Historia del zapato: cuando llevar tacón era para hombres
Desde el antiguo Egipto, el calzado era signo de distinción social y el tacón fue privilegio de los hombres hasta que, en el siglo XX, empoderaron a las mujeres
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Los humanos llevan protegiendo sus pies de la rugosidad del suelo desde la prehistoria. Un equipo de arqueólogos de las Universidades de California (EE.UU.), y Cork (Irlanda) encontraron en la cueva Areni-1, situada en Armenia un zapato de piel de vacuno de la talla 37 relleno de hierba seca y cosido por la parte delantera datado en 5.500 años de antigüedad, fecha que convertía el hallazgo en el zapato de piel más antiguo de Eurasia. Era anterior a los zapatos de piel de Otzï, un homo sapiens momificado encontrado por dos alpinistas de Núremberg en un glaciar en los Dolomitas y que murió en el 3250 a.C. El cadáver estaba muy bien preservado, llevaba polainas de piel de cabra y unos zapatos de piel de oso impermeables con calcetines y hierba, todo diseñado para caminar en la nieve.
En la Península Ibérica, el hallazgo más antiguo proviene de la cueva de los Murciélagos, en Albuñol (Granada), un emplazamiento explotado en el siglo XIX por sus vetas de galeno. Durante su explotación aparecieron objetos de esparto y cadáveres momificados que se repartieron entre los locales, de los que se salvaron apenas unos cuantos que fueron depositados en el Museo Arqueológico Nacional, entre ellos, unas sandalias de esparto datadas en un periodo amplio entre el 7500 y el 4200 a.C.
El 16 de febrero en 1923, Howard Carter entró en la cámara funeraria de Tutankamón donde se descubrieron zapatos votivos de oro y marfil y sandalias de cuero. Los faraones y la familia real utilizaban sandalias enriquecidas con joyas con suelas grabadas con escenas de guerra en ocasiones especiales pudiendo utilizar sandalias corrientes en los quehaceres diarios. Un personaje clave en la corte del faraón era el guardián de las sandalias del rey y que aparece descrito en jeroglíficos y grabados como el del Museo del Cairo. En la antigua Grecia, solo los hombres libres usaban calzado, adaptándose su uso tanto para guerreros como sacerdotes. En Roma, existió una diversificación funcional de modelos: los «calcei», eran zapatos tipos bota como los encontrados en Vindolanda, una ciudad en Britania construida para la vigilancia del muro de Adriano. Existieron también las sandalias para civiles, denominadas «solae», y las sandalias para el ejército, «caligae». También una especie de zuecos que eran comúnmente utilizados por esclavos y los «socci», un calzado de confección simple utilizado por los actores de comedia que se popularizó hasta tal punto que el Edicto de precios de Diocleciano menciona varios subtipos. Los patricios podían permitirse zapatos elaborados, como los expuestos en el Museo de Salzburgo.
En la Edad Media, los zapatos fueron muy populares. En la documentación castellana altomedieval aparecen los términos zapatones «aut abarca», y en el Cantar del Mio Cid aparece la palabra «çapato». Todas estas palabas definían el zapato plano para hombre y para mujer. Hay que esperar al Renacimiento para encontrar zapatos de tacón utilizados por hombres. Los tacones facilitaban el uso del estribo, como se observa en algunos bocetos de Leonardo da Vinci. En la boda de Enrique II de Francia con Catalina de Médicis (1547) ella utilizó también zapatos de tacón, pero no se popularizaron entre las damas hasta finales del siglo XVIII.
Famosos fueron los tacones en la corte de Versalles desde que Luis XIV decretó que los de los hombres debían ser de color rojo, lo que rápidamente se convirtió en un signo de estatus social elevado. Él mismo los lleva diseñados por Nicolás Lestage en el retrato realizado por Rigaud, del Museo del Louvre. A finales del XVIII, las mujeres imitaron los conjuntos de moda masculina, utilizando tacones en su indumentaria comenzando desde entonces a ser un símbolo de feminidad, elegancia y poder. El tacón mejoraba la posición corporal en la mujer haciendo su cuerpo más esbelto, mejorando la autoestima y la confianza. Con la llegada de la Revolución francesa, se prohibieron las pelucas y los tacones dando paso a un periodo en el que hombres y mujeres llevaban zapato plano. Los tacones retornaron en la época de Luis Felipe II pero solamente en femenino.
En el siglo XX, las mujeres se incorporan a la escena pública y se impone un estilo práctico. A partir de los años 50, regresan los tacones de la mano del diseñador francés Charles Jourdan, quien definió los precursores de los actuales «stilettos». Desde entonces diseñadores como Gucci, Jimmy Choo o Manolo Blahnik compiten por el más sofisticado del momento. Algunos sostienen que el tacón limita la movilidad de la mujer y subraya su condición de objeto erótico. Con o sin tacones, los zapatos nos protegen los pies, y facilitan nuestra locomoción. Seguimos usando zapatillas de esparto como en la prehistoria, aunque podamos cambiarlas por unas deportivas, botas de cuero o por unos zapatos de tacón más allá de símbolos y prejuicios.