Carmen Mola: «Sí, la violencia de nuestros libros es muy gore»
Las obras ganadoras del Premio Planeta, que ayer llegaron a las librerías y ya van por la segunda edición, se presentaron en Madrid
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Los Planeta se fallan en Barcelona y luego siempre se presentan en Madrid. Los autores apostados detrás del seudónimo de Carmen Mola, con su literatura pulp y violencia «splatter», muy «Hard Boiled», corriente que se inició con aquellos maestros del género que eran Dashiell Hammett y Raymond Chandler, descifraron incógnitas, enigmas y dudas de «La bestia», la novela ganadora del galardón en la edición de su 70 aniversario. Asimismo, Paloma Sánchez-Garnica, que quedó finalista, una orfebre de la novela histórica, conocedora de los mundos berlineses que discurren alrededor de la Segunda Guerra Mundial y en las décadas la Guerra Fría, desentrañó las ideas principales que discurren por las aguas revueltas de los totalitarismos, tema esencial de su obra.
«No somos conscientes de qué parte ha escrito cada uno, porque al final se ha generado un estilo que solo se puede definir como de Carmen Mola, que no es de Agustín ni de Jorge ni de Antonio. ¿Cómo surge esto? Pues anteponiendo la novela a cualquier otro interés», reconocía ayer Agustín Martínez, uno de los «componentes» de Carmen Mola y que, en su caso, rebajaba la importancia del ego del escritor con un razonamiento imprevisto y no exento de humor: «Los tres somos guionistas. Hemos sido tantas veces pisoteados... Por eso a veces no nos cuesta renunciar a esa autoestima».
Antonio Mercero, otro de los Mola, admitía en público el reto que se habían propuesto: escribir cien capítulos y acabar cada uno de ellos en lo alto. «Es complejo porque no se pueden crear cien giros. Pero el resultado es una novela trepidante. En “La bestia” lo hacemos y logramos provocar sorpresa a los lectores en cada instante, además de ir abriendo preguntas y sucesivas interrogantes a lo largo de la trama. Nos hemos acercado a lo que queríamos conseguir». Jorge Díaz, el tercero, resaltó lo importante que es Madrid, una ciudad que ellos sienten próxima, en su obra, aunque esta vez den una visión bastante distinta de la habitual, la que tenía la urbe en 1834, en medio de una epidemia de cólera y con un asesino que mata a niñas recorriendo sus calles. «Vemos la capital antes de la desamortización de Mendizábal, aunque ya tiene las características actuales», apunta Jorge Díaz.
Por su parte, Paloma Sánchez-Garnica comentó la pregunta que dio pie a que escribiera «Últimos días en Berlín», una historia de amor y supervivencia que discurre entre la Revolución Rusa y la Alemania nazi: ¿Cómo es posible que una sociedad tan culta, acomodada, aunque vulnerable económica y socialmente, como era la alemana apoyara al nazismo? «Una parte de la ciudadanía lo respaldó de una forma entusiasta; la otra, miró hacia otro lado. La cuestión central es cómo no dieron importancia a ese veneno letal que se metía en sus casas y en su sangre», respondía a su propia pregunta. La escritora comentó asimismo los dos errores esenciales que se cometieron: ceder la cancillería a Hitler creyendo que lo podrían controlar y que los alemanes judíos consideraran que la represión contra ellos sería puntual. «En 1938, para la mayoría ya fue imposible salir de Alemania, aparte de que ni siquiera eran considerados ciudadanos alemanes».
Nazismo y propaganda
Y también comentó el efecto que tuvo la propaganda del Tercer Reich en el conjunto de Alemania: «Manipulando, los nazis eran perfectos. Llegaron a crear una radio para que todos tuvieran una en su propia casa y, a partir de ahí, difundir mensajes sencillos, directos, simples, como las “Fake News” actuales. Hoy pensamos que como somos una sociedad democrática esto ya no nos puede ocurrir, pero nos equivocamos totalmente. Si sucedió una vez puede volver a pasar. Nacieron un Hitler y un Stalin, y pueden volver a nacer».
Minutos más tarde, Díaz admite que la violencia en sus novelas «no tiene límite. Cualquier barbaridad es posible. Sí son gores. Quien haya leído las primeras páginas de nuestra nueva novela se encontrará que lo primero que ve es a un perro con la cabeza de una niña en la boca». AgustínMartínez resaltó que los héroes de «La bestia» no son los más apropiados: un periodista venido a menos y que dista de ser Larra, un guardia real que ha perdido un ojo en un duelo y ha sido expulsado y una madame de burdel. «Se convierten en héroes porque cuando un personaje le das una ocasión de hacer algo especial, lo hace», afirmó. En la violencia, los tres autores de Carmen Mola coinciden con Paloma Sánchez-Garnica, que no es compasiva con los lectores y tampoco suprime ni un detalle del fanatismo nazi. «He leído diarios de gente anónima del estalinismo y el nazismo. Esto me ha ayudado a meterme en la mentalidad de la época desde muchos puntos de vista», reconoció.