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Un arsenal naval en tierra de piratas

Un estudio reciente profundiza en uno de los hallazgos arqueológicos navales más impresionantes: un gigantesco astillero en la isla de Dana, Turquía
Imágenes de estáteros hallados en el inmenso astillero
Imágenes de estáteros hallados en el inmenso astilleroArchivo
La Razón

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Indudablemente, Cilicia es un territorio caracterizado por una enrevesada y fascinante trayectoria donde alternaron etapas del dominio ejercido por potencias vecinas y otras de autonomía propia, apareciendo el nombre de Cilicia por primera vez en documentos asirios. Se trata de un territorio enclavado en el sur de Anatolia que, flanqueado entre Paflagonia por el oeste y Siria por el este y los Montes Tauro por el norte, se dividía en dos regiones claramente diferenciadas. Por un lado, Cilicia Pedias, la parte situada al occidente, más llana y con capital en Tarso, cuna de san Pablo, y, por otro, Cilicia Traquea, la «áspera», más montañosa, boscosa y difícil.
Cilicia Traquea adquirió notoriedad en el siglo I a.C. después de que una parte de su población emprendiera la lucrativa profesión de la piratería aprovechando la naturaleza escarpada del litoral de su tierra, llegando a amenazar al conjunto del Mediterráneo. Como señaló Plutarco, se valieron del caos de las guerras civiles romanas para «ya no solo atacar a los navegantes, sino también devastar las islas y las ciudades costeras». Aunque jugaran un rol importante en el fundamental comercio de esclavos, su presencia no fue tolerada y, de hecho, el senado acabó por encomendarle a Pompeyo la erradicación de todos aquellos piratas que amenazaban un mar al que poco después los romanos acabarían por denominar Mare Nostrum.
En esta región discurre el reciente «Rock-Cut Slipways and Slipping Techniques at Dana Island Shipyard» de Hakan Öniz y Semih Büyükkol, investigadores de la universidad de Akdeniz University (Antalya, Turquía), en la revista «Journal of Maritime Archaeology». Este estupendo artículo profundiza en uno de de los hallazgos arqueológicos navales más impresionantes de las últimas décadas: un gigantesco astillero encontrado por el equipo del doctor Öniz en el año 2015 en la isla de Dana. Se trata de una islita de apenas tres kilómetros de largo por uno de ancho emplazada estratégicamente en el litoral oriental de la antigua Cilicia Traquea. Su posición era clave en la navegación costera entre el oriente y el occidente y en la conexión entre Anatolia y Chipre. Este espacio, que parece correlacionarse con uno de los pueblos del mar que atacaron Egipto, los danuna, fue objeto de las apetencias de grandes potencias a lo largo de los siglos como los hititas o los neobabilonios, pues su rey Neriglisar ordenó su asalto, amén de los persas, que la ocuparon dos siglos antes de recaer bajo el dominio de Alejandro Magno. Una vez fallecido éste, fue objeto de disputa entre los reinos helenísticos sucesores antes de ser conquistada por Roma. Curiosamente, según las fuentes arqueológicas y textuales, el enorme arsenal estuvo en funcionamiento continuo bajo el dominio de todos estos grandes poderes al constatarse su uso desde el siglo VIII a.C. al VII d.C. debido a las inherentes ventajas de su localización.
Ocupaba prácticamente todo el litoral noroeste de la isla, una zona resguardada de los temporales habituales de esta zona y de los peligros de la tierra firme, justo enfrente de una costa anatólica desde donde eran transportados los cedros empleados en la construcción naval. Con sus 294 dársenas es el astillero más grande constatado arqueológicamente en el mundo antiguo. Los diques, excavados en la roca por sus constructores, contaban con el apoyo de unas estructuras de madera, hoy perdidas, empleadas para construir y reparar navíos y, asimismo, como puerto seco para proteger a las naves forzadas a parar ante el cierre de la navegación invernal.
Estas dársenas no eran uniformes. Podían albergar barcos de diversos tamaños, desde navíos de una escasa eslora de 4-7 metros hasta otros de 21 a 34 metros, e incluso algunas tenían hueco para alojar a las gabarras empleadas para remolcar a los navíos. Asimismo, una parece que fue utilizada para atender a navíos de guerra dotados de espolón de bronce. Por supuesto, en esta islita además del apabullante arsenal de kilómetro y medio de longitud también se han encontrado restos de un buen número de estructuradas asociadas, desde «talleres, molinos y barracones para los constructores de naves y demás personal» pasando por «establos, cinco iglesias, unas termas y 221 cisternas», recintos para animales y, teniendo en cuenta la peligrosidad de estas aguas, varias atalayas y fortalezas destinadas a su defensa.
Aparte de actualizar la investigación de este fascinante espacio, el artículo analiza los diversos métodos de botadura de los navíos, desde el encaje en cunas de madera pasando por el empleo de animales en su arrastre hacia el mar o su deslizamiento sobre troncos empleados durante sus más de mil años de historia. Dicha variedad se corresponde, según los autores, a los cambios, modas y estrategias adoptadas durante tan largo lapso de tiempo por los responsables de este arsenal único que atendió las necesidades navales de tantas culturas, ya fuera para desarrollar flotas de guerra como embarcaciones comerciales o veleros piratas.