Sánchez Dragó: polémicas, pastillas y (mucha) literatura
El escritor y columnista falleció ayer a los 86 años de un infarto, dejando más de 40 libros como legado y una obra camino de la imprenta
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Se ha marchado donde siempre quiso –como si lo hubiera planeado– en Castilfrío de la Sierra (Soria), su verdadero hogar, su Shangri-La. Disfrutaba de la Semana Santa junto su último amor otoñal, Emma Nogueiro, quien ha velado sus restos junto a sus hijos: Alejandro, la escritora Ayanta Barilli, Aixa y el pequeño Akela, fruto de su matrimonio con la japonesa Naoko. Cuatro hijos de otras tantas mujeres fundamentales en su vida... y pese a que «no hay quinto malo», no hubo tiempo en su taurino temple. Sus restos mortales reposarán desde hoy en la comarca soriana que ya tenía preparada su tumba donde reza «Fernando Sanchez Dragó, escritor y viajero». Lo uno y lo otro, fue. Como autor nos deja más de 100 obras ampliamente contadas, explicadas, vendidas y difundidas; igualmente como viajero. Su último libro, genio y figura, queda como legado póstumo en imprenta: «Historia mágica del Camino de Santiago» (Almuzara), lista como él pidió, «para la Feria del Libro de Madrid».
Su último tuit fue felino como no podía ser de otro modo, registrado una hora antes de morir: «El gato Nano me da los buenos días. Él sabe que en la cabeza está el secreto de casi todo». Nadie mejor que un gato podía expresar su último pensamiento. Amaba a los mininos hasta el punto de ponerlos como ejemplo de comportamiento frente a los humanos pues, para él, trascendían la mera figura de las mascotas y los consideraba imbuidos de poderes superiores, que les permitían ir de viajeros entre el mundo terrenal y el etéreo. Tanto es así que la muerte de su gato Soseki le inspiró uno de sus relatos más famosos, «Soseki, inmortal y tigre». La pérdida del animal, que falleció en un accidente doméstico, fue de tal calado en su vida que en su momento llegó a decir que lloró más por él que cuando murió su madre.
Imposible pese a su edad hacernos a la idea de la marcha del novelista ganador de diversos premios, entre ellos el Nacional de Literatura o el Planeta, amén de viajero infatigable que recorrió un centenar de países... y vivió para contarlo. Impensable por la vitalidad que emanaba. La misma que le llevó a escribir sin descanso y trabajar para decenas de medios tanto visuales como escritos: «El Mundo», «Época», Onda Cero, la COPE, LA RAZÓN.. en Radiocadena (obtuvo el premio Ondas 1988 por su programa «El mundo por montera») y en Televisión Española (con programas como «Encuentros con las Letras», «Tauromagia», «Biblioteca Nacional», «La Noche – El Mundo por Montera», «La Tabla Redonda», «Negro sobre Blanco»). Entre 2004 y 2012 dirigió y presentó en Telemadrid el programa literario «Las Noches Blancas» y todos, famosos y desconocidos, pasamos por allí.
Se definía a sí mismo como un anarcoindividualista y nunca ocultó que dejaban de gustarle las mujeres cuando empezaban a peinar canas por lo que sus parejas, casi siempre, eran más jóvenes que él. Si bien es cierto que su vida sentimental ha sido ajetreada, con tres «matrimonios» a sus espaldas y múltiples amantes, no es menos cierto que a todas quiso y todas se sintieron amadas. La última pareja, Emma Nogueiro de 30 años. A quien esto escribe le consta cuánto la amó pues viví no pocos instantes cómplices con ellos. Se conocieron en el transcurso de una entrevista y sus caminos se han separado como la pulsera que hoy Emma ha partido en dos de su muñeca conservando la otra mitad: «Esto es amor, quien lo probó lo sabe».
Fue un hombre comprometido con diversas causas, como su intervención en las algaradas antifranquistas de finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, lo que le valió cinco procesos, diecisiete meses de cárcel y siete años de exilio. En su juventud fue un izquierdista de los que se apuntaban a mayo del 68 y se dedicaban a correr mundo con la mochila cargada a sus hombros. Sus últimos años han estado marcados por su protagonismo en la moción de censura presentada por Vox con Ramón Tamames como candidato (tal y como contará el propio profesor en el libro que se publica este mes en Almuzara, «Me duele España. Una moción de censura para revivir la esperanza»). No en vano, fue él quien propuso al líder de la formación, Santiago Abascal, al otrora dirigente del PCE como el mejor candidato a presidente del Gobierno en la moción contra Pedro Sánchez. Quizá lo que hizo, pensó y promovió atienda al «espíritu del tiempo», al que siempre estuvo atento y de modo cambiante según el momento. Nadie lo sabe ya, pues estamos solos en nuestras cabezas.
Su vida ha sido tan extensa como prolífica. Y feliz, me atrevería a decir. No son pocas las experiencias que se lleva en el equipaje antes de darle la moneda definitiva a barquero Caronte. Porque amó, y mucho. Su vida emocional ha sido ampliamente relatada por él mismo. Le gustaba epatar y explicar su intensa vida sexual, la misma que le mantenía vivo, en forma y en plenitud de facultades intelectuales. Amó, amó y amó... y vivió para contarlo. Tras cuatro bypass coronarios que le dejaron en herencia una cicatriz torera que le surcaba el pecho y recorría su antebrazo, afirmaba que el erotismo estaba en la cabeza, y así siguió «El camino del corazón»... de su corazón.
Muchos le tildarán de oportunista, otros de librepensador. Humildemente creo que era un hombre pacífico, con pocas ganas de tener razón, que hacía lo que creía de forma vehemente –equivocado o no–, con toda la razón de sus razones. Dragó se explicará de muchas maneras y en muchos libros pero sí tengo claro que quienes le conocimos, algo, podremos aportar porque quizá jamás llegamos a entenderle del todo –¿verdad Aute, Escohotado...?–. Porque, retorciendo a Lorca, «la agonía del alma insatisfecha le duró toda una vida».
Te recuerdo una frase que dijiste, porque sé que puedes escucharme: «El koan más famoso del repertorio zen es el que pregunta cómo suena el aplauso que se realiza con una sola mano»... entonces, ¿qué dice la frase de quien te ama y no se escribe?
[[H2:Las píldoras «dragonianas»]]
Dragó afirmaba que todas las pastillas que ingería eran inofensivas y de herbolario. Admitía que posiblemente tomara más de las que necesitaba, pero creía que el excedente se eliminaría a través de la orina. De igual modo, no sabía si estaría igual de bien si no tomase ninguno de los más de cuarenta comprimidos diarios que ingería durante el día. Era un poema ver la ristra de patillas antes de comer con el escritor: cafeína, cordyceps del Tíbet, productos nutracéuticos, caparazón de crustáceo, melatonina, resveratrol, gingsen, palmito para la próstata... e incluso una «viagra» que lanzó al mercado llamada «Homo Erectus». ¿Placebo o realidad médica? Poco importa. El hombre que las consumió superó la ochentena totalmente feliz, en una plena forma física, emocional, intelectual y sexual.