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Cuando Thomas Mann dio la espalda al nazismo

El 13 de octubre de 1922 suele fijarse como la fecha de adhesión del escritor a la democracia tras haber aplaudido la República de Weimar
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La Razón

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Después de manifestar su adhesión públicamente a la República de Weimar y de adoptar posiciones políticas reaccionarias, Thomas Mann vio el feo cariz que tomaban los acontecimientos en Alemania, ante el ascenso del nazismo. El 13 de octubre de 1922, es decir, hace hoy cien años, Mann pronunció en Berlín una conferencia titulada “Sobre la república alemana” en la que se dirigía a la juventud académica a la que invitaba a sumarse a la democracia y con la que el autor de “La montaña mágica” daba por terminados sus devaneos con el nacionalismo.
La conferencia produjo un gran impacto en parte de la sociedad alemana, conmocionada ante otros hechos: el reciente asesinato del ministro de Exteriores Walter Rathenau a manos de una organización ultraderechista, la Organización Consul, que quería generar una guerra civil que pusiera fin a la república, informa EFE. El asesinato de Rathenau llevó a que el entonces canciller Josef Wirt declase que “el enemigo está a la derecha” una frase que recientemente se ha citado en medio del auge de ultraderecha como el partido Alternativa por Alemania (AfD) y también de otros con tendencias claramente violentas como los llamados “Reichbürger” (Ciudadanos del reino) que niegan la legitimidad de la República Federal de Alemania.
La Sociedad Thomas Mann ha dedicado su congreso de este año -celebrado hace pocas semanas en Lübeck- a la conferencia de Thomas Mann bajo el lema “Democracia, un asunto interior” con análisis del texto original desde diversas perspectivas y, también, con intentos de extrapolar la defensa de la democracia de Thomas Mann a la situación actual. Desde último punto de vista Frido Mann, nieto del escritor, destacó la idea clave de Thomas Mann de que “el estado es cuestión de todos” para recordar que una de las lecciones de Weimar es que la democracia necesita demócratas convencidos que la defiendan.
Thomas Mann pronunció la conferencia con motivo, o tal vez sea mejor decir con el pretexto, de los 60 años del escritor y dramaturgo Gerhard Hauptmann. Sin embargo, más que Hauptmann, el verdadero interlocutor de Thomas Mann es la juventud académica alemana, parte de la cual había asumido una actitud revanchista y reaccionaria tras la derrota en la guerra -los asesinos de Rathenau eran jóvenes- y a la que él quería ganar para la causa republicana y democrática.
Mann dice que esa juventud no es malvada sino “solo terca y orgullosa” y se muestra confiado de que será receptiva a los ideales del humanismo puesto que, de no ser así, “dejaría de ser juventud alemana”. El centro de la argumentación es el intento por desmontar la idea de que la república y la democracia son solo una imposición de los vencedores. Ante ello Mann niega que la república haya sido “una criatura de la derrota y la vergüenza” y asegura que en cambio lo es “del levantamiento y del honor”.
Esa parte de la argumentación es compleja pues sostiene que justo con el júbilo belicista del comienzo de la I Guerra Mundial las masas alemanas habían empezado a asumir el estado como cosa propia y lo que ocurría después de la guerra era justamente que el estado se había convertido en cosa de todas. ”Los viejos poderes ya no están, no voy a decir jubilosamente que han sido barridos por el destino pero si que han sido eliminados. Y para darle carta de ciudadanía alemana a la democracia pone a dialogar al poeta romántico alemán Novalis con Walt Whitmann, el poeta por excelencia de la democracia, y a mostrar similitudes entre ellos.
También recuerda que la tradición nacional alemana antes del imperio guillermino no había sido siempre monárquica y que su propia ciudad natal, Lübeck, había sido una república como ciudad-estado. Detrás de la nostalgia del imperio Mann ve “oscurantismo” que, dice, “lleva a olas de asesinatos insensatos” en probable alusión al asesinato de Rathenau. A partir de 1922 Mann mantiene una postura republicana y democrática. La llegada de los nazis al poder lo sorprende fuera de Alemania y no regresa a su país. Después, desde su exilio americano, llamaría a los alemanes en alocuciones radiales a rebelarse contra Hitler.