Beyoncé, la conquista negra del country
El álbum «Country Carter», en el que la cantante vuelve a lucirse profesional y majestuosa, ha despertado polémica en EE UU al tratar de ubicar los orígenes de esta música oriunda de Texas
Madrid Creada:
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Agarra las riendas de un caballo galopante blanco, y en su otra mano la bandera estadounidense. Mirada fija, que traspasa, pelo ondeado por el viento (libre), semblante y postura de poderío. Así luce Beyoncé: vigorosa, americana, orgullosa, vaquera, firme. Le cruza el pecho una banda con el título del disco que esta imagen ilustra, «Cowboy Carter», y así introduce a 27 canciones de sonidos casi cinematográficos: que tensan, emocionan o enganchan. Con ellos reafirmamos una idea: la artista de Texas puede hacer lo que quiera, pues no deja cabo suelto. El público internacional se ha tendido a los pies de la jinete mientras ella les conduce a las infinitas posibilidades del country, a sus raíces, sus aportaciones, pero también a las de la música popular americana, esa que no debe atender a debates entre blancos y negros, a pesar de la polémica que en este sentido se ha despertado en EE UU. Más bien, es un arte que resulta de la inmigración, de la idiosincrasia estadounidense, y que, si bien se divide en dos autopistas, la del folclore blanco y el afroamericano, están conectadas por férreos puentes como el que ahora ha publicado Beyoncé. También se titula «Act II: Cowboy Carter» (Parkwood/Columbia Records), pues forma parte de esa trilogía que la cantante inició con «Act I: Renaissance» (también a caballo), y que está confeccionando bajo una sola pasión: la del amor hacia el cultivo y respeto por la música.
Para este proyecto, Beyoncé se ha bajado de sus tacones de diva, se ha descalzado y ha cubierto sus pies con la tierra del desierto texano. Bajo su sombrero de cowboy ha conectado con el temperamento del sur de Estados Unidos, esa zona a la que la música popular le debe tanto. Unos lugares por donde entraron inmigrantes, y con ellos sus razas, sus instrumentos musicales, sus tradiciones culturales que se fusionaron con las existentes para dar forma al jazz, al blues o al country, y expandirlo. Las guitarras errantes de Elmore James o Son Jones, líderes de ese blues del Mississippi que nació en Texas y recorrió el país, sentaron las bases de una música narrativa, de protesta, de la gente de a pie y corriente. Este legado inspiraría más tarde al rock, pero también dejaría resquicios en esa música atribuida como blanca, pobre y campesina, como se ha definido históricamente al country.
Definir el origen de un género musical conlleva a hablar de una historia social. Así es este arte: reflejo y resultado de la conexión entre personas o, más bien, entre sus ideas. La llegada a Estados Unidos de instrumentos europeos como el violín contribuyó a un folclore country, que se difundió por las zonas rurales, pueblos ferroviarios, y entre eventos comunitarios. Y hubo un instrumento crucial en la expansión de ese baile «hoedown», al que Beyoncé rinde homenaje en la canción que más éxito ha alcanzado del álbum, «Texas hold ‘em»: la radio. Sin programas como el «Grand Ole Opry», Hank Williams –figura fundamental en este género– no se habría convertido en una gran estrella del country. Ya desde la Segunda Guerra Mundial la radio se desarrollaba en Estados Unidos como vía de comunicación de masas, llegándose a convertir en la gran y mayor portadora de la música blanca entre pueblos.
A todo ello se le une el banjo, instrumento insignia del country. Beyoncé le rinde homenaje en «Texas hold ‘em» de la mano de Rhiannon Giddens, artista reconocida por su interpretación de esta peculiar guitarra. Y con ella se ejemplifica una de las polémicas que han rodeado al disco de Beyoncé durante esta última semana: la artista reivindica en el álbum las raíces afroamericanas del country, y hay expertos que señalan que el banjo fue un instrumento que trajeron los negros a Estados Unidos. Por tanto, no fue una música únicamente blanca, pero tampoco negra, sino resultado de un cruce. De nuevo, dos autopistas no necesariamente separadas, pues si algo demuestra «Country Carter» es que las influencias country se deben a Dolly Parton tanto como a Ghiddens.
«Smoke hour / Willie Nelson» es una canción que podría condensar ese concepto de fusión, cruces y mezclas. En ella, de apenas un minuto de duración y antes de aparecer una voz radiofónica de la KNTRY Radio Texas, se recopilan las voces de Chuck Berry, de Rosetta Tharpe y Son House. Rock, góspel y blues, respectivamente, se aúnan y participan en este álbum que funciona como punto de encuentro. Y donde, sobre todo, Beyoncé se luce, brilla con luz propia. Apela al sollozo de Bessie Smith o al poderío de Ella Fitzgerald con una voz que ya se alza inimitable –véase en el cante operístico que realiza en «Daughter»–, y no se le escapa algo que se ha celebrado estos últimos días llegando a incluso ensombrecer las críticas: el empoderamiento femenino en la música.
Beyoncé ha incorporado en el álbum dos versiones. Una de ellas es «Blackbird», canción que compuso McCartney con un propósito claro: el de ofrecer un mensaje de esperanza y aliento frente a las injusticias relacionadas con los derechos civiles. El Beatle ha aplaudido esta reinterpretación de la de Texas, definiéndola como «una versión magnífica. Si logra aligerar la tensión racial sería genial. Me hace sentir muy orgulloso». Y no es el único artista homenajeado en el álbum que ha reaccionado de manera positiva al disco, pues a Beyoncé no le falta el apoyo de sus compañeros, aunque a veces sí de sus compatriotas, o de ese público anónimo e inalcanzable de las redes sociales. Dolly Parton también ha celebrado la versión de «Jolene», a la que la cantante de «Halo» le ha cambiado la letra. Este tema del icono del country ha sido versionado en múltiples ocasiones. La han cantado artistas como Miley Cyrus –quien colabora en «Country Carter» en la canción «II Most Wanted»–, y ahora Beyoncé la retoma y reforma. En el estribillo, Parton le pide a Jolene que no se lleve a su amor: «Te lo suplico, por favor, no te lleves a mi hombre». En cambio, lo que hace Beyoncé es reafirmarse como mujer menos dócil, más independiente: «Jolen, te lo advierto, no vengas a por mi hombre».
Todo disco lleva tras de sí cierto anhelo, cierta declaración de intenciones por la que un artista se libera, se identifica. Y con «Country Carter» Beyoncé ha celebrado y reivindicado su identidad americana. Un disco con el que la artista se ha ganado ser titular de un nuevo artículo de la Constitución estadounidense, y a ver quién se atreve a llevarle la contraria. «Mi familia vivió y murió en America / Los viejos EE UU / Mucho rojo en ese blanco y azul / La historia no se puede borrar / ¿Estás buscando una nueva América? / ¿Estás cansado de trabajar media jornada por la mitad del sueldo? / Sólo rezo para que no nos estrellemos, / mantengo mi Biblia en el tablero», canta la artista en «Ya ya». Reivindica lo femenino, lo afroamericano, el respeto a las minorías, el derecho a la igualdad, y a todo ello le canta con esa firmeza de quien se mantiene con las manos en alto mientras cabalga. No hay más: lo que diga Beyoncé va a misa y, cómo no, derechito al éxito.