (o “La tempestad”), quizá uno de los cuadros más famosos del pintor Oskar Kokoschka y acaso queroseno para alimentar la llama del mito, en concreto el de su turbulenta y pasional relación con Alma Mahler, viuda del mítico compositor austriaco Gustav Mahler. Ese tóxico binomio es precisamente el que explora la nueva “Alma Mahler, la pasión”, titulada originalmente “Alma+Oskar”, dirigida por Dieter Berner y escrita a cuatro manos junto a Hilde Berger, experta en la figura de ambos artistas.
Y decimos artistas, y no polímata y musa, porque la pieza de época es firme en su cometido: Alma fue mucho más que el objeto de deseo del compositor que la desposó o quienes la pintaron hasta obsesionarse, como el citado Kokoschka o Gustav Klimt. “Mi primer contacto con la relación entre Kokoschka y Alma fue en 1986, cuando estuve envuelta en una adaptación de "Esperanza, Asesino de mujeres", la obra que él escribió, en la que se asesinaban mujeres y que tanto revuelo causó en la época, como se ve en la película”, explica pedagógica Berger, respondiendo a LA RAZÓN junto a Berner y por videoconferencia. Y sigue: “Son textos realmente expresionistas, por lo que no los entendí demasiado. Eso me llevó a indagar en el personaje y en su obsesión con Alma. ¿Por qué la mencionaba tanto? ¿Por qué todo era tan contradictorio? Aquí había una historia que contar”, explica la también escritora, que ya ha publicado cinco libros al respecto.
Emily Cox en "Alma Mahler, la pasión", que se estrena el 8 de septiembre en cines
Emily Cox en "Alma Mahler, la pasión", que se estrena el 8 de septiembre en cinesVERCINE
Aunque el cine ya se había acercado a la controvertida figura de Alma para con la historia del arte, por ejemplo en “Bride of the Wind” (2001), lo cierto es que el acercamiento de Berner y Berger es mucho más contemporáneo (e interesante). “Alma Mahler, la pasión” es un estudio de un momento muy concreto de su vida, el que va desde la muerte del compositor que le dio apellido hasta su segundo matrimonio, con el célebre arquitecto de la Bauhaus, Walter Gropius. Y dicho estudio, también, se cuenta con las formas del cine más autoral: “Hicimos un primer guion del que llegamos a rodar escenas, y nos dimos cuenta de que resultaba demasiado didáctico. No queríamos hacer un “biopic” al uso. Ni tampoco ver toda la película bajo la misma perspectiva. Eso se ve en las escenas finales, por ejemplo, cuando Kokoschka está representando a Alma, en una obra de teatro, como una muñeca. ¿Quién tenía el control de quién? ¿Quién es realmente el protagonista de la película? Queríamos que el espectador estuviera en ambos zapatos”, apunta el director, en su segunda colaboración con Berger tras “Egon Schiele”, de 2016.
Fresco del amor más venenoso, original en su lenguaje moderno adaptado al pasquín de época, “Alma Mahler, la pasión” puede caer en clichés de fondo (la viuda alegre, el “enfant terrible”) pero nunca de forma, ofreciendo una extraordinaria descripción física del sexo en pantalla: “Soy un hijo de la revolución sexual del 68. Desde el principio creímos y supimos que el sexo era una parte muy importante de la relación entre estas dos personas, así que había que mostrarlo. Esa era su conexión. No era un amor tan romántico como sexual, la vida real se les hacía un obstáculo para tener sexo. Él estaba completamente obsesionado con poseerla de la manera más absoluta, algo con lo que ella jamás iba a comulgar. Por eso teníamos que mostrarles así, crudos, disfrutando de la manera más agresiva posible. Y es algo muy contemporáneo también, si uno lo piensa, relacionado con la emancipación moderna de la mujer, que ya no quiere ser poseída”, añade el realizador, antes de que matice su guionista: “Alma fue la primera pareja sexual de Oskar, un tipo que había escrito antes de tener sexo, precisamente, una obra sobre la batalla de los sexos. Todo estaba ahí. Ella le introdujo en una nueva faceta del arte, incluso, gracias al sexo”.
Pero, ¿cómo se rueda el sexo, sobre todo si bordea lo agresivo, en los tiempos del coordinador de intimidad? "En la gran mayoría de mis películas hay sexualidad, más o menos explícita. Aquí lo ensayamos todo mucho, incluido lo íntimo. Los actores, Emily Cox y Valentir Postlmayr, se metieron de lleno en la interpretación de método, buscando en sus propias relaciones algo extrapolable. Tuvimos que tomar la decisión de contar con una coreógrafa en el rodaje, que además ejerció como coordinadora de intimidad en la práctica, viendo qué podían y qué querían hacer los actores. Fue así como Doris Uhlich, que es muy conocida en Austria, nos ayudó. Siempre he creído que una escena de sexo, dirigida por una mujer, será más leal, verdadera, a que si la dirige un hombre", confiesa el realizador.
Y así, entregando su película por completo a la diversa gama de colores de Alma, el metraje transcurre directo y tramposo, "irritante", según la intencionalidad expresa de sus responsables. "Alma Mahler, la pasión", más que un biopic, es una especie de argumento de autoridad para con las relaciones tóxicas. Ahí está su triunfo, verdadera razón que motiva su visionado, más allá de los errores de tiempo o el caos en el que termina el montaje por momentos, a fin de perder al espectador. Todo ello, claro está, de manera intencional, apenas regalándonos situaciones temporales o algún que otro lugar expreso, porque a la película no le interesa aleccionar, tan solo epatar. "Queríamos mostrar que, en realidad, Alma fue siempre un ser humano complejo al que le pesó demasiado la idealización que hacían de ella los hombres. No sabemos si jamás fue entendida por lo que era, y no por lo que los hombres, los amantes que tuvo, proyectaban sobre ella", se despide elocuente Berger.