Suspense hispano
La literatura latinoamericana no es lo que era. Ya no se lleva el realismo mágico, el relato de aventuras en los trópicos ni el retrato de dictadores de repúblicas bananeras. Tampoco es costumbre describir un mundo de autopistas y centros comerciales ni, mucho menos, ahondar en disquisiciones filosóficas sobre el paso del tiempo. Latinoamérica, que como bien señaló Roberto Bolaño, «fue el manicomio de Europa así como Estados Unidos fue su fábrica», ofrece ahora un panorama distinto, más acorde con el mundo globalizado de principios de siglo y del cual, su literatura, intenta ser un reflejo.
Ésa es la tesis apuntada por el escritor brasileño Daniel Galera, quien pidió a trece jóvenes (y algunos no tan jóvenes) autores latinoamericanos que escribieran un relato de suspense ambientado en sus países de origen y cuyo tema principal fuera la vida al margen de la ley. El resultado es un ambicioso abanico de propuestas y estilos narrativos pero unidos, curiosamente, por su diversidad y su grado de violencia: relatos de crímenes y castigos, de amor y de venganza, de prostitución y travestismo; historias que pueden transcurrir en una prisión venezolana, en un barrio venido a menos de Buenos Aires, en las afueras de San Pablo o en las calles de La Habana y que llevan la firma del chileno Alejandro Zambra, la argentina Mariana Enríquez, el uruguayo Andrés Ressia Colino o el brasileño Jaco Reiners Terron, por citar algunos de los trece elegidos.