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En busca de secretos bajo el hielo noruego

El proyecto «The Glacier Archaeology Program» apuesta por un ejercicio de prospección muy ambicioso para descubrir los enigmas paisajísticos de los Alpes escandinavos
Deshielo y cambio climático
Deshielo y cambio climáticoJonathan HaywardAP
La Razón

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Cuando hablamos de metodología arqueológica, resulta inevitable pensar en la excavación como la parte nuclear de la investigación de campo. Resulta lógico, pero no deja de ser la última fase. Antes de ponerte con el pico y la pala, lo suyo es cerciorarse sobre qué y el dónde se va a proceder. Dejando aparte el fantástico aforismo de Indiana Jones en «La última cruzada» que reza que «el 70% de la arqueología se hace en la biblioteca», disponemos de una serie de herramientas y técnicas de arqueología no invasiva que nos ayudan a definir mejor la X donde cavar.
Merced a los nuevos avances tecnológicos, disponemos de extraordinarios instrumentos como la fotografía aérea, los SIG, el georradar y otros instrumentos geofísicos que, hoy día, se revelan básicos para la tarea arqueológica. Sin embargo, no son los únicos. Pervive todavía una técnica venerable y antigua que, de hecho, es plenamente complementaria con las anteriores. Me refiero a la prospección en superficie, es decir, a la exploración a pie de un entorno para observar, sea de forma sistemática o por muestreo localizado, el paisaje y recoger muestras.
Huelga decirlo, en España hay que solicitar permiso a las autoridades para su cumplimiento y los materiales recogidos han de ser notificados y entregados. Aún recuerdo con una sonrisa en los labios la primera prospección en superficie de la que participé en el otoño del 2016 en el Cerro de la Virgen de la Muela de Driebes, Guadalajara, en lo que fue el primer paso de la aventura de Caraca que, este año, ha cumplido su séptima campaña. Estaba anonadado. El suelo rebosaba de materiales, de excelentes materiales, fundamentalmente cerámicos, de época romana y anterior que preludiaban lo que iba a ser un fantástico yacimiento. Pues bien, dejando de lado batallitas, voy a presentar una de las actividades arqueológicas más fascinantes de la actualidad que, en el fondo, no deja de ser una gigantesca y espectacular prospección en superficie ayudada por las nuevas tecnologías y en donde, tras una exhaustiva preparación y una muy definida metodología, desvelan secretos de un paisaje de montaña como lo son los Alpes escandinavos.
Me refiero al proyecto noruego «The Glacier Archaeology Program» (el programa de arqueología glacial), impulsado por el Museo de Historia Cultural de la Universidad de Oslo y el concejo del condado de Innlandet. Un proyecto liderado por Lars Pilø y que se caracteriza por su estupenda labor de divulgación a través tanto de la web Secrets of the Ice como de su perfil en twitter (@brearkeologi). Este programa tiene como fin la prospección de un enorme territorio montañoso, de unos 10.000 km2, en el centro del país en torno al condado de Innlandet que se hizo accesible para los arqueólogos a consecuencia de las nefastas consecuencias del calentamiento global, que está derritiendo los glaciares noruegos, y expone en la superficie restos del pasado hasta ahora ocultos por el hielo que son recogidos las escasas semanas al año que la climatología lo permite.
De este modo, desde el año 2011, aunque el verdadero inicio fue el inusualmente cálido 2006, han realizado una labor de investigación que, en combinación con la denuncia del cambio climático, ha sacado a la luz miles de objetos, tanto orgánicos como inorgánicos con un estado de conservación inaudito, de una antigüedad de hasta seis mil años, desde el neolítico hasta la actualidad, pasando por las fascinantes era de hierro romana y época vikinga. Quizás el más impresionante de todos sea una túnica de lana, datada hacia el año 300 de nuestra era, encontrada en Lendbreen en el 2011 que, por otro lado, no es el único tejido. Fragmentos de tela, calzado de todas las eras y hasta guantes acompañan a todo tipo de objetos relacionados con el transporte, como unos impresionantes esquís de 1.300 años de antigüedad, la vida cotidiana, como instrumentos de hilado, cuchillos o piquetas de tiendas de campaña antiguas, o la caza que reflejan la enorme e inusitada vitalidad de un paisaje a priori complicado como lo es el de alta montaña.
De hecho, no son pocas las armas, incluidas lanzas, arcos y flechas, algunas completamente intactas, utilizadas para la caza de renos como las trampas que denominan «palos de asustar». Se trata de varas de madera de un metro de alto coronadas por un objeto a modo de sonajero que, merced al viento, chocaban y asustaban a los animales, guiándoles hasta los cazadores. Sin duda, un proyecto fascinante que tiene como punto de partida algo tan perturbador como el cambio climático que también, paradójicamente, amenaza a los restos que el deshielo saca a la luz.