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Cuando Goya dejó de ser un pintor al uso para revolucionar el arte

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando inaugura un recorrido en el que se exponen todas las planchas de cobre del artista
Las salas de Alcalá, 13 mezclan pintura, dibujos y grabados
Las salas de Alcalá, 13 mezclan pintura, dibujos y grabadosDaniel GonzalezEFE

Madrid Creada:

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Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) fue, durante sus primeros años, un pintor al uso: aprendió de un maestro, se formó, buscó su propia clientela, se trasladó a Madrid en busca de hacer fortuna, ingresó en la Real fábrica de Tapices (1775-1792)... Orgulloso de su profesión, se recogió ante su caballete en un Autorretrato con sombrero de 1785. Se le ve seguro. Pero es precisamente a partir de esa época cuando cambia su carrera. El artista comienza a tener conciencia de lo que ocurre a su alrededor y empieza a desarrollar el sentido crítico.
Para Víctor Nieto, comisario de la exposición que se acaba de inaugurar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, basta con mirar su cuadro de Gaspar Melchor de Jovellanos para ver «la identidad muy profunda con el personaje»; al contrario que en los retratos del rey Felipe IV o del Duque de Benavente, de Velázquez, en los que «no podemos adivinar si tenía simpatía o no» por los maniquís. Es por este aspecto por el que Nieto afirma que «en Goya aparece la proyección del sentimiento que inaugurará lo que será años más tarde la pintura contemporánea. Es la modernidad».
Es ahí donde profundiza este Goya. El despertar de la conciencia desde las salas Flora y Hércules de Alcalá, 13, donde permanecerá hasta junio. Un recorrido en el que, a su vez, se pone el foco en las planchas del artista, de los pocos que las fabricaba con sus propias manos. «Se van a mostrar cosas que ni el propio Goya pudo ver juntas», asegura el director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Tomás Marco: «Nos interesaba enseñar por primera vez todas las planchas con las que hizo sus grabados». El Gabinete de Goya (también incorporado a esta exposición) ya recogía una muestra importante de estas piezas, sin embargo, la Academia presume en esta ocasión de contar con 213 (solo faltarían quince) «completamente restauradas». El cobre original coge protagonismo para romper una lanza en favor de la plancha en sí o, como explica Tomás Marco, «la obra de arte en sí más que el grabado posterior».
Así, Nieto defiende que en estas matrices se aprecian detalles que no se ven luego en su positivo, además de poseer todo el racionalismo crítico del artista ante la sociedad, la guerra y las normas sociales y artísticas establecidas. «La práctica del grabado es el medio propicio en el que Goya se libera del encorsetamiento de los encargos, pudiendo dar paso al imperio de la expresión», asegura de las series de Caprichos, Desastres de la guerra y Disparates (más la Tauromaquía del Gabinete). «Estoy cansado de hacer encargos en los que la imaginación no tiene cabida», le llegó a confesar el artista a un amigo.
Más allá de los grabados, el proyecto de la Academia de Bellas Artes plantea el doble juego de comprobar las diferencias que existen entre sus obras iniciales y las realizadas en su madurez (26 pinturas), «hasta el punto de que parecen artistas distintos». «No es una exposición más, es distinta por su contenido y por lo que significa», subraya el comisario.
De inicio, las obras de la corte transmiten un estilo en sintonía con las orientaciones artísticas imperantes en su tiempo, por el contrario, con el paso de los años saca esa actitud crítica frente a la realidad. Es en ese «despertar de la conciencia» que da nombre al recorrido en el que el pintor se aparta del academicismo para cambiar su actitud como pintor, que deja de ser para él una profesión sin más para convertirse en un medio de expresión.
Con esa premisa, Víctor Nieto ha divido el recorrido en cuatro partes. La primera, dedicada a esa norma imperante; y es la segunda en la que ya asoma la conciencia: «Fue un pintor con una inquietud sin límites y un profundo sentido de la percepción para captar lo que sucedía a su alrededor. Comienza a sentir los efectos de un entorno ilustrado y los cambios que se estaban produciendo en el pensamiento y la historia, especialmente en Francia». Se distancia de su obra anterior, abandona los encargos y da rienda suelta a la libertad, como demuestra en sus Caprichos, muy lejos de convencionalismos. Su estado de ánimo, la sensibilidad o las ideas ganan peso en sus trazos.
La tercera parte se vuelca con esa Pintura al margen del estilo», se titula, donde la expresividad se abre paso. La pintura se revela como un arte al margen de cualquier estilo (Pinturas negras o los grabados de la serie Desastres de la guerra). Y, como cierre, el comisario recopila sus obras de madurez, donde la expresividad sigue en aumento y el color tiende al oscurecimiento (negro, gris, blanco y poquito más). Los trabajos del pintor son el reflejo de la propia angustia que vive. La razón, su razón, se rebela frente a un mundo que le aterra y que, como artista, Goya es uno de los primeros en transmitir. Así lo muestra en las representaciones de las «casas de locos»: lugares que todavía no eran manicomios, pero en los que la imagen que plasma Goya no es la de unos personajes que han perdido la razón o se han apartado de la tradición de Dios, sino que los enfoca como objetos de una enfermedad.
  • Dónde: Real Academia de Bellas Artes de San Fernández, Madrid. Cuándo: hasta el 23 de junio. Cuánto: 6 euros.