Martín Chirino, escrito sobre el viento
La exposición «Vientos. Un camino en espiral hacia el origen» recoge obras de la temática más representativa del artista
Las Palmas Creada:
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El viento en Las Palmas de Gran Canaria es suave, fresco, a la vez que insistente y salado. Sacude las hojas de las palmeras a la vez que arremolina el mar azul, creando en el aire espirales arenosas y solo imperceptibles para los escépticos del arte. Quien conoce a Martin Chirino, escultor grancanario y sabio artesano del hierro y el fuego, percibe el viento como algo más que ese fenómeno que nos escarola el pelo: es esa espiral imponente, que sube y baja, que se estira y se acurruca, que pesa y a la vez queda suspendida en el aire. El viento, para Chirino, «es un asunto filosófico, intelectual. Su obra tiene un lenguaje y símbolos propios. Bebe de otros artistas, tiene en cuenta la historia vanguardista, pero siempre con una mirada en el presente y en el futuro. El suyo es un proyecto ético y estético, que tiene que ver con la concepción de la existencia. Para él no había arte que no tuviera que ver con la filosofía y el pensamiento». Son palabras de Fernando Castro Flórez, profesor de Estética de la Universidad Autónoma de Madrid, crítico de arte, amplio conocedor y devoto de la obra de Chirino, y comisario de una exposición que recoge el tema central que definió la trayectoria del artista: las espirales.
Hasta el 17 de septiembre, la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino, en el Castillo de la Luz de Las Palmas de Gran Canaria, acoge «Vientos. Un camino en espiral hacia el origen», muestra que incluye una selección representativa de estas esculturas, así como dibujos, fotografías y técnicas mixtas sobre papel o lienzos que el artista también realizó sobre la misma temática –el dibujo, decía Chirino, era su «campo de batalla»–. En paralelo, se presenta la tercera monografía sobre el artista, escrita por el propio Castro Flórez: «Estamos creando un corpus en forma de enciclopedia, donde analizamos de forma simbólica las series que trabajó Martín Chirino durante toda su vida, y para este volumen le tocaba al viento, su ‘‘leit motiv’’», explica Jesús María Castaño, director general de la Fundación. Se presenta, por tanto, un gran homenaje y celebración de la obra de Chirino, desvelando a espectadores y lectores cómo «el viento sopla a través de toda la trayectoria de Chirino, marca su viaje y su singladura, y pone en contacto a Canarias con lo internacional», resume el comisario.
El escultor canario se introduce en el mundo de las espirales en un momento inicial de su trayectoria: tras una infancia observando a su padre, José Chirino, creando hermosas hélices de barco, la primera obra que el artista dedica al viento data de 1958 –la presentó en el Ateneo de Madrid–, y a partir de ahí «empieza a interesarse por cuestiones escultóricas», apunta Castro Flórez. Es entonces cuando viaja a la capital española, a París, y cuando se encuentra con la obra de Julio González –todos ellos momentos decisivos para su trayectoria–, artista del que también se incluyen obras en la muestra, así como de otros creadores de su generación, como Jorge Oteiza o Robert Smithson. Durante estos años, el desarrollo artístico de Chirino brilla y se va consolidando, para finalmente afirmar el escultor al autor Antonio Puente, quien posteriormente lo reflejaría en su biografía «La memoria esculpida», que «la espiral es sin duda la protagonista de mi obra. Es el tema al que he sido fiel».
Excepcionalidad, elegancia, pensamiento, determinación y fidelidad. Todos ellos son aspectos que Chirino volcó en el viento y la espiral de forma constante en su creación, y con los que creó imágenes «que traducen problemas que van desde los aborígenes hasta los del siglo XX. La espiral del viento es el laberinto de la vida, una imagen de la humanidad, que atraviesa las culturas. Martín era un traductor, porque fue capaz de traducir formas primitivas en formas contemporáneas», asegura el comisario. No dejó de esculpir y grabar espirales, sedimentos visuales que unían lo cósmico con los deseos humanos, buscando el origen sin nostalgia y sin perder de vista en ningún momento su aliento local. Todo ello, con un tono poético-musical que perfilaba la pureza de su pensamiento y que moldeó, entre hierro y fuego, la crónica vital de Martín Chirino en torno a las espirales del viento.