"Esto va a doler": la manicura del amor
Christos Nikou presenta en Donosti su nuevo trabajo, una inteligentísima deconstrucción de lo romántico con Jessie Buckley, Riz Ahmed y Jeremy Allen White
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Es complicado encontrar un concepto más bonito y a la vez más manoseado que el de la "cosidad". Descrito por Julio Cortázar, explotado hasta la náusea por la poesía cipotuda y recuperado en los tiempos del objetivismo material como reminiscencia de un tiempo más bello (o como excusa), alude a ese "desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo". Toda esta palabrería, menos vacía de lo que podría parecer, sirve a quien escribe para justificar el inteligentísimo ejercicio de "Esto va a doler" ("Fingernails"), nueva película de Christos Nikou, presentada a competición en el Festival de San Sebastián.
Protagonizada por Jessie Buckley ("Estoy pensando en dejarlo"), el ganador del Oscar, Riz Ahmed ("Sound of Metal") y el omnipresente Jeremy Allen White ("The Bear"), la película es una matemática deconstrucción del romanticismo y, por ende, del cine que lo alumbra cuando ya nadie tiene tiempo para novelas góticas. A medio camino entre un sueño de Richard Curtis (las referencias son explícitas), un guion inspirado de Greg Daniels ("The Office") y una revisión menos emocional de las tesis de "Olvídate de mí" (Michael Gondry, 2004), el filme alcanza momentos de brillantez absoluta gracias a su tesis: ¿Qué pasaría su un test, en este caso comparando el material genético de nuestras uñas, nos permitiera saber que estamos con la pareja que debemos estar, que hemos encontrado al amor de nuestra vida?
Planteado el universo propio de la película, con colores apagados y un exquisito diseño de producción que nos arranca de lo textual para llevarnos hasta un primer Cronenberg (ciencia ficción al servicio de las pasiones), "Esto va a doler" se ocupa de darle vida a sus personajes. Es como si Nikou intentara despertarles de una especie de letargo del que somos testigos, en un mundo en el que las relaciones de pareja no tienen sitio para la duda. En inglés, la expresión sería "snap out of it", pero para ahorrarnos un poco de pedantería que aún queda mucho Festival de San Sebastián, diremos que la sacudida es efectiva, que el temblor hace que vibre la pantalla y que quien acabe vibrando por dentro está, en realidad, al otro lado de la pantalla.
Así, lo tierno, lo bello y lo capcioso se funden, Buckley deslumbra como quizá nunca antes en su carrera, y la película gana enteros cuando se tropieza con esquinas cómicas, tan inesperadas como agradecidas. "Esto va a doler" es, en realidad, una contra-comedia contra-romántica, lo más parecido a levantarle el capó a esa misma "Notting Hill" a la que mira a los ojos (precioso discurso) y quitarle el catalizador de construcciones tóxicas. Una cuidada manicura al amor romántico de toda la vida. Otra cosa es el último acto, excesivamente dulce para con la conducción caótica del filme, pero perfectamente entendible para con la ambición comercial de una película que exige más de un revisionado. A ser posible, dejando los traumas propios fuera de la sala para evitar romperse toda la cosidad.