Una Reina digna de un Salón de Reinos
El Prado presenta la restauración del retrato ecuestre de Isabel de Borbón que Velázquez hizo para el Palacio del Buen Retiro


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Las reinas también pierden su brillo. De vez en cuando hay que remozarlas, limpiarles los oropeles, para retirarle los óxidos que deja el tiempo y que prosigan igual que en los momentos de su mejor esplendor. El Museo del Prado ha restaurado el retrato ecuestre de Isabel de Borbón de Velázquez, uno de los cinco que realizó para el Salón de Reinos del Palacio del buen Retiro por encargo expreso de la monarquía.
Después de haber acometido la limpieza de «Felipe III», «Margarita de Austria» y «El príncipe Baltasar Carlos», la pinacoteca ha procedido a actuar de la misma manera con este lienzo que ayer, después de haberle retirado la suciedad acumulada a lo largo de su existencia, se reincorporó a la Sala XII de la institución, el corazón del edificio, dedicado a los retratos de Velázquez. Ahora ya solo queda pendiente la restauración del retrato a caballo de Felipe IV, que ya se ha trasladado al taller del museo: cuando se acabe con él, estos cuadros ya estarían preparados para, en su momento, que se incorporaran a los espacios originales para los cuales fueron concebidos en un principio si al final lo deciden así los responsables del Museo del Prado-.

El cuadro de Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV y uno de sus apoyos capitales y «más sentidos», era, al igual que su marido, reticente a posar, incluso para artistas de la talla histórica como la que gastaba por entonces el sevillano. Pero una cosa son los deseos y otra muy distinta, las obligaciones que impone el trono, y, al final, aceptó y se prestó para que fuera inmortalizada en esta pintura. Velázquez trabajó en esta pieza con ayudantes -en especial Juan Bautista Martínez del Mazo, que contrajo matrimonio con su hija, Francisca de Silva Velázquez y Pacheco-. En realidad, de este conjunto de obras, él se reservó en exclusividad solo dos: el «Retrato ecuestre de Felipe IV» y «El príncipe Baltasar Carlos». En los tres restantes puede apreciarse su mano, que es notable, pero que no es la única. «Su huella está presente en todo el lienzo porque él es el que concibió todas las composiciones. Está muy clara su huella, sobre todo, en el caballo. Ahí se pueden ver las rectificaciones que incluyó el maestro, como puede deducirse de los arrepentimientos, al igual que la decisión última de cambiar el color del caballo, que era negro en un principio y que, probablemente por su decisión, pasó a ser blanco, que es como lo contemplamos hoy en día».
Añadidos
Esta obra estuvo ideada y pensada para un lugar concreto, pero las peripecias de la arquitectura y otras consideraciones urgentes hicieron que cambiaran las dimensiones originales. La restauración, que ha estado a cargo de María Álvarez Garcillán, ha sacado a la luz las cicatrices de estas aventuras. La primera de ellas es que cambió su tamaño. Esto obligó a que se tuvieran que coser al lienzo dos bandas laterales para que encajara en el sitio destinado para su contemplación: uno de los testeros del Salón de Reinos, para ilustrar así la continuidad de la dinastía y de la monarquía en los territorios hispánicos. Aunque esta labor se acometió de manera inmediata, la pintura que se empleó poseía pigmentos distintos. No apenas se apreció en ese momento, pero hoy en día, las tonalidades desvelan este añadido.
La segunda proviene de un tema, como menos, curioso. Estos cuadros se situaban sobre dos entradas del Salón de Reinos. Pero cuando decimos «sobre» es literal. Para que la puerta pudiera abrirse y cerrarse, se decidió recortar la esquina inferior y la tela desprendida adherirla a la puerta. Al abrir la puerta, esta parte se movía. Al cerrarla, parecía que el cuadro estaba completo. Cuando se trasladó en 1762 al Palacio Nuevo se decidió recoser este recorte. Uno de los retos de la restauración ha sido que esta costura no se note y solo salga a relucir en las radiografías.
María Álvarez Garcillán ha recuperado el volumen de la figura, la profundidad de la composición, retirado los barnices (que habían modificado de manera evidente las relaciones cromáticas) y reintegrado la escasa pintura desprendida y perdida a lo largo de estos siglos. Aunque como ella misma señaló, esto ha sido mínimo, porque su estado de conservación, al no salir jamás de las colecciones regias, ha sido óptimo y ha llegado en un inmejorable estado sin apenas craquelados en la superficie.