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Cine de resistencia más allá del volcán

La 18ª. Edición del Festivalito de La Palma reúne estos días en la isla a un heterogéneo grupo de realizadores para rodar cortos con un máximo de duración de cuatro minutos
Cine de resistencia más allá del volcán / José Víctor Fuentes (izda.), dando las últimas instrucciones en el CreaLab de El Paso a los cineastas antes de que comience el certamenVIRGINIA PARK / FESTIVALITO

El Paso (La Palma, Canarias) Creada:

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Aquí, el café con leche se suele pedir como un cortado natural. Pero como lo natural es pedirse un barraquito, cada barra de cada bar tiene un dispensador de leche condensada, para mezclarse con el brebaje, un poco de licor y algo de leche espumada como simpática filigrana. El discurrir del invento es lento, pero dulzón, como en manoseada analogía del tiempo en la isla de La Palma. La hora menos, y aunque parezca de nuevo un tópico, se siente poética en los ritmos del pueblo, y física cuando está a punto de caer la noche y la contaminación lumínica es nula. Y es que no alcanza a rayarse la última hora de la tarde cuando la multitud se comienza a agolpar en la Casa de la Cultura del municipio de El Paso, donde está a punto de comenzar la 18ª. Edición del Festivalito. Pasan más de veinte minutos desde la cita oficial, pero aquí, claro, nadie está nervioso, lo que va a arrancar, tan solo, es el fruto del trabajo de un año entero entre las más complicadas de las circunstancias naturales.
Tras la divertida presentación del colectivo Anartistas, encargados este año de animar la gala desde el humor (y la más gamberra incorrección), todo el mundo parece rendirse a una sonrisa que con el transcurrir de los días descubriremos perenne y omnipresente: la de José Víctor Fuentes. El realizador y director del Festivalito se encarga de recibir a todos y cada uno de los invitados —con su correspondiente derroche de carisma y algún que otro «ños»—, presenta además los coloquios posteriores a las proyecciones, sirve el chocolate y los churros mañaneros y coordina a un equipo entregado, que va desde lo familiar hasta lo fraternal, sin descuidar en ningún momento lo que parece ser el espíritu del certamen: el cine es lo más importante de entre las cosas que no importan.
Los Burnin' Percebes presentando "El fantástico caso del Golem" en el Festivalito de La PalmaVIRGINIA PARK / FESTIVALITO
Pero, ¿qué demonios es el Festivalito? ¿Por qué, durante más de una semana, eligen La Palma como hogar realizadores provenientes de Chile o de Ucrania? La respuesta es compleja, pero más allá de lo espiritual, de lo holístico si acaso, la concentración tribal pasa por lo único del artefacto de Fuentes y los suyos: sin más atractivo que la belleza apabullante de la isla, el certamen convoca a todos aquellos que lo deseen a presentarse en La Palma para rodar. ¿El qué? Lo decidirán tras conocer un lema que se guarda con el mismo secreto que los «spoilers» de la última de Marvel. Este año: «Me niego a madurar, no soy un aguacate». ¿Cómo? Con los medios que puedan concretar en esos días y, claro, entrando en comunión tanto con los isleños como con los guionistas, maquilladores, iluminadores actores y actrices que allí se presenten.
Fundado en 2002 y tras algunos años de ausencia por circunstancias económicas, el Festivalito encuentra este año y en su mayoría de edad una especie de refrendo a su propia esencia, ya que estos días desembarcan en la isla Nando Martínez y Juan González, colectivo conocido como Burnin’ Percebes y que está a punto de estrenar su primer largometraje de presupuesto profesional, «El fantástico caso del Golem», el próximo 16 de junio. Participantes en el certamen hace ya un lustro, rodando entre plataneros, la misma presencia del dúo habla de un cine de alma «underground», sí, pero que tiene proyección universal por pura empatía, por pura capacidad para llegar hasta la catarsis (aquí cómica) si se le dan los medios. Cerrar el círculo, compartiendo sets improvisados con cineastas como Matías Bize, que ha competido en Venecia, o con los jóvenes de La Isla Media, que acaban de poner en circulación su primer mediometraje, es un acto casi subversivo. Y todo en cholas.
Por supuesto, el impacto del certamen, que comienza en El Paso pero luego se traslada a Santa Cruz de La Palma, se mide en términos éticos («Hay que dejar la isla más bonita de lo que se la encontraron», insiste Fuentes en la presentación), pero también en los económicos de una zona fuertemente deprimida. «El volcán no es lo único», repiten a este diario, como si fuera una reivindicación unívoca, los dueños de los comercios. Y es que, aunque la erupción del 19 de septiembre de 2021 hiciera correr tanta lava como tinta, lo cierto es que aún son muchos los que esperan ayudas e incentivos tras un proceso burocrático por momentos infinito, y que se ha dejado sentir con fuerza en las últimas elecciones municipales.
Pero como lo natural es seguir adelante, siguen levantando la persiana empeñados, ya sin tener que preocuparse por las cenizas, al tiempo que los cineastas concentrados en la isla apuran sus montajes. La experiencia, por bonita que haya sido, tiene que concentrarse en menos de cuatro minutos y, si es posible, endulzar todavía más que el barraquito. Los premios, cuando uno está reivindicando desde la guerrilla un arte siempre amenazado, son lo de menos, pero a nadie le amargará la vuelta un trofeo en la maleta. Como es natural.