La campana de Huesca y el Palacio de los Reyes de Aragón
Durante generaciones una leyenda ha ocupado el imaginario colectivo, y tiene que ver con uno de los hechos más populares que rodean a la Corona aragonesa
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En el Palacio Real de Huesca, también conocido como el Palacio de los Reyes de Aragón, del siglo XII, se alberga un hermoso salón románico llamado Sala de la Campana donde se supone que tuvieron lugar los hechos de una de las leyendas más populares de la antigua Corona aragonesa. La historia de la campana de Huesca entra por derecho propio tanto en la historia mítica de España como en su geografía legendaria, como evoca este espléndido recinto que hoy día se debe visitar. La leyenda ha conformado durante muchas generaciones el imaginario colectivo, aunque sus raíces puede que sean más antiguas de lo que se sospecha y que no solo remonten la edad media, sino seguramente a la antigüedad clásica. Pero vayamos por partes, pues en primer lugar procede narrar brevemente esta leyenda: La acción se sitúa en la época de Ramiro II, llamado «el monje», que reinó a comienzos del siglo XII. Al morir sin hijos su hermano Alfonso I «el Batallador» sin hijos, Ramiro, que era obispo en aquel momento y había sido monje del monasterio de San Ponce de Tomeras, en Francia, y de San Pedro el Viejo, en Huesca, pasó a heredar el trono. El momento era convulso y los nobles rebeldes amenazaban con un levantamiento en armas.
Ramiro II estaba preocupado por la desobediencia de parte de la nobleza y pidió ayuda y consejo a su antiguo maestro, el abad de San Ponce, al que envió un mensajero. El abad, como toda respuesta, llevó al mensajero a su huerto y, sin decir palabra, cortó las coles que sobresalían de entre las otras (aunque otras veces se habla de rosas) y luego le dijo que repitiera el gesto ante su señor. Al verlo de regreso, Ramiro II lo entendió muy bien. Convocó a los nobles a Huesca a aquel palacio con la excusa de que iban a hacer una campana que se oyeran por todo el reino de Aragón: una vez que llegaron allí los principales rebeldes les hizo decapitar y apagó la revuelta. El episodio se cuenta en la Crónica pinatense, escrita a instancias de Pedro IV de Aragón en el siglo XIV. Esta Crónica de San Juan de la Peña es clave para la historia mítica aragonesa: se refiere al monasterio emblemático del alto Aragón, que ya conocemos, fundado milagrosamente en un accidente de caza en el que sobrevivió el joven Oto, y que fue clave para el mundo espiritual aragonés, como se ve en la leyenda del Reino de Sobrarbe y la presencia de la leyenda del Grial: también en el hecho evidente de que ahí está el Panteón donde fueron enterrados algunos de los Reyes de Aragón y Navarra.
Pese a la presencia de estos hechos en las crónicas aragonesas y la probable existencia de un cantar de gesta anónimo sobre la campana de Huesca, reconstruido por los filólogos, parece que la leyenda no es histórica sino apócrifa y que está basada en un antiguo relato del mundo clásico que aparece ya en Heródoto. En el libro quinto de su Historia el autor griego cuenta la historia del tirano Periandro de Corinto que, deseoso de saber qué medidas aplicó otro tirano, Trasíbulo de Mileto, para asegurar su gobierno frente a las facciones más levantiscas de su ciudad, mandó un mensajero a este, que recibió la misma muda lección: Trasíbulo fue cortando ante él las espigas de trigo que sobresalían de un campo de mieses, en una anécdota que refiere también la Política de Aristóteles como consejo para conservar el poder absoluto. Luego, en época romana, Tito Livio atribuye la leyenda a Tarquinio, el quinto rey de Roma, que hace lo mismo con las flores destacadas de un campo de adormideras.
En el plano de la recepción, conocemos una larga tradición iconográfica y literaria de la leyenda. Existen en el romancero cantares que reproducen este episodio con el consejo del abad de San Ponce, romances anónimos como este de Ramiro el rey monje: «El abad, que sabio era, / el mensajero tomara; / y entrole en una huerta / sin le responder palabra / y afilado un gran cuchillo / las ramas altas cortaba / a aquellas que eran mayores / que a otras sobrepujaban». El resultado es la pacificación del reino a la fuerza. En las recreaciones literarias, los hijos de los nobles rebeldes presencian la cruel escena a modo de escarmiento: «Uno a otro los tomara / y cortó quince cabezas / que eran las más estimadas / y amostrólas a sus hijos / que a sus padres aguardaban / diciendo haría lo mismo / a cuantos no le acataban. / Así fue temido “el Monje” / con el son de la campana».
Larga es la huella de la leyenda de la Campana de Huesca: aparte del romancero también tenemos influencia en los proverbios –en el diccionario de Covarrubias aparece explicada en los términos Campana y Huesca– y en algunas obras de teatro del Siglo de Oro, como, por ejemplo, en La gran comedia de la campana de Aragón, de Martínez de Meneses y Belmonte Bermúdez . La leyenda es mencionada en por Clarín en La Regenta y en La corte de los Milagros por Valle-Inclán, entre otras obras. En cuanto a la pintura, la obra más famosa, que se ha convertido en icónica para esta leyenda, es la de Casado del Alisal que hoy se conserva en el Ayuntamiento de Huesca.