Joaquín Sabina: “He llegado a los 72 años sin considerarme aún un hijo de puta”
El maestro de Úbeda deposita en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes la colección completa de la revista literaria argentina “Sur”, algunos dibujos personales y la primera edición de su eterno libro de sonetos “Ciento volando”
Dice Luis García Montero en el prólogo de “Ciento volando” que el mundo personal de Joaquín Sabina es fruto de una experiencia colectiva “recuerdo de unos años en los que había que correr para escapar de la mediocridad”. Y vaya si corrió el de Úbeda. Tanto y tan rápido que ha sido incapaz de acercarse nunca a ella. Con una chaqueta de cuero negra, unos discretos pantalones de pata de gallo y sus inconfundibles gafas de sol entraba esta mañana en el salón de actos del Instituto Cervantes para depositar en la Caja de las Letras de la institución parte de un valioso legado cultural que ha formado parte de su constitución como artista y también de su educación sentimental como poeta: la colección completa de la revista literaria argentina “Sur”. Fundada por la escritora Victoria Ocampo en 1931, la gaceta tuvo el privilegio de contar con unos colaboradores tanto argentinos como extranjeros entre los que destacaron nombres de tan profundo calado como Borges, Adolfo Bioy Casares, Walter Gropius, Ortega y Gasset, Octavio Paz, Gabriela Mistral o Federico García Lorca.
La donación de la obra, que se ha realizado con carácter permanente y ya forma parte de la Biblioteca Patrimonial del Instituto Cervantes, consistió, además de los ejemplares mencionados, en objetos de índole más personal: entre explicaciones, toqueteos de bombín y compadreos con Luis García Montero (”si hubieras sido ladrón de bancos te hubiera ido regular” le ha espetado el de Úbeda al escritor), director del instituto y amigo personal de Sabina, el cantante dejó unos dibujos de cuatro gallos de pelea y otro de una pareja asturiana, manuscritos de canciones como “Soledad” o “Lo peor del amor”, uno de sus sombreros negros y algunas fotos con gente de su círculo más íntimo como Mario Vargas Llosa, Almudena Grandes o el propio García Montero.
Después de la introducción de los tesoros sabineros en esa cámara acorazada de la cultura, el poeta Benjamín Prado, la periodista Nativel Preciado, Luis García Montero y la presidenta del Congreso, Meritxell Batet han arropado una presentación y posterior coloquio en donde el artista ha aprovechado para reflexionar sobre una trayectoria con la que ha conseguido darle la vuelta a los relojes y a las palabras. “Con Joaquín surgió una precaución, somos amigos desde hace mucho tiempo y va a parecer que le estoy haciendo un homenaje a un hermano. Era una precaución innecesaria porque es uno de los grandes referentes e inútil porque, cuando se lo ofrecí, nuestra relación y su generosidad han servido para que él le haga un homenaje al Instituto Cervantes porque nos ha ofrecido un legado maravilloso”, ha introducido García Montero.
Visiblemente emocionado Sabina declaraba que “mi principal pasión era leer. Y lo sigue siendo. Tanto Krahe como yo nos dimos cuenta de que faltaba magia y literatura en las letras de las canciones y simplemente tratamos de dignificarlas”, porque “hay poetas muy buenos que no saben que la palabra tiene su propia música”. Repleto de serenidad y haciendo uso de una voz custodiada por los años, el cantante ha hecho balance de su relación con el presente: “He escrito un libro, he tenido dos hijas y en Rota trasplanté un olivo, no me falta nada y estoy moderadamente en paz conmigo mismo teniendo en cuenta que la gente de mi generación pensábamos que no íbamos a ser nunca adultos porque los adultos eran siempre unos hijos de puta, así que he llegado a los 72 años sin considerarme un hijo de puta, y con eso me basta”.
También con el pasado; “nunca he sido un padre ejemplar, ni un marido, ni un amante, pero sí un amigo fiel” y con el dinero; “nunca me ha interesado demasiado, solo he empezado a pensar en el dinero hace un par de años, por esa condición pequeño burguesa de querer asegurarles a mis hijas una vida digna y buena, teniendo en cuenta lo difícil que lo tiene la juventud hoy en día para tener un trabajo estable. El dinero solo lo despilfarré invitando a mis amigos a cosas que no podían pagarse y pasándolo muy bien”, ha señalado. Sabina no atesora una legión de fans, sino hileras de devotos que procesionan hacia la tristeza, la pasión o la memoria por el puente siempre renovado de sus letras. Y para ellos también había mensaje: “No pienso volver a los escenarios mientras la gente no pueda levantarse o fumar o tomar una copa y me temo, sobre todo en Latinoamérica, que no será hasta dentro de un año y medio. Pero sí volveré, a decir hola y adiós”. Un adiós que esta vez, seguro, sí maquilla un hasta luego.