Plantón diplomático por los mármoles del Partenón
El Primer Ministro británico cancela una reunión con su homólogo griego para evitar tratar este asunto
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Cuando Thomas Bruce Elgin, conocido como Lord Elgin, testificó en 1816 ante el Comité de Westminster explicó que tras presenciar la gran destrucción perpetrada por los bárbaros turcos en la Acrópolis, pidió y obtuvo el permiso de las autoridades otomanas -que dominaban la actual Grecia- para “rescatar todo que pudiera”.
El diplomático se encontraba arruinado y trataba de vender al Gobierno británico las piezas que había adquirido quince años atrás del Partenón de Atenas. Recibió 310.000 euros de la época y las estatuas y relieves del friso, junto con las metopas y los frontones del simbólico edificio acabaron en el Museo Británico. Pero, ¿dijo Lord Elgin la verdad? ¿Se puede vender aquello que a uno no le pertenece?
El Reino Unido y Grecia han protagonizado esta semana un sonado desencuentro diplomático en torno a unas piezas a las que acompañan más de dos siglos de polémica. El primer ministro británico, Rishi Sunak, canceló con pocas horas de antelación la reunión prevista con su homólogo griego, Kiriakos Mitsotakis, después de que éste último mostrara su decepción en una entrevista en la BBC por el modo en que Londres había cortado de raíz un acuerdo con el que se quería poner fin a la histórica disputa.
“Es como si yo te dijera que cortaras en dos mitades la Mona Lisa y dejaras una de ellas en el Museo del Louvre y otra la enviaras al Museo Británico. ¿Cree usted que sus espectadores apreciarían de ese modo la belleza de la pintura?”, planteó el primer ministro griego a la periodista Laura Kuenssberg.
La actuación de Sunak fue criticada fuertemente por la oposición, asegurando que la cancelación del encuentro fue un fiasco diplomático con un socio de la OTAN, país aliado y amigo del Reino Unido durante años. Los críticos aseguran que el premier, que está en sus horas más bajas, tan sólo buscaba calmar al ala dura de sus filas, la misma que está en contra de todas las exigencias del resto del mundo para que Londres devuelva tesoros culturales arrebatados durante los tiempos de la era colonial.
Los “mármoles del Partenón” o “mármoles de Elgin”, según a quien se pregunten, se han convertido en símbolo de esta lucha. Documentos oficiales revelan que Lord Elgin no obtuvo permiso de los otomanos para rescatar las piezas de la Acrópolis, sino para observarlas “a fin de dibujarlas o copiar con tiza o yeso para hacer moldes”.
Durante su intervención ante el Comité de Westminster, el diplomático recalcó que la primera vez pudo haber sido testigo de la “barbarie turca” habría sido en la primavera de 1802, ya que fue la primera vez que puso un pie en la Acrópolis. Sin embargo, meses antes algunos de los tesoros ya habían sido retirados. Una carta dirigida a Giovanni Lusieri, su empleado de más alto rango, fechada en 1801, aseguraba: “Cada pieza debe empaquetarse en una caja separada de tal manera que los curiosos no las reconozcan”. En definitiva, ¿acabó vendiendo algo que no era suyo?
Son muchas voces británicas las que consideran que las piezas deberían regresar al sitio de donde no deberían haber salido nunca. El propio Boris Johnson, un amante de la Grecia clásica, en sus años de estudiante de Oxford, allá por 1986, llegó a invitar a debatir en la universidad a Melina Mercouri, la actriz, cantante y ministra griega de Cultura que abanderó la campaña para el retorno de las esculturas. Y como alcalde de Londres, defendió en una carta a las autoridades griegas, en 2012, que “en un mundo ideal, los mármoles del Partenón nunca deberían haber sido retirados de la Acrópolis”. Como primer ministro luego, sin embargo, no pudo hacer nada, ya que desde hace tiempo el asunto compete en exclusiva al patronato del Museo Británico.
Pero cuando George Osborne -ministro del Tesoro con el Gobierno de David Cameron- fue nombrado en 2021 director de la institución, comenzó un interesante capítulo de la saga. Osborne inició unas conversaciones secretas con las autoridades griegas para estudiar el posible retorno de las piezas. Se exploraron varias fórmulas y finalmente se apostó por el término “reunificación” a fin de no abordar la soberanía del tesoro cultural. El término “devolución” supondría el reconocimiento de un agravio anterior. Y la Ley del Museo Británico de 1963 prohíbe además a la institución desprenderse unilateralmente de su patrimonio.
Cuando el diario griego, Ta Nea, sacó a la luz justo hace ahora un año las negociaciones, ambas partes reconocieron que había un “clima de entendimiento”. Es más, Grecia sugirió la idea de enviar para su exhibición en el Museo Británico tesoros arqueológicos que nunca hasta ahora han abandonado Atenas. En definitiva, una situación en la que todos salían ganando. Pero la política ha truncado de nuevo la historia. El ala dura del Partido Conservador respira tranquila. Hoy por hoy, las piezas continúan en Londres.