Falofobia: ¿por qué los romanos cortaron los penes de sus estatuas?
La desnudez era una costumbre habitual entre los hombres griegos, sin embargo, la tradición cambió en el Imperio romano y la falta de ropa se convirtió en un tabú
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Gracias a la imitación de esta costumbre desde el Renacimiento, muchos compartimos la idea grecorromana de que la forma desnuda es un tema apropiado para los artistas. Sin embargo, puntualiza el historiador Garrett Ryan, “tendemos a olvidar hasta qué punto es culturalmente específica esta suposición y cuán excepcional era realmente la desnudez de la escultura grecorromana”, explica el autor en Estatuas desnudas, gladiadores gordos y elefantes de guerra (La Esfera de los Libros).
Entre otros ejemplos del mundo grecorromano, el autor señala el nerviosismo por la desnudez que llevó a los habitantes de Afrodisias a castrar sus estatuas, algo “casi desconocido hasta la antigüedad tardía”. De hecho, durante un milenio, tanto griegos como romanos encargaron y exhibieron estatuas desnudas sin hojas de higuera ni recelos, pero la cosa cambió en algún momento, como se recrea en el libro.
“No conocemos su nombre”, escribe. “Todo lo que sabemos es que tenía un martillo, un cincel y una misión: destruir cada pene de piedra que tuviera a la vista. Durante siglos, la ciudad griega de Afrodisias había estado tachonada de estatuas desnudas y relieves. Ahora, sin embargo, el Imperio romano era cristiano, la desnudez artística se había convertido en un tabú y la buena gente de Afrodisias había decidido desinfectar sus estatuas”. Lo que contrasta con la realidad de Pompeya, donde los penes se multiplicaban por las paredes (pero esa es otra historia).
El trabajador contratado para la tarea, continúa Ryan, “se entretuvo en pulverizar los pezones más alegres entre los desnudos femeninos. Pero eran los penes la razón por la que había venido. Algunos dioses y héroes fueron castrados con un solo golpe de martillo bien dirigido. Otros fueron desprovistos de su masculinidad mediante un cuidadoso trabajo de cincel. Ninguno se salvó”.
De esta forma el historiador se adentra en una historia que comenzó con los griegos, “quienes apreciaban el cuerpo masculino desnudo como ninguna civilización antes o después”, se apunta. Esto era un reflejo de que los hombres griegos pasaban desnudos una cantidad inusual de tiempo; “siempre que hacían ejercicio, se enfrentaban en competiciones atléticas o simplemente pasaban el rato en el gimnasio lo hacían en pelotas”.
Sin embargo, las razones detrás de esta costumbre son “oscuras”: “Pudieron pensar que era más fácil, y posiblemente más seguro, hacer ejercicio sin ropa. Sin embargo, los taparrabos no son un impedimento real para el movimiento, y los competidores en algunos deportes griegos se hubieran sentido mejor protegiendo sus genitales –recoge el título de La Esfera–. En última instancia, la desnudez en el gimnasio y las competencias atléticas pueden haber tenido que ver con la igualdad. Los hombres desnudos no podían anunciar riqueza o estatus”.
Las estatuas de hombres desnudos llegaron al mismo tiempo que la desnudez se convirtió en el estándar del atletismo griego. “Aunque los cuerpos idealizados de estas estatuas tomarían como modelo a atletas de cuerpos moldeados por el gimnasio, nunca se pretendió que fueran realistas”, cuenta Ryan. La desnudez que reflejaban esos mármoles tenía la intención de comunicar un mensaje, que fue variando según el período, el escenario y el tema. Dado que la mayoría de los relieves griegos clásicos honraban a los dioses o conmemoraban a los muertos, se solía asumir que, en el arte griego, la desnudez era una forma de indicar que alguien era un héroe/dios.
Puesto que las mujeres estaban excluidas del mundo del gimnasio y estaban fuera del nexo del atletismo, la política y la guerra (temas que dominaban la vida pública y la escultura), los desnudos femeninos fueron posteriores. Había una tradición de mostrar mujeres desnudas, generalmente prostitutas, en la pintura de vasijas griegas, “pero fue solo al final del período clásico cuando se creó la Afrodita de Cnido, el primer desnudo femenino de tamaño natural. Tan hermosa que se decía que una vez había ganado un caso judicial exponiendo sus pechos. Fue una sensación inmediata”, afirma el nuevo libro. Y, así, se establecieron los desnudos femeninos en el repertorio de la escultura grecorromana.
Por otra parte, la desnudez, ya fuera masculina o femenina, tuvo un lugar más limitado en la vida y el arte de la temprana República Romana. De inicio, la desnudez pública de cualquier tipo era un tabú: “Era inapropiado que un hombre fuera visto desnudo incluso por su propio hijo”, se ejemplifica. “No debe sorprender que no existiera una tradición romana nativa de escultura desnuda. Pero una vez que los generales comenzaron a traer obras maestras griegas de sus conquistas en el este, muchos miembros de la élite romana se convirtieron en coleccionistas y conocedores de desnudos griegos. De ahí que los romanos prominentes encargaran estatuas desnudas de sí mismos solo había un paso”, justifica Ryan.