Ryusuke Hamaguchi: “Una película no se financia solo con reconocimiento”
“Drive My Car” alcanzó las cuatro nominaciones en los Premios Oscar, incluidas la de Mejor Película, Mejor Guion Adaptado y Mejor Dirección
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Es el hombre de moda en el cine mundial. Después de triunfar en el Festival de Berlín y en el de Cannes, con dos películas distintas en el mismo año, Ryusuke Hamaguchi (Japón, 1978) sumó ayer cuatro nominaciones al Oscar para «Drive My Car», ya en cartelera: Mejor Película, Mejor Película Internacional, Mejor Guion Adaptado y Mejor Dirección. Justo antes de que se confirmara su triunfo académico, el director atendió a LA RAZÓN por videoconferencia.
-¿Sintió presión por adaptar a alguien como Murakami?
-Sí, porque se trata de un escritor tremendamente reconocido en Japón que, además, tiene multitud de fans por todo el mundo. Partíamos de que el guion original está en una novela corta, pero la película es de tres horas. Me tomé esa conversión como un reto. Quería hacer mía la historia y que se le pudiera reconocer a él.
-Usted rodó un documental en la zona de Tohoku, muy afectada por el tsunami de 2011. ¿Influyó su experiencia aquí?
Rodar esa película me hizo pasar mucho tiempo en el coche, de un lado a otro. Conociendo y entrevistando a los damnificados. Esa gente vivía una vida normal y corriente y, de golpe, les vino un día el tsunami. Les cambió la vida y tuvieron que seguir adelante. Ese es el paralelismo más claro con mi película. El mensaje es que la vida no se detiene, continúa siempre por muy hundidos que nos deje.
-¿La tesis de «Drive My Car» es la de la diferencia entre hablar y comunicarse?
-Totalmente. La gente de hoy tiene conversaciones poco profundas. No damos pie a conocernos. Esta película, en ese sentido, trata sobre ello. El protagonista habla mucho con su mujer, están en contacto permanente, pero no se comunican. Su problema como pareja no es sexual o romántico, es de comunicación.
-Pocos directores ponen de acuerdo a Cannes y los Oscar. ¿Cómo vive el fenómeno?
-Es una historia que le podría ocurrir a todo el mundo y, quizá por eso, lo universal de su tema. Trata sobre amar, pero amar también sobre perder, empezar a perder a una persona. Todos podemos sentirnos próximos a eso.
-¿A usted le importan premios internacionales o solo en la medida en que le ayuden?
-Me siento muy orgulloso y halagado por el reconocimiento de los festivales internacionales y los Oscar, pero es verdad que yo siempre he hecho lo que he querido con mis películas. Ese reconocimiento, creo, nunca me ha ayudado a sacar una película adelante. Quizá solo he tenido mucha suerte, pero así es como lo veo. Una película no se financia con reconocimiento. Aun así, es un orgullo por supuesto.
-La Academia parece rendida a su guion...
El guion es clave en mi manera de entender el cine, pero tampoco lo considero imprescindible. Hay directores que han hecho auténticas genialidades con apenas un tratamiento. En mi estilo, el diálogo es lo más importante.
-En el diseño de producción de su película hay un detalle clave, que es el contexto. No hay miedo, por ejemplo, a hablar de la cultura de la cancelación y de las celebridades abusando de su poder. ¿Cómo encuentra el tono de la película para que parezca tan contextual y a la vez tan temporal?
-Por ejemplo, en esta película aparecen el Saab o los vinilos, y eso lo sacamos de la novela y el relato en concreto de Murakami. Es el mundo que me gusta de él, su aprecio por lo “vintage”. Pero claro, bajo mi punto de vista no podíamos encerrarnos ahí. Teníamos que ser contextuales y retratar también la vida tal y cómo es.