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Felipe II inicia su reinado en la Galería de las Colecciones Reales

El retrato del monarca pintado por Antonio Moro y procedente del Museo Bellas Artes de Bilbao, podrá verse en la Galería durante un año
Algunos operarios colocan la primera obra invitada a la Galería de las Colecciones Reales, el «Retrato de Felipe II», pintado por Antonio Moro
Algunos operarios colocan la primera obra invitada a la Galería de las Colecciones Reales, el «Retrato de Felipe II», pintado por Antonio MoroPatrimonio Nacional

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Nos encontramos frente a una imagen eminentemente áulica y principesca que invita a la reverencia en el caso de los más monárquicos cuando el flash de las cámaras de los compañeros de Prensa rompe el silencio de la sala, el mismo que hasta hace tan solo unos pocos segundos nos lanzaba mensajes antiguos y hechizados, enterrados en los costados de la Historia. Conocido en los mentideros acotados de lo íntimo como «el Prudente», un jovencísimo Felipe II de apenas veintidós años nos mira con el halo majestuoso del rey que todavía no era y en el que más tarde se convertiría, mientras se apoya gestualmente en la distancia, la altivez y la frialdad desterrando la relación inmediata de proximidad con el observador.
El príncipe en aquel momento se encontraba realizando lo que se denominó como el «Felicíssimo Viaje», una suerte de Erasmus del siglo de los descubrimientos donde ejercía de jurado heredero y sucesor de su padre (Carlos I) por los diferentes estados, en un ambiente festivo, presidido por fiestas cortesanas y torneos caballerescos. Este retrato pintado por el holandés Antonio Moro del que no sabemos ni la fecha exacta de ejecución ni el destinatario y que recorremos con una curiosidad escrutadora que nos obliga a detenernos en la minuciosidad estética de las mangas con cuchilladas, el Vellocino o Toisón de Oro –símbolo de la orden del mismo nombre– que cuelga de su cuello, las abundantes joyas en forma de botonadura que porta o la lujosísima empuñadura de la espada, cuajada de perlas y piedras preciosas, que asoma por uno de los costados, es una de las primeras imágenes que se conservan del monarca.
Una imagen que ahora, sustituyendo la rudimentaria mecánica de los carruajes por la contemporánea velocidad de las furgonetas blindadas, vuelve temporalmente a casa. Y es que durante la mañana de ayer y enmarcada dentro de la primera colaboración que la Galería de Colecciones Reales lleva a cabo desde su puesta de largo en junio del pasado año, el «Retrato de Felipe II» que Moro pintó entre 1549 y 1550 trae a sus salas «uno de los mejores ejemplos de la retratística renacentista vinculada a la Corona y una de las obras más importantes de la colección del museo de Bilbao», tal y como puntualizó Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao y entidad de la que procede la obra.
Fruto del acuerdo de colaboración entre Patrimonio Nacional y el Bellas Artes desde la pasada semana se exhiben en Bilbao, también como «obras invitadas», tres piezas de extraordinario valor artístico procedentes de la Real Armería del Palacio Real de Madrid. Se trata de «La rodela del Juicio de París», una celada y un arcabuz. Las tres además y no de manera casual, fueron producidas en la Fábrica de Armas de Eugui (Navarra), adquirida por Felipe II durante el siglo XVI. En rigurosa y protocolaria dinámica de «quid pro quo» palaciego esta cesión temporal que se prolongará hasta marzo de 2025 y albergará por tanto el periodo de un año entero de exhibición en la sala de los Austrias de la Galería, permitirá a los visitantes impregnarse del eco silencioso de esos mensajes antiguos y hechizados que mencionábamos con anterioridad y aceptar el reto de aguantarle la mirada de inexpresividad felipina al heredero de un imperio donde nunca se ponía el sol.