Crítica de “Este cuerpo me sienta de muerte”: el “killer” es una rubia ★★★☆☆
Dirección: Christopher Landon. Guión: Michael T. Kennedy, C. Landon. Intérpretes: Vince Vaughn, Kathryn Newton, Alan Ruck, Uriah Shelton. EE.UU, 2020. Duración: 101 minutos. Terror.
No, la idea de la que arranca la nueva película dirigida por Christopher Landon («Feliz día de tu muerte», «Zombie Camp», a este joven director le pone especialmente el género) no se trata, en absoluto, de un tema original. ¿Cuántas películas habrá usted visto sobre cómo, a raiz de un motivo más o menos mágico o surrealista, dos personas cambian de cuerpo para pasmo de ambos? «Ponte en mi lugar», «17 otra vez», «Big», «De tal astilla... tal palo»... y paramos aquí porque ya nos entendemos. El punto positivo en el filme protagonizado por Vince Vaughn, que encarna a un brutal asesino en serie, es que combina, y con gracia, el terror y la comedia, lo que no siempre resulta fácil, para nada.
Lo tenemos, pues: ambientada en una pequeña localidad estadounidense y tras una movida un poco traída por los cuernos que no contaremos con un cuchillo como protagonista, la cinta nos presenta al susodicho criminal, que acaba metido en el body de una estudiante (Kathryn Newton) bastante anodida, tímida y víctima de un suave acoso escolar que descubre, tras suceder el trasvase, que tiene menos de 24 horas para recuperar su vida del todo o el cambio se hará permanente. Tras un arranque heavy (como todos sabemos, que dos adolescentes mantengan sexo significa siempre muerte en un filme de este tipo) y que la chica convenza como pueda de que ella «es» él, ese gigantón de habla afeminada, a sus dos mejores amigos (una joven negra y un afectadillo homosexual; como dice este último, tienen también todas las papeletas para convertirse en las siguientes víctimas) se suceden los correspondientes y divertidos, la verdad, malentendidos y la búsqueda frenética del psicópata por parte de la rubia para recuperar «lo suyo».
Hay momentos que te hacen olvidar una pandemia y todo el follón de las vacunas (el beso entre un joven enamorado al que le da igual que su «novia» tenga a día de hoy barba de unos días) y la consabida ración de empoderamiento que no puede faltar en esta época. Pero todo con gracia, con un toque muy de cine ochentero, algún toque gore bien traído y un Vaughn que gana puntos cuando se coloca el habla y las maneras de una mujer. Del final, no hablemos, que lo imaginan casi todos. Y, sin embargo, qué gusto da ir a una sala para no pensar en todo lo malo de fuera mientras imaginamos cuán dolorosa puede ser una patada en las partes nobles masculinas.