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Jon Fosse: «Después del Premio Nobel todo es cuesta abajo»

Es el cuarto noruego que recibe el Premio Nobel de Literatura y el primero que lo obtiene en 95 años. Reconocido como dramaturgo, la fama le ha llegado a través de unas novelas minimalistas, pero de un enorme calado literario
Jon Fosse, al enterarse de que había ganado el Nobel de Literatura
Jon Fosse, al enterarse de que había ganado el Nobel de LiteraturaGUNN BERIT WIIK / STRILENEFE

Madrid Creada:

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La concesión del Premio Nobel de Literatura a Jon Fosse ha coincidido con la llegada a las redacciones de los periódicos y suplementos literarios de «Mañana y tarde» (Nórdica), el último libro del escritor que se ha traducido al español. Esta vez no puede afirmarse, como ha sucedido en otras ocasiones en el pasado, que el galardonado no contaba con ninguna obra en nuestra lengua.
La editorial De Conatus ya había publicado en nuestra lengua «Trilogía» y los libros de la «Septología», que van a reeditar en un solo volumen, y Sexto Piso se prepara para el lanzamiento en 2024 de la poesía de este singular autor, del que la Academia Sueca ha subrayado que es merecedor de esta distinción «por sus obras innovadoras y su prosa que dan voz a lo indecible».
En esa acta señala que su obra es «inmensa» y «que abarca una gran variedad de géneros, contiene obras, novelas, poesía, ensayo, cuentos infantiles y traducciones. Es uno de los dramaturgos más representados en el mundo, pero también ha sido cada vez más reconocido por su prosa». Otro de los puntos que resalta es que «la condición humana es el tema central de su obra, independientemente del género, y presenta situaciones cotidianas que son instantáneamente reconocibles en nuestras vidas».
Fosse, que vive en un fiordo próximo a la ciudad pesquera de Bergen, es uno de los escritores más reconocidos en su país, es el cuarto noruego que recibe este reconocimiento y el primero que lo hace en 95 años. Aunque ha recibido una enorme notoriedad a través de la novela, como suele ser común, gran parte de su fama internacional proviene de su trabajo como dramaturgo, una carrera en la que se ha comparado con Ibsen y Beckett, con este último quizá porque los dos comparten cierto gusto por las tramas minimalistas –una de las palabras que mejor se amoldan al carácter literario del escritor, al que le gusta despojarse de todo lo superfluo y quedarse con lo esencial–, y donde, en apariencia, no sucede nada y lo que sucede ocurre dentro de los personajes. Esta faceta de su trayectoria es poco conocida en España, donde se le ha representado de manera vaga, más allá de «Alguien va a venir», que Mariano Anós dirigió en 2002 y de «Yo soy el viento» en 2014.
Fosse, que posee las nervaduras propias de un hombre de letras y los pecados comunes de un hombre corriente, esos famosos tropiezos con el alcohol y su conversión del protestantismo al catolicismo, siempre había estado en las quinielas del Nobel, pero ayer esa profecía que parecía destinada a no realizarse, se cumplió para asombro de los lectores, su propio editor y él mismo. «Estoy acostumbrado al suspense y a no conseguirlo. Así que fue un poco inesperado para mí», declaró Fosse tras conocer que la Academia sueca le había dado este premio. «Estoy abrumado, muy feliz y agradecido. Elijo ver este premio como un premio para la literatura. No se llega más alto que el Premio Nobel», aseguró después, según Ep.
El escritor, que ahora lleva una vida tan modesta que podría tildarse monacal (familia, casa, misa y escribir), declaró, dejando entrever cierto sentido del humor, que «después de esto, todo es cuesta abajo». Fosse, un hombre que es reconocido por su tendencia a una escritura sutil y despojada de adornos y trampantojos verbales, comentaba en una entrevista con «The New Yorker» sus inicios en la escritura. Aseguraba que «tengo que ir a los límites de mi mente y tengo que cruzar esos límites. Y cruzar estas fronteras da miedo si te sientes muy frágil». Una declaración de lo que para él significa la escritura, que siempre ha concebido como un rasgo de enorme calado personal desde su juventud, como si mantuviera un pulso con su intimidad y la necesidad de dar a conocer sus pensamientos al público.
En esa misma conversación, reconocía que comenzó a escribir gracias a la influencia de la música (crucial para él) y que su primer logro literario, que no hay que subestimar, fue la redacción de una canción y que, a partir de ahí, hay que decir que por entonces frisaba la temprana edad de los doce o los trece años, empezó a desarrollar una pulsión creativa que se desarrollaría a través de la poesía y el cuento, los primeros escalones que recorre un autor. De ahí, al Nobel.
La literatura siempre tiene una parte que se apoya en la leyenda. Aunque muchas mitologías de este tipo son espurias, la suya es real y tiene que ver con el alcohol. Hace tiempo que se ha apeado de ese viaje de la dipsomanía y que su hábito forma parte de las pesadillas de un distante pasado. Pero él mismo reconoció que durante su época como autor teatral se convirtió en un serio problema y que esta inevitable inclinación desenfocaba su escritura. «Eran unas circunstancias increíbles, viaje tras viaje, aeropuertos, nuevos hoteles, a menudo solo; estreno tras estreno por todo el mundo. Viví así unos 15 o 20 años. Fue demasiado. Yo soy tímido y para aguantar todo lo social, bebía», confesó al diario «Aftenposten».
El escritor Karl Ove Knausgård, autor del ciclo novelístico-biográfico «Mi lucha» fue su alumno. Lo sufrió como profesor y da un retrato duro de él, dejando la impresión de que lo suyo debía ser un pulso semejante al que sostuvieron Maxwell Perkins y Thomas Wolfe. A pesar de eso, evocando a su maestro, Knausgård, dijo: «Encuentra la razón en el terrible contraste entre la infinidad ilimitada dentro de él y la limitación de su materialidad mundana. Este contraste, entre el infinito dentro de nosotros y las limitaciones de lo externo, impulsa todo lo que Jon Fosse ha escrito».