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Bobby Knight, canastas entre insultos y palabrotas

Se publica el libro John Feinstein sobre el entrenador de baloncesto, que ha vendido dos millones de ejemplares y está considerado uno de los mejores en el ámbito deportivo
Bobby Knight, canastas entre insultos y palabrotasED. CONTRA

Valencia Creada:

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En 2011, nacía en Barcelona una editorial con la vocación de publicar libros en los terrenos de la música, el cine y el deporte; en este último ámbito, han destacado poderosamente los títulos relacionados con el baloncesto, con verdaderas obras maestras del periodismo deportivo. Fue el caso de un libro dedicado al Dream Team que ganó los Juegos Olímpicos de 1992, de Jack McCallum, de «Cuando éramos los mejores», sobre la revalidad entre Larry Bird y Magic Johnson, de Jackie MacMullan, de «Pistol. La increíble historia de Pete Maravich”» de Mark Kriegel, acerca de uno de esos jugadores cuyo talento era excepcional y que la mala suerte malogró por culpa de las lesiones y una muerte prematura a los cuarenta años, o de «Baloncesto (y otras hierbas)», de Shea Serrano, de gran ingenio y cuya lectura sedujo a Barack Obama, en torno a la historia de la NBA.
Asimismo, otros libros publicados por la editorial Contra han inspirado exitosas series televisivas, como «Las reglas de Jordan», que exploraba la intrahistoria de una temporada con el 23 de los Chicago Bulls, de Sam Smith, y que fue clave para «El último baile», en Netflix, una miniserie de 10 episodios llena de material inédito de la temporada 1997-98. Hablamos, también, de «Showtime. Magic, Kareem, Riley y la dinastía de Los Ángeles Lakers en los años 80», de Jeff Pearlman, en el que se ha basado «Tiempo de victoria: La dinastía de Los Lakers», cuya segunda temporada HBO estrena el 2 de agosto. Y ahora, llega otro libro superventas en Estados Unidos, «Una temporada en el alambre» (traducción de Guillermo Ortiz), de John Feinstein, que tuvo el privilegio y la responsabilidad de poder seguir a los Indiana Hoosiers de Bob Knight.
En el mundo del baloncesto, este entrenador es una auténtica leyenda, y no sólo por sus logros, como sus campeonatos de la liga universitaria en 1976 con los Hoosiers de Indiana, con 32 victorias y cero derrotas, en 1981 y 1987, o la medalla de oro en los Juegos de Los Ángeles en 1984, contra España en la final. Nos referimos a su carácter temperamental, que lo llevó, en una escena que toda Norteamérica recuerda, a arrojar en pleno partido una silla al medio de la pista por no estar de acuerdo con una decisión arbitral, y de lo cual hace un guiño otra serie reciente, emitida en Disney+, «El míster», con un exentrenador de la NCAA que se ocupa de un equipo femenino de instituto, con John Stamos como protagonista. En fin, ese carácter controvertido es la médula espinal de «Una temporada en el alambre», en el que Feinstein lleva al lector a minuciosos detalles del día a día del equipo, transcribiendo constantemente las arengas y, sobre todo, palabrotas e insultos de un Knight siempre motivando a sus jugadores desde una psicología extremadamente dura, hoy diríamos que harto maltratadora.
Obsesionado con ganarEl halo legendario de Bob Knight también procede de ser un trabajador infatigable. Después de treinta años en Indiana, en 2000 fue despedido tras zarandear a un jugador, y se convirtió en entrenador de la Universidad de Texas Tech, hasta el año 2008. Su especialidad fue impedir al equipo rival que hiciera su juego. «Si disponía de una semana para preparar el partido, siempre encontraba la manera de entorpecer aquello que hacías mejor. […] Dale tiempo a Bob para preparar un partido y date por perdido», apunta Feinstein. Además, «Bob siempre creía en la victoria y por eso la derrota le consumía tanto», y es que «sigue pensando que, en el fondo, el resultado depende de él, y cuando no consigue ganar lo considera un fracaso. Un fracaso personal». En todo caso, consiguió más de 800 victorias en la liga universitaria a lo largo de su dilatada trayectoria.
Y sin embargo, es unánime –nuestro Antonio Díaz Miguel, seleccionador nacional casi tres décadas, fue un gran amigo suyo– la impresión de innumerables personas que hablan maravillas del trato con Knight, que podía desvivirse con tal de ayudar a un jugador que pasara una mala situación o atender a cualquiera de su entorno que necesitara algo. Eso lo explica de forma meridiana el autor, consciente del sentimiento de amor-odio que suscita su biografiado, si bien en el prólogo cuenta lo siguiente: «Cuando Knight leyó el primer capítulo, en el que se describía una escena en el vestuario en la que le echaba una bronca descomunal a Daryl Thomas, no podía creerse la cantidad de palabrotas que había incluido en su diatriba. Lo que no sabía era que había tenido que quitar el ochenta por ciento de los tacos que no dejaba de repetir y había eliminado por completo cualquier palabra excesivamente hiriente». Es más: al publicarse el libro, el entrenador reaccionó insultando a Feinstein de mil maneras, aun convirtiéndose el libro en un superventas de modo inmediato.
Baloncesto: bienvenidos al deporte rey del dramaLa mitología contemporánea la constituye el deporte. Ni actores ni músicos (salvo los que mueren jóvenes) tienen la capacidad de construir cultos semejantes en intensidad y épica a los grandes héroes de la competición. Y si bien el fútbol puede considerarse la religión llamada a construir epopeyas modernas, lo cierto que el promedio de las vidas de los futbolistas resulta muy poco interesante. Ni por compromiso político, ni estético, ni siquiera por kilo de biografías atribuladas puede el balompié ni asomarse a la producción de relatos del deporte rey en cuanto a drama: el baloncesto. Y es que, frente a la bidimensionalidad de la personalidad de los jugadores de fútbol, el deportista de la canasta tiene una propensión especial para meterse en fregados de cualquier naturaleza, fotografiarse con armas de fuego, participar en trifulcas en establecimientos de dudosa reputación (algunos, como Chris Mullin se enderezaron, otros como Lamar Odom por poco no lo cuentan) o triángulos amorosos dignos de «Melrose place». Y, por supuesto, hacer milagros dentro de la cancha: lanzamientos en el último segundo, partidos con fiebre (el inolvidable «flu game» de Michael Jordan) o incluso rivalidades con la Guerra de los Balcanes de fondo (que enrareció la relación entre Divac y Petrovic) son solo algunas de las historias que han engrandecido la épica de este deporte. Podríamos mencionar a Pete Maravich, a los «Bad boys» de Detroit, figuras trágicas como las de Delibasic o Fernando Martín y esperpénticas como la de Dennis Rodman y solo sería el principio. Bird y Magic Sin embargo, de entre todas las historias posibles no se puede dejar de mencionar la que encarnaron Larry Bird y Magic Johnson, dos de los mayores talentos de la historia del deporte, que irrumpieron a la vez en la liga profesional como si llegaran de dos planetas distintos. Magic, negro y urbano, simpático y vacilón, incluso algo bocazas, representaba el juego imaginativo del «playground». Larry, el hombre rural con bigote de granjero, declaraciones medidas y ética de trabajo. Ambos, llegando a la vez a los dos mayores equipos, las dos dinastías de la canasta americana. Mientras Magic visitaba la mansión Playboy en Los Ángeles, Larry se quedaba en casa viendo la televisión y bebiendo un «six pack» de cervezas. Ambos fueron la némesis del otro y construyeron una saga deportiva digna de ser narrada en verso o en su equivalente moderno: una serie de HBO. El canal de pago estrena la segunda temporada de «Tiempo de victoria» que plasma esa rivalidad y cómo el baloncesto fue motor y objeto de los cambios de la sociedad de su tiempo: el racismo, la música o la moda son algunos a de los ingredientes que flotan en el trasfondo de una rivalidad deportiva. Dos mundos colisionando, dos maneras de entender el deporte y la vida. Y, por cierto, dos grandes amigos: Bird nunca dio la espalda a su máximo rivalidad cuando toda la liga rechazaba a Johnson tras contraer el sida. Ups, se ha caído otra historia épica. Por ULISES FUENTE.
El periodista va contando a lo largo de las páginas de esta libro la fase preparatoria de aquella temporada 85-86, su relación con jugadores como Steve Alford, cómo preparaba cada partido y la forma catastrofista en que se tomaba tanto las derrotas, su exigencia de que sus pupilos también fueran buenos estudiantes, su eterna insatisfacción aunque su equipo ganara… En suma, «esta es una de las razones por las que a la gente le fascina Knight. Lo que le hace bueno le hace “buenísimo”. Lo que le hace malo le hace “el peor” –escribe Feinstein–. Si me dieran un dólar por cada vez que alguien me cuenta que se ha encontrado con Knight y ha sido de lo más amable, encantador y divertido, no tendría que volver a trabajar en mi vida. Si además me dieran otro dólar por cada vez que me cuentan que se ha portado como un matón odioso y maleducado, directamente sería Bill Gates».