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“Morbius”: la mala sangre de Jared Leto

En «Morbius», el ganador del Oscar debuta en el universo Marvel interpretando a un bioquímico que está dispuesto a todo por curar su enfermedad degenerativa
SONY PICTURESSONY PICTURES
La Razón

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Hay en Hollywood, sobre todo cuando se trata de mucho dinero en juego, una tendencia continua a la evaluación del material filmado por parte de los grandes magnates del cine. Así, directores de la talla de Scott Derrickson, Phil Lord, Chris Miller o James Gunn se han terminado por apear de proyectos gigantescos, hartos de las injerencias de los estudios. Esos «reshoots», o vueltas al rodaje, suelen encargarse a fajadores de la industria, directores con maña que saben acatar órdenes y cobrar cheques en silencio. Uno de ellos, durante años en Suecia y Estados Unidos, ha sido el bueno de Daniel Espinosa. Por eso, cuando se reveló que el director de «Life (Vida)» se encargaría de trasladar a la gran pantalla los cómics de «Morbius», villano clásico y vampiresco de «Spider-Man», no fueron pocos los que entendieron la decisión como un premio a su esfuerzo.
Con 75 millones de dólares de presupuesto y el protagonismo de un Jared Leto completamente desatado, en la película y en una vida personal en la que ha desarrollado hasta su propia fe religiosa, Espinosa estrena una película irregular, oscura y confusa sobre un bioquímico, Michael Morbius, dispuesto a todo por curar una enfermedad degenerativa relacionada con su sangre. El reparto de la película, inscrita ya en el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) de manera canónica, lo completan la puertorriqueña Adria Arjona, Matt Smith y Tyrese Gibson.
Rizando el rizo
En «Morbius» conocemos al personaje de Leto justo a punto de dar con la cura al mal que le ha pegado a una máquina de diálisis toda su vida. El experimento, además de plantearle dilemas éticos, le acaba convirtiendo en una especie de súper humano que, como los murciélagos vampiro a los que “copia” el ADN, necesita sangre para vivir. Con un guion caótico –vamos de la ceremonia de los Nobel al pasado, y ahí de vuelta a una Nueva York de época indeterminada‑ la nueva «Morbius» intenta establecer el origen del villano al modo de los monstruos clásicos de la Universal, provocándole una hamartia argumental por la que no se convierte en malo, sino en el bueno de su propia historia.
Tras varios meses de retrasos, cambios en el montaje final y hasta «reshoots» de esos de los que parecía a salvo por su director, la película se ha terminado convirtiendo en una especie de producto obligatorio con el que no se sabía qué hacer: para cuando llegamos al final de la misma, y con la sutileza de un elefante en una cacharrería, se suceden escenas post-créditos que dan cabida a la película en el mismo universo que vimos reestablecerse al final de la espectacular «Spider-Man: No Way Home». ¿Se han perdido? No se preocupen, incluso entendiendo a fondo este franquiciado es complicado comprarlo.
Así, «Morbius» es tan extraña e indescifrable como el propio Leto: «Si no sale bien, tendremos una excusa. Creo que hemos esperado demasiado para estrenarla», confesaba el actor sincero a la revista «Variety» hace unos meses. Y añadía, polémico: «Si no fuera por las películas de Marvel, no sé si las salas de cine seguirían existiendo. Ya no hay sitio para todo el mundo, por triste o descorazonador que pueda sonar». Mala baba o mala sangre aparte, lo cierto es que la película deja abierta la vuelta del actor al personaje, algo en lo que la capacidad epatante de la película tendrá poco que ver, puesto que las entradas anticipadas, de nuevo, están volando. Quizá Jared Leto tenga razón, quizá ya solamente haya hueco para Marvel, pero eso no es desde luego razón para terminar de vampirizar un arte y un oficio.