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Salman Toor es la nueva sensación del mercado del arte: pakistaní e ídolo "queer"

Sotheby's ha subastado la pintur «Four Friends» por nada menos que 1’5 millones de dólares
La obra «Four friends» fue vendida en Sotheby’s por 1,5 millones de dólares
La obra «Four friends» fue vendida en Sotheby’s por 1,5 millones de dólaresWhitney Museum of American Art
La Razón
  • Pedro Alberto Cruz Sánchez

    Pedro Alberto Cruz Sánchez

Madrid Creada:

Última actualización:

Durante la última década, el artista pakistaní con mayor posicionamiento internacional ha sido Imran Qureshi -sus pinturas expandidas le llevaron a intervenir, por ejemplo, espacios tan prestigiosos como la azotea del Metropolitan de Nueva York-. Sin embargo, en el momento presente, el arte pakistaní -y, por qué no decirlo, el arte mundial- asiste con asombro y admiración a la explosión de un artista como Salman Toor que, con solo 40 años, ha conseguido vender, en Sotheby’s, una pintura como «Four Friends» por nada menos que 1’5 millones de dólares. No se trata -como podrían ser los casos de Mark Grotjahn o Wade Guyton- de una mera estrategia de especulación, producto de la connivencia voraz entre coleccionistas y marchantes, sino de la consecuencia de una trayectoria sólida en la que Toor ha ampliado los márgenes de la figuración pictórica a través de un discurso «queer» que no ha dejado indiferente a nadie.
Tras marchar, en 2002, a Delaware (Ohio), en donde estudió un grado en Bellas Artes, Toor se trasladó cuatro años mas tardes a Nueva York para cursar un máster. Ha sido en esta ciudad –en la que actualmente reside– en la que decidió introducir un giro copernicano a su obra, transitando desde registros tradicionalistas a otros contemporáneos, más adecuados a la hora de expresar sus vivencias y auténticos intereses estéticos e intelectuales. La formación clásica de Toor –invirtió años en copiar a viejos maestros como Rubens, Van Dyck, Strozzi o Watteau– se hace patente en la construcción de cada una de sus obras, en la que la reelaboración de episodios autobiográficos sirve para crear escenas mayoritariamente de interior y en las que los diferentes personajes comparten una sugerente atmósfera de intimidad. En realidad, Toor opera una sutil pero demoledora deconstrucción de los géneros tradicionales desde una perspectiva «queer» que, por momentos, podría recordar a las pinturas del alemán Jochen Klein. La intimidad entre las figuras se genera por medio de su proximidad e interacción física, con una delicada o visceral intensidad que el espectador llega a sentir físicamente. Esta cualidad para desplegar todo el lenguaje de la piel lo acerca a otro de los nuevos fenómenos del arte oriental: la joven pintora china Cheng Xinyi.
Como reconoce Salman Toor, la temática de sus trabajos se explica por los factores de represión que condicionaron su crecimiento en el seno de una familia pakistaní homofóbica y culturalmente musulmana: «No había forma de visibilizar los afectos en público, por lo que, para mí, estas pinturas suponen cruzar un umbral». Sus figuras -caracterizadas por una nariz alargada- transmiten un sentido del humor con el que el artista pakistaní intenta evitar caer en la lástima y la mojigatería. Su estudiada paleta oscila entre la sensualidad de los verdes -que introducen una seductora forma de ver el mundo- hasta unos amarillos cremosos que -como sostiene Toor- poseen una apariencia nauseabunda que ahuyenta cualquier sombra de pintoresquismo. La «figuración queer» de Toor -tan fascinante como la practicada, por ejemplo, por el mexicano Manuel Solano- ha irrumpido en el exclusivo territorio del mercado del arte de élite con un vigor que hace prever una trayectoria en continuo ascenso y sin techo aparente. Una nueva estrella ha nacido.