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"El monstruo de los jardines": Calderón recluta a Aquiles para la guerra

La Compañía Nacional de Teatro Clásico lleva a las tablas por primera vez una de las grandes comedias mitológicas de Calderón de la Barca
Una imagen del ensayo de «El monstruo de los jardines»
Una imagen del ensayo de «El monstruo de los jardines» Sergio Parra

Madrid Creada:

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La ninfa Tetis conoce por un oráculo que los griegos no podrán conquistar Troya sin la participación de su hijo Aquiles, pero la profecía dice que éste morirá en el campo de batalla. Para intentar eludir su trágico destino, Tetis decide ocultarlo vestido de doncella en la corte del rey Licomedes en la isla de Esciros, lo que permite al joven Aquiles disfrutar, disfrazado, de los encantos femeninos en medio de hilarantes enredos, pero incapaz de doblegar su virilidad en ese juego erótico y de travestismo camaleónico, se enamora de la princesa Deidamia. Al mismo tiempo, Ulises busca a Aquiles, porque el oráculo ha anunciado que solo gracias a él los griegos podrán vencer en la guerra.
Este episodio de Aquiles en la isla de Esciros no aparece en la Ilíada, sino dentro de la «Aquileida», del poeta romano Estacio y forma parte del mito que ha inspirado la creación todo tipo de obras de arte, literarias y musicales, hasta convertirlo en un tema popular desde épocas clásicas hasta mediados del siglo XX, especialmente en la ópera, con más de 30 piezas diferentes sobre este episodio. Pedro Calderón de la Barca no fue ajeno a él y escribió la comedia mitológica «La dama y galán Aquiles», más conocida como «El monstruo de los jardines», que «pone el mito al servicio de sus intereses dramatúrgicos e inquietudes filosóficas, como el libre albedrío, la identidad, el mundo como teatro o la realidad y la apariencia, temas recurrentes en él, y así, convierte a Aquiles en una suerte de Segismundo que sale de la cueva donde su madre lo ha tenido encerrado quince años, prácticamente naciendo al mundo y siguiendo un viaje iniciático», explica Iñaki Rikarte, que versiona y dirige esta pieza que «siendo una de las obras cumbre de Calderón, es incomprensible que nunca haya sido representada por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, lo cual habla del enorme y rico patrimonio de nuestro Siglo de Oro», afirma.
En este caso será la Joven CNTC quien la suba por primera vez al escenario del Teatro de la Comedia del 5 de abril al 26 de mayo. Lluís Homar, director de la compañía, reconoce que «estamos ante algo extraordinario, una manera distinta de aproximarse a un texto de nuestro teatro áureo, que tiene todo, poesía, comedia, drama y reflexión sobre el hombre y la sociedad, el ser y el deber imponiéndose sobre la esencia del ser humano», afirma. «El monstruo de los jardines» fue escrita por Calderón de la Barca en su madurez, cuando era dramaturgo oficial de la Corte, «como comedia de enredo de carácter mitológico que reúne todo el artificio del teatro cortesano, seres mitológicos, música, pintura, danza, disfraces...Un Calderón tardío –explica– que fue referencia para Wagner en el sentido de la obra de arte total». Para Rikarte, «todos los géneros dramáticos conviven en ella en perfecta armonía. Sorprenden la imaginación desbordante, la libertad creativa de Calderón, la belleza de sus versos, la vigencia de sus escenas y, sobre todo, cómo mezcla la hondura de su planteamiento con un espíritu lúdico».
Por un lado, expone el director, «el oráculo de Marte dice que si Aquiles no va a la guerra de Troya, la liga griega perderá y esta fuerza representada por el interés del Estado la encarna Ulises, con lo que la obra es esencialmente la búsqueda de Aquiles, o cómo reclutar un soldado con la excusa de ser imprescindible y esta parte tan esencial de la función creemos que tiene una resonancia inevitable con lo que vivimos hoy. Por eso, desde esa mirada contemporánea –reflexiona–, la obra tiene un trasfondo trágico inevitable y hemos trabajado sobre eso». Por otro lado, «la comedia mitológica concita todos los géneros dramáticos, porque hay muchos tipos de humor, naif, blanco, gamberro, pero también oscuro y aquí hemos descubierto un Calderón atrevido y más divertido de lo que imaginábamos, y, por supuesto, tan hondo como sabemos», asegura.
En cuanto a la puesta en escena, Rikarte afirma que «hablar de la guerra de Troya resultaba algo romántico y necesitábamos que fuese más crudo porque la idea de guerra en estos días especialmente tiene otra dimensión, de ahí que la hayamos ubicado a mediados del s. XX como punto de partida –señala–, esto nos ayudaba a que ese horror de la guerra contrastase con la ternura y la comedia de la pieza, compensando la idea trágica del espectáculo. La función no contiene la tragedia realmente, porque al final Aquiles, como Segismundo, se descubre a sí mismo, acepta su condición de héroe y acepta su destino. Nosotros hemos optado por un final trágico y por bajar a los héroes de los pedestales, como creo que hace Calderón», concluye.