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La otra cara de Frank Sinatra

No en vano, Bono de U2, le apodó «el presidente del mal comportamiento»
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  • Virginia Iriarte

    Virginia Iriarte

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Aunque ha trascendido a la historia como «La Voz», demostración irrefutable de su incomparable talento, Bono de U2 encontró para él un apodo también muy apropiado: el presidente del mal comportamiento. Y es que la hoja de servicios de Frank Sinatra (Nueva Jersey, EE.UU, 1915 – California, 1998) cubrió ampliamente todos los pecados capitales. Comenzó, además, desde bien joven: según la biografía «Frank Sinatra, the boudoir singer» (Darwin Porter y Danforth Prince, 2011) su debut artístico se produjo con solo 19 años en una película porno de título infame, «El bandido enmascarado». Cobró 100 dólares y al parecer recurrió después a sus contactos en la mafia para silenciar el asunto y apartarla de la circulación. Como es sabido, un actor porno no necesita las dotes interpretativas de James Stewart o Marlon Brando, le basta un solo atributo. Su segunda esposa, Ava Gardner, se refirió a ello durante el rodaje de «Mogambo». John Ford ridiculizó a Sinatra por su baja estatura, a lo que ella respondió: «Pesa solamente 50 kilos pero 47 son de polla». Lo recoge James Kaplan, autor de «The Chairman» y biógrafo reputado del pequeño gran cantante.
Como recordábamos ayer, si la historia de amor entre Sinatra y Gardner no alcanzó el nivel en la escala tumultuaria de Elizabeth Taylor y Richard Burton fue por poco. La noche en que se conocieron en casa de un productor no importó que Sinatra estuviese casado y con tres hijos para acabar liados en su descapotable, bebiendo a morro y pegando tiros al aire con una pistola que el cantante llevaba en la guantera. Fueron detenidos por la Policía, según Lee Server en «Ava Gardner. Una diosa con pies de barro». Luego, todo se complicaría: enamorados, con pasiones comunes tales como el sexo y el alcohol, la distancia de los rodajes (Ava pasaría «demasiado» tiempo en España) no les ayudó. La libertina actitud de ella y los celos endiablados de él los llevaron a peleas épicas y durante su atormentado matrimonio, Frank intentó quitarse la vida tres veces. Se divorciaron en 1957. Y como les contábamos la semana pasada, Frank Sinatra era el líder de The Rat Pack, grupo de talentos que formó con Dean Martin, Sammy Davis Jr, Peter Lawford y Joey Bishop.
En Las Vegas eran los dioses y, en EE.UU, leyenda. Separado ya de Ava Gardner, se acostaba con todas las mujeres que podía –no era cosa nueva, ya lo hizo de casado– e incluso llegó a orquestar una suerte de burdel para amigotes en los baños de vapor de uno de los casinos donde actuaban. De hecho, una de sus correrías en 1967 no tiene nada que envidiar al argumento de la película «Resacón en Las Vegas»: acumuló una deuda en el casino Sands de casi medio millón de euros, robó un carrito de golf y lo empotró contra la entrada y, no contento con eso, quiso prenderle fuego a unas cortinas.
La traición de JFK
Tenía temperamento. Si Frank Sinatra hubiera gozado de una constitución más fornida, seguramente habría dormido muchas noches en el calabozo: una noche le pagó a un camarero 50 dólares para que golpease al escritor Dominick Dunne en un restaurante, otra vez ordenó a alguien de su equipo que estrellase en la cara de una mujer el plato de la cena tras una agria discusión sobre política, le ofreció a Mia Farrow enviar a un sicario para partirle las piernas a Woody Allen…
Es también de sobra conocida la relación de Sinatra con la Cosa Nostra y que recoge «El padrino», con el personaje de Tony Fontana como su sosias. Joe Kennedy recurrió al cantante y sus contactos para que su hijo alcanzase la Casa Blanca; fue entonces cuando intervino Sam Giancana, capo de Chicago y capaz de movilizar masas de voto. Sin embargo, Sinatra se sintió traicionado: no solo porque una vez en el poder los hermanos Kennedy desplegaron una fortísima ofensiva contra la mafia sino porque JFK prefirió a Bing Crosby para amenizar una fiesta en Palm Springs. Demócrata de toda la vida, cambió para siempre su voto. Finalmente, conviene destacar que se aburrió de cantar «My way» y consideraba «un pedazo de mierda» el inmortal «Strangers in the night».