John Waters: “No existe ninguna razón válida para seguir teniendo acceso a comprar armas en Estados Unidos”
El padre más subversivo del “trash” y orgullo de Baltimore visita Madrid en el marco del Festival Rizoma y para presentar uno de sus monólogos en el Teatro Cofidis Alcázar
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Existe un fenómeno, quizá por subversión cultural, o por mera protección mercantil, en el que las grandes estrellas del firmamento fílmico apenas pueden verse o sentirse como personas humanas, errantes y físicas. Ocurre estos días con la tercera parte de “Jurassic World”, donde apenas veremos promoción por parte de Chris Pratt, su gran estrella y punta de lanza del conservadurismo en Estados Unidos. Ocurrió también hace unos meses, cuando Johnny Depp recibió el premio Donostia en San Sebastián y, más allá de lo acertado o no de las preguntas, el moderador hizo inviable cualquier tipo de interés mediático en sus declaraciones. No se trata de buscar un titular jugoso, sino de dejar que el entrevistado decida o no si quiere hablar por sí mismo. Eso es, precisamente, lo que ha hecho esta mañana el célebre director John Waters (Baltimore, 1946). Pese al conato de defensa férrea en el marco de la rueda de prensa del siempre certero y bien editorializado Festival Rizoma, Waters quiso ser el verso libre que siempre ha sido: “Ya me he pronunciado alguna vez, porque Johnny Depp es mi amigo, pero no tengo problema en volverlo a hacer. No sé si a él le gustaría. En mi mente, me hubiera gustado que él y Amber Heard hubieran comenzado el juicio diciendo que volvían a estar juntos, solo por joder a todo el mundo”, bromeó en rueda de prensa en plena Plaza Mayor, sobre la situación legal del protagonista de su “Cry Baby” (1990).
Hijo ilustre de Baltimore y pope de lo “trash”, Waters comentó también su labor como mecenas en las diversas galerías de la ciudad, donde incluso hay una que ha bautizado los baños (sin género) con su nombre: “Hace poco me mandaron una carta explicándome que alguien había tenido sexo en esos baños”, dijo el realizador. Ciudad alegre, “queer” y germen de lo subversivo en la Costa Este, Baltimore se ha convertido también en una de las ciudades más peligrosas de Estados Unidos. Preguntado por LA RAZÓN acerca de la violencia, la tenencia de armas y su regulación en su país, Waters añadió: “El problema de las armas en EE.UU. me duele porque son pobres disparando a pobres. No en mi barrio, claro, que te puede pasar, pero sobre todo en los barrios más pobres. No tengo una solución y no tengo una respuesta clara tampoco, pero sí yo tuviera un arma en casa probablemente me acabaría disparando a mí mismo por accidente. Hay mucha gente, creo, que solo las compra como para dar una imagen de dureza falsa”, opinó el mito.
Y siguió, por supuesto, desde su peculiar perspectiva: “Hay un grupo en Estados Unidos que se llama G.A.G. (Gays Against Guns - Gays Contra las Armas) que entiendo como una respuesta a la Asociación Nacional del Rifle, pero es doloroso que todavía sea una pelea. Cuando tenemos tiroteos escolares, por ejemplo. No hay ninguna razón válida por la que deberíamos tener acceso a las armas. Solo he disparado una automática una vez en mi vida, no recuerdo para qué exactamente, y no me sentí especialmente más molón después de usarla”, completó convencido y visiblemente compungido por el nuevo debate alrededor del viejo fenómeno.
Maestro de ceremonias y monologuista
La visita de Waters a Madrid, además de para apadrinar el Festival Rizoma que tiene lugar estos días entre la Cineteca del Matadero y la Filmoteca Nacional (Cine Doré), se da en el marco de la presentación de un monólogo, el día 7 de junio en el Teatro Cofidis Alcázar de la capital: “Utilizo momentos y anécdotas de mi vida porque es así como entiendo este mundo. Uno tiene que transmitir sus errores a las generaciones posteriores”, explicó, antes de reflexionar sobre su carrera: “Odio cuando los directores más nuevos usan la palabra viaje (journey). Un viaje, una experiencia, es intentar salir de Ucrania en plena guerra, no hacer una película. Por suerte, y aunque lleve varios años sin dirigir, puedo decir que en toda mi vida nunca he tenido que trabajar en un trabajo de verdad”, bromeó. Y continuó, genio y figura, sobre el futuro del cine independiente: “No creo que sea más mainstream que nunca. De hecho, creo que cada vez menos gente quiere verlo y eso es preocupante pero también es una oportunidad para probar cosas nuevas. Hollywood está más atento que nunca a encontrar a un nuevo chavalito que haga cosas raras y distintas”, opinó antes de citar entre sus referentes de asimilación más inmediatos a Bruno Dumont y Gaspar Noé.
Antes de despedirse, anunciar la traducción del último de sus libros al español y explicar que ha escrito dos secuelas para cine de “Hairspray” que, de momento, jamás veremos en la pantalla grande, Waters dejó un último recuerdo sobre la mítica “Pink Flamingos”, de la que se cumple ya medio siglo: “Ha entrado en el Registro Nacional de películas de Estados Unidos, como si fuera una gran obra de arte a preservar, a la vez que en Reino Unido por fin era completamente legal sin censurar ninguna de sus partes. Me gusta pensar que la hicimos a la contra, intentando hacer aquello que no se había hecho todavía. Claro, Pasolini ya había puesto a gente a comer mierda en “Saló...”, pero aquello era chocolate y se lo puedo perdonar”, remató desvelando también los títulos que ha elegido para celebrar el Orgullo LGTB+, a través de una Carta Blanca, en el Doré: “Un Chant d’Amour” (1950) Jean Genet, “The Hours and Times” (1991) de Christopher Munch, “Fox and his Friends” (1975) de Rainer Werner Fassbinder, “Heat” (1972) de Paul Morrissey, “Pink Narcissus” (1971) de James Bidgood, y “La soga” (1948) de Alfred Hitchcock.