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Lluís Homar, un místico del siglo XXI

El director de la Compañía Nacional, arropado por Adriana Ozores y Emili Brugalla, llega a Madrid entregado a los brazos y los textos de San Juan de la Cruz
Lluís Homar dirige y protagoniza un montaje en el que comparte escenario con Adriana Ozores y Emili Brugalla
Sergio Parra

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Adriana Ozores y Lluís Homar hablan entre ellos subidos a la escena. Recitan la lírica de San Juan de la Cruz a dos voces. El amado frente al que ama, Dios frente a San Juan. Pero el montaje es mucho más profundo que una simple conversación con acotaciones (e intervenciones de Emili Brugalla). «Se trata de un diálogo con uno mismo. Son dos partes de un total», confiesa la intérprete de este Alma y palabra que ya encara Orense, justo antes de su semana en el Teatro de la Comedia. Un proyecto que tiene un impulsor claro: el actor y también director de la Compañía Nacional, Homar. Hace ya más de dos años que se embarcó en esta empresa, y, cada día que pasa, se reafirma todavía más en su decisión. Homar pide constantemente serenidad en mitad del ruido. «Vivimos sumidos en el desasosiego. Se ha instalado en nosotros mucho antes de todos estos meses locos», explica echando la vista a acontecimientos que parecen haber desaparecido de los informativos: «Ahora tenemos el despropósito de esta guerra, pero no debemos olvidar los campos de refugiados de Lesbos o la gente que continúa cruzando el mar en patera. Eso sigue pasando todos los días».
Problemas que, para el actor, deben solucionarse desde los adentros de cada uno «sin perder la mirada exterior, donde se encuentran los conflictos del planeta. Es ahora más importante, si cabe, la mirada interior y plantearse que si tú mismo cambias, también lo hace el mundo. Aunque sea un poco». La suma de cada una de esas pequeñas transformaciones son para Homar la única posibilidad de lograr el cambio final. Pero la cuestión en este punto es la de cómo lograr ese diálogo interno: «Con la naturaleza, que es nuestro referente; o con algo tan simple como jugar con la gata, la sonrisa de un niño, lo espontáneo, un cielo... o, sobre todo, el silencio». Son las claves que da este «alter ego» del siglo XXI de San Juan de la Cruz para encontrar el «sosiego» en plena crisis mundial.
Y es que la calma que transmite Homar está a prueba de volcanes, pandemias, guerras, Filomenas, polvos saharianos, gestiones de teatros públicos y demás. El director de la Compañía Nacional no se altera. Es como si el místico se hubiera apoderado de él y ni el propio Covid le remueve su paz. Acaba de pasarlo «por segunda vez, aunque la primera fue de forma totalmente asintomática, porque me salieron anticuerpos y ni me había enterado. Ahora no ha sido más que un catarrazo. Ni fiebre». Pasada la cuarentena y cancelados un par de bolos de este montaje, el intérprete ya mira hacia las plazas que están por llegar. Reconoce que su receta para encontrar la quietud no es la única, por mucho que a él le funcione. Ozores, por su parte, opta por «pararse y pensar en lo que está pasando. Mirarse a uno mismo. Trabajarse». «Cada uno combatimos la ansiedad como podemos –retoma Homar la palabra–. Buscamos calmarla con la lectura de libros antiguos, la meditación u otras técnicas, pero nos olvidamos de que lo tenemos muy cerca. También está en nuestra literatura mística más profunda: Fray Luis, Santa Teresa o San Juan de la Cruz». Él ha optado, principalmente, por este último, aunque no siempre sea fácil.
«Para venir a lo que no gustas,/ has de ir por donde no gustas», escribía el poeta (Juan de Yepes Álvarez, en su nombre secular). Versos que, en boca del actor, son «fáciles de entender» pero «no tan fáciles de asumir o llevar a la práctica. El mundo cotidiano en el que vivimos y que hemos construido nos invita constantemente a pensar que podemos acceder a todo, que podemos triunfar, que podemos tener, que podemos ganar; no es fácil, pero es posible. Tenemos derecho a la abundancia –continúa–. Pero San Juan nos habla de la renuncia que, aunque nuestro instinto nos lleve a querer tenerlo todo, el Ser, pasa por desprenderse de todo; ir a contra corriente, no tener, vaciarse de todo aquello que aparentemente nos da confortabilidad y adentrarse en un espacio completamente desconocido y que al descatalogarnos de lo habitual nos pone en una senda de vértigo».
Para llegar al final del camino de San Juan «hay que ser muy valiente», puntualiza Homar, y asumir esas renuncias: «Si nos atrevemos de verdad a desenmascarar a nuestra sociedad, como hizo San Juan [encerrado hasta en dos ocasiones por la propia Iglesia], siendo fieles a nosotros mismos, a nuestro Ser más íntimo, quizá dejaremos de ser cómplices de este despropósito, mundial y particular, que entre todas hemos construido». El director de la CNTC reconoce haber dado de lado «al ego»; muy lejos del «yo» que impera en estos tiempos de «selfies» y publicaciones en las redes sociales. «Una realidad de la que todos somos culpables», dice, y de la que intenta escapar «en silencio».
Donde no permanece callado Homar es encima de las tablas, en las que José Carlos Plaza firma la dramaturgia de un montaje que invita a un 3x1: la pintura del «Cristo crucificado», de Velázquez, la «Música callada», de Frederic Mompou, y, por supuesto, la poesía de San Juan de la Cruz, centro indiscutible del todo. Son las palabras de este el «único vehículo para comunicar los sentimientos», que decía el implicado. Unos textos que «nos envuelven y nos van mostrando una subida plena de sensualidad: belleza, color, olor..., imágenes que nos van llevando al estado de plenitud y goce que sólo un alma como la suya puede alcanzar», afirma.
  • Dónde: Teatro de la Comedia, Madrid. Cuándo: hasta el 3 de abril. Cuánto: de 6 a 25 euros.