Khutulun, la princesa soldado invencible
Nacida en una familia mongola, su valor y su destreza militar fue legendaria hasta el punto de que nunca fue derrotada en el cuerpo a cuerpo: su vida inspiró la ópera «Turandot»
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La historia de «Luz de Luna» o «Luna clara» no es la de Mulán. Aunque existan paralelismos (ambas, guerreras, pertenecientes a la corte imperial, asiáticas cuyas historias se han mitificado hasta llegar al celuloide), en realidad, la mongola Khutulun no fue una leyenda folclórica, sino un personaje histórico real que dejó perplejos a viajeros como el archiconocido mercader italiano Marco Polo (1254–1324), o el estadista e historiador persa Rashīd al-Dīn Ṭabīb (1247–1318). Ambos describen a Khutulun como una renombrada luchadora, dotada de una inteligencia excepcional, cuya fuerza y valentía la hace ser una Xena de la vida real.
Mujer de muchos nombres, Khutulun fue también conocida como Aigiarne, Aiyurug, Khotol Tsagaan o Ay Yaruq. Nació alrededor del 1260 como el último descendiente, junto a 14 varones, de la Casa de Ögodei, una de las familias nobles mongolas descendientes del gran kan. Fue la única hija de Kaidu, señor del kanato de Chagati, una de las cuatro subdivisiones del vasto imperio mongol. Dicho imperio, fundado en 1206 por Gengis Kan, abarcaba desde las fronteras naturales del Danubio en Hungría hasta la Manchuria Rusa y en él vivía una tercera parte de la población mundial del siglo XIII. Era tan grande, que un solo gobernante no podía administrarlo. Por eso en el periodo en el que vive Khutulun, el nieto de Gengis Kan, Kublai Kan, distribuyó ciertas áreas a miembros diferentes de su familia. Khutulun se educó en la corte de su padre Kaidu, que era primo del último gran kan y gobernaba una de las subdivisiones más grandes del imperio.
Marco Polo dedicó un apartado entero titulado «La historia de la hija del rey Kaidu, de su fuerza y valentía» a Khutulun en su obra "El libro de las maravillas" (1298). Conocida por su agudo ingenio y su fuerza física, Khutulun fue entrenada en el arte del tiro con arco y el galope, destacándose como la mejor luchadora de bökh, la lucha libre mongola (similar al sumo japonés), y siendo experta en las “Tres Habilidades Masculinas” de la cultura mongola. El combate cuerpo a cuerpo fue la actividad que la hizo famosa. No es sorprendente el hecho de que la princesa fuera criada en actividades generalmente reservadas a los hombres. Su relato nos recuerda que la caracterización de la notoriedad histórica está ligada a destrezas asociadas a la virilidad, lo que tiende a poner de relieve a personajes femeninos que deben, por fuerza, demostrar atributos masculinos para destacar. De ahí que Khutulun pareciera relevante en función de los tres atributos más valiosos en la corte (que coincidían con habilidades supuestamente viriles).
Khutulun sobresalió en el campo de batalla, liderando ejércitos junto a su padre en medio de la pugna entre Kublai Kan —más abierto a las influencias chinas— y Kaidu —seguidor de las antiguas costumbres mongolas—. Según la tradición, jamás fue vencida. La mano de Khutulun no fue dada a través de arreglos políticos, sino que ella misma decidió las condiciones. Su matrimonio estuvo determinado por la apuesta que hizo a todos los hombres que intentaron casarse con ella. El desafió exigía 100 caballos como tributo en caso de derrota, y su mano en caso de victoria. Muchos jóvenes acudieron porque vieron la recompensa demasiado apetecible, ya que era la hija del kan, uno de los hombres más poderosos de Asia, además de ser carismática y rica. Los pretendientes de Khutulun hacían cola a las puertas, ansiosos, como aquellos que deseasen a la mítica Penélope en la Ítaca homérica. Se presentaban en una corte abarrota de espectadores ávidos por ver casada a la indómita guerrera. Khutulun se presentaba delicada, envuelta en seda, mientras los hombres solían vestirse con cotas de malla. Todos perdieron. Su fama como guerrera excepcional creció hasta el punto de que, al final, acumuló una gran fortuna equina, llegando a poseer ¡más de 6.000 caballos! Pero en 1280, su padre la instó a que perdiese para que al final pudiese casarse. Ella no lo permitió y ganó el combate a un pretendiente que había traído 1.000 caballos. Las mujeres mongolas no sólo no estaban obligadas a casarse, sino que tenían derecho a divorciarse si la unión matrimonial no iba bien.
Aunque su nombre pueda no ser familiar para muchos lectores, la historia de Khutulun ha inspirado a diversos autores, transformándose su historia en el personaje de Turandot, como hicieran el orientalista francés François Pétis de la Croix, el dramaturgo italiano Carlo Gozzi y, más conocidamente, el compositor Giacomo Puccini. En la ópera de este último la princesa aparece como una mujer despiadada por su permanente rechazo a los pretendientes, pero la Khutulun histórica no hizo sino ejercer sus derechos como mujer mongola superando en el camino a cuantos hombres se creyeron mejor que ella.