Crítica de “La novelista y su película”: volver a empezar ★★★★☆
Dirección y guion: Hong Sang-soo. Intérpretes: Lee Hye-yeong, Kim Min-hee, Seon Younghwa. Corea del Sur, 2022, 92 min. Drama.
En una filmografía superpoblada por cineastas en crisis, acodados en un paréntesis vital o acomodados en esa imagen de éxito que proyectan de sí mismos y que están dispuestos a desmantelar regándola con ‘soju’, resulta especialmente refrescante encontrarse con una escritora que se plantea reinventarse a sí misma convirtiéndose en cineasta novel. Es una preciosa manera de que Hong Sang-soo reflexione sobre lo que significa hacer una película de Hong Sang-soo; de examinar, pues, el grado cero de su escritura cinematográfica, después de haber jugado con repeticiones, rimas, disonancias, violentas elipsis y alambicadas estructuras narrativas disfrazadas de casuales retruécanos. Es un camino hacia la (aparente) linealidad ya iniciado en la conmovedora “Delante de ti”, y que, en “La novelista y su película”, aligera sus cargas melancólicas.
Los sucesivos encuentros de Jun-hee con una colega escritora reconvertida en librera y con un director de cine y su mujer no están exentos de reproches y situaciones incómodas, que sirven para definir el carácter insobornable de nuestra heroína, evidente alter ego de Hong, que se topa con su alma gemela cuando conoce a Kil-soo (Kim Min-hee, pareja del cineasta coreano y jefa de producción de sus últimos filmes), una actriz retirada. Jun-hee quiere superar su bloqueo creativo empezando de nuevo, enfrentándose por primera vez a una disciplina artística que la libere de filtros y exigencias, dejando que, desde una ficción desnuda, simple, abierta a los accidentes de lo real, emerja una verdad esencial, singular en su pequeña, pero desbordante, belleza.
En este sentido, los últimos minutos de la película, alejados del blanco y negro del resto del metraje, son toda una hermosa declaración de principios. El minicortometraje en color que protagoniza Kim Min-hee bien podría ser la ópera prima soñada de su amiga escritora, o bien una grabación doméstica de Hong Sang-soo con su musa como corazón encendido. Hacer cine es, siempre, un nuevo encuentro: con un formato, con un espacio, con una actriz, con una realidad que se descubre de otro modo. Hacer cine es, siempre, estar dispuesto a volver a la casilla de salida, reivindicando el acto de filmar como una manera de ser en el mundo que puede ser igual y distinta, idéntica y voluble, ajena a cualquier otra fórmula que no sea la de la libertad de registrar la condición humana en todas sus contradicciones. Hacer cine, nos dice Hong, es una bella forma de compartir la alegría de estar vivos.
Lo mejor: un final que marca la diferencia, hermoso colofón a una declaración de amor al cine como forma de entender el mundo.
Lo peor: que el cine de Hong Sang-soo siempre nos deje con la miel en los labios, con ganas de más.